La Shell que no nos gusta
El proyecto de la compañía petrolera Royal Dutch Shell de hundir en el Atlántico norte la plataforma de perforación Brent Spar, que ha llegado al término de sus 30, años de buenos y leales servicios, ha suscitado un clamor, de indignación en Europa, y en particular en Alemania.La cólera ha sido allí tan grande que dos estaciones de servicio, que tenían el rótulo de la concha de Santiago amarilla han sido incendiadas por unos comandos ecológicos extremistas. Aunque condenando estos métodos violentos, el Canciller Kohl se ha ido la semana pasada a la cumbre del G-7 en Halifax (Canadá) asegurando, a sus conciudadanos que hablaría con su homólogo británico, John Major, e intentaría hacerle comprender que el mar no es un cubo, de basura.
Hay cierta hipocresía por parte de los alemanes al convertirse en censores- morales del comportamiento de, una multinacional petrolífera cuyos productos ellos han consumido hasta ahora con una, avidez sin igual.
Su credibilidad sería mayor si.hubieran instaurado una limitación de velocidad sobre su impunente red de autopistas o hubieran establecido el impuesto ecológico sobre los carburantes que proponían Los Verdes y el socialdemócrata Oskar Lafontaine. No es impedimento: han llegado los tiempos en que las grandes empresas, ya sean petroleras, nucleares o químicas, no pueden ya hacer valer el servicio que aportaía a los ciudadanos para obrar a su modo.(...)
20 dé junio.
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