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FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Noventa autores pusieron su firma 'de vendedor'

Amelia Castilla

AMELIA CASTILLA Ni las temperaturas, más de 30 grados, ni el paso por los colegios electorales para votar desanimaron al público que abarrotó desde primeras horas de la mañana la feria del Libro de Madrid en una jornada en la que firmaron ejemplares 90 autores. Como otros años, Antonio Gala fue el que mayores colas formó, pero también pusieron su firma de vendedores Javier Marías, Juan José Millás y Manuel Vicent, entre otros. Los autores resaltaron especialmente la oportunidad que supone el encontrarse cara a cara con sus lectores.

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Poco después de las 12.00, José Ramón de la Morena ya tenía bastante cola para firmar ejemplares de Los silencios de El Larguero (El País-Aguilar). A esa hora, las novelas de Ray Loriga, Juan Madrid o Benjamín Prado estaban preparadas sobre el mostrador pero sus autores no habían llegado. "Lo de siempre, un atasco", dijo Loriga, a modo de disculpa, cuando aterrizó, con su melena recogida en una coleta y sus gafas de sol, en la caseta de la editorial Plaza y Janés.Lejos de las aglomeraciones provocadas por la afición al fútbol, Luis Mateo Díez estampaba, poco a poco, su nombre en su Camino de perdición (Alfaguara). Tras más de 20 años de escritura, Mateo Díez no se sorprende ya al encontrarse con su público. "Mis lectores son, en cierto modo, cómplices o habituales de mis obras", aseguraba el autor que esa misma mañana tuvo "la suerte" de dedicar una novela a un cliente que se identificó como viajante y que quería conocer las aventuras de Sebastián Odollo,el viajante de comercio que protagoniza su última novela. Mateo Díez recordaba los trances que pasó en sus primeras ferias, cuando el escritor espera inútilmente la llegada de lectores. "En una de esas tuve la suerte de compartir mesa con el humorista Evaristo Acevedo. Él tenía pocos, pero yo tenía menos. Y cuando me llegó la primera persona a firmar tuve la sensación de que me lo había enviado él".

La galamanía

Como otros años, el fenómeno de las firmas fue la galamanía. A las 13.00, Antonio Gala ya tenía montada una cola de impresión frente a la caseta donde firmaba ejemplares de sus obras. "Tengo mucha costumbre", decía el escritor incansable "porque escribo todo a mano". Una señora, entrada en años, le pasé un ejemplar de Más allá del jardín (Planeta) que traía desde su casa con un "muchas gracias por lo que escribe. Tengo toda su obra". Otra mujer, también talludita,suspiró con Los verdes campos del edén en la mano: "Ay! cuantos años hace que vi esta obra en el teatro". Él les ponía dedicatorias distintas a cada uno de sus lectores y les daba la mano sonriente. Ni siquiera se inmutó cuando el hijo de uno de sus fans le mostró a Willy, uno de los Power Ranger en una reproducción de plástico de medio metro.

Más que por La agonía del felipismo (Espasa Calpe), José María Carrascal es popular por sus corbatas. "Te das cuen lleva la misma que en la publicad del libro, dijo una jovencita. Un público menos bullanguero pero más fiel se acercaba poco a poco a la caseta donde firmaba, recién llegado de París, sus Encuentros y encontronazos (El País-Aguilar) José Luis de Vilallonga.

Entre los pocos autores que llevan la cuenta exacta de lo que venden está Raúl del Pozo. Por cada Novia vendida, el periodista iba añadiéndole copas al cuaderno que tenía delante. "No soy un autor de firma. El sábado vendí 93 ejemplares. Pero bueno vender un libro siempre tiene mérito, aseguraba al tiempo que reflexionaba sobre la sensación de vacío que acompaña al autor mientras escribe hasta que "un buen día se encuentra con sus lectores".

Si es un escritor de firmas, Alfonso Ussía -el año pasado fue el autor más vendido en la feria- "¿Cómo se apellida este? le preguntó un lector al autor con su Pasaje de la vida (Espasa-Calpe) en las manos. "Martín Prieto", respondió Ussía. "No, coño, que me refiero al precio, replicó el lector.

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