Muñoz Molina reivindica la cobardía física, pero no la moral
JAVIER GOÑI En un día como el de ayer, en el que la ciudadanía canalizaba sus ardores en las urnas democráticas, puñados de lectores, de los muchos que tiene Antonio Muñoz Molina, se reunieron, en la librería Crisol, de Madrid, para hablar del último libro del escritor andaluz, Ardor guerrero (Alfaguara), que es, además de una memoria de la mili, muchas otras cosas más. "Yo reivindico la cobardía física", señaló Muñoz Molina, "pero nunca la cobardía moral".
Para Manuel Rodríguez Rivero esta "memoria militar" como así se subtitula el libro, es, sobre todo, y sin duda, una novela, "una novela de formación, el retrato del artista al final de la adolescencia". Para Elvira Lindo -quien acaba de publicar Manolito Gafotas en la colección Alfaguara Audio-, Ardor guerrero es "la memoria de un joven que quema los últimos cartuchos de su juventud", esa época dorada en la que todavía "no se es responsable del todo de sus actos, ese paréntesis vital en el que todavía no se tiene que elegir". Y es también "una novela sobre la amistad'.'.
Javier Rioyo confesó haber hecho dos lecturas: una, la más inmediata, la que habrán hecho inuchos lectores (comparar esa mili con la suya), y otra, más reposada, en la que la idea de la línea de sombra, de la que hablaba Conrad, se hacía más explícita: ese atravesar el espejo que te lleva al mundo de los adultos. Muñoz Molina declaró que cuenta "la memoria del que afronta dejar de ser joven, del que adquiere la responsabilidad, con el riesgo que eso supone, de crecer, y en ese sentido es también la memoria del aprendizaje del que quiere ser escritor".
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