Para no salir de la UVI
Ha caído durante los últimos años una auténtica lluvia de oro sobre el cine catalán. Muchos miles de millones de pesetas desaprovechados por una mayoría de cineastas poco competentes que no han sabido interesar ni a la crítica ni mucho menos al público. En este tiempo sólo se han conseguido dos objetivos. Uno, que no desapareciera la industria, que la multitud de los más diversos profesionales que se necesitan para rodar cine no haya cambiado de oficio o de latitud. Y dos, que nadie pudiera achacar las culpas a la cicatería de la Administración si el cine catalán seguía bajo mínimos en cuanto al resultado. Así que los directores, su mayoría, han evidenciado sin excusas su falta de talento.Pero una cosa es no tener talento para dirigir películas y montar una cinematografía y otra es no tenerlo para embaucar o atemorizar a unos responsables públicos. Ahí sí que Barcelona está llena de maestros. Ahora mismo, cuando ya empezaban a sentirse desahuciados, acaban de conseguir una prorroga de dos o tres años para seguir montando sus malas películas. Tendrán acceso a suculentas subvenciones automáticas entre nuestros portentos locales los que espabilen para conseguir unos 10.000 espectadores (cinco millones de recaudación) en sala para el catalán y otros tantos para el castellano. Así que el terreno seguirá en manos de los mediocres que lo tienen casi copado.
Nefasta 'ley Miró'
Mientras los murciélagos de nuestra covacha cinematográfica siguen colgados de los catéteres de la UVI, los que simplemente quieren hacer cine sin que les importe demasiado la lengua saldrán, a pecho descubierto, a buscar los 30 millones de recaudación, la subvención y el público. La subvención por el público, no por la cara. Seguirán alimentados en la oscuridad de la UVI mientras, al final de los nefastos efectos de la ley Miró, el sol de la objetividad de la zanahoria del interés estimula a todo quisque con ganas, talento y riesgo.
Da igual. Han conseguido una prórroga pero, como seguirán sin realizar buen cine, habrán perdido de todos modos las garras con las que tan fieramente han luchado por su sustento. La única lástima es que los demás, los posibles espectadores, habremos perdido un par de años.
Imaginen antes de atender réplicas de los interesados, que TV-3 fuera, en vez de una televisión ex¡tosa, un desastre global, sin audiencia, sin influencia, sin otros defensores que los interesados en mantenerse en sus puestos. Seguro que encontrarían mil excusas antes de reconocer que el problema era humano, de personas, de incompetencia profesional y de falta de talento. Que una cultura con un nivel teatral tan alto y con unas, empresas de publicidad tan competitivas cuente con la vergüenza del cine catalán es culpa antes que nada de la falta de talento de sus directores. Con la excepción catalana, ellos seguirán viviendo del bolsillo del contribuyente y el contribuyente seguirá sin cine catalán.
es escritor y fue director general de Promoción Cultural de la Generalitat de Cataluña.
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