Sueños cumplidos
La organización del festival donostiarra ha acertado a satisfacer las peticiones del oyente con notable imaginación y, aún más importante, sin necesidad de plegarse a manidas fórmulas comerciales. El programa ha albergado tradición y renovación, nombres que se pronunciaron en el mismo nacimiento del jazz y nombres que resonarán con fuerza en el siglo XXI: un sueño hecho realidad. Por si faltaba algo, tiñó la jornada de clausura con dos colores inéditos: el de la sátira y el de la añoranza de tiempos marcados por los ideales sociales y la lucha política.Don Byron es un clarinetista de formación clásica que en su segundo disco como líder propina una académica patada en el mismísimo trasero de la ortodoxia. La fuerza y la idea se la ha proporcionado Mickey Katz, un músico judío, fallecido en 1985, muy apreciado por la agudeza con que retrataba la sociedad norteamericana satirizando ciertas canciones de moda. Byron actualiza la idea y propone una música festiva, lúdica y desbordante de optimismo.
Don Byron Plays The Music of Mickey Katz / Charlie Haden Liberation Music Orchestra
Plaza de la Trinidad. San Sebastián, 26 de julio.
Las melodías pegadizas y los ritmos bailables de canciones tan distantes culturalmente como C'est si bon, St. Louis blues, Sixteen tons o La danza del sable cobran homogeneidad gracias a la adopción de soluciones firmemente arraigadas en la tradición judía. A falta de letras, cantadas con buen estilo por Avo Hoffman en un endiablado cruce entre inglés y yiddish, quedan los formidables solos del violinista de vanguardia Mark Feldman y los hipohuracanados soplidos del trombonista Gary Valente.
Algodones del recuerdo
El carácter ligero de la música de Byron contrastó dramáticamente con la hondura expresiva de los músicos que el contrabajista Charlie Haden ha reunido para resucitar temporalmente su entrañable Liberation Music Orchestra, uno de los escasos vestigios existentes de una época saludablemente combativa. Sólo por la impresionante introducción que hizo Amina Claudine Myers al tema Spiritual, el concierto merecería ser guardado entre los algodones del recuerdo. Pero hubo otros momentos reseñables en la excelente salud musical demostrada por el irreductible saxofonista Ken McIntyre, paladín en su momento de las formas libres, y en el exquisito trabajo del batería Paul Motian.El repertorio se basó en los dos últimos trabajos de la escasísima producción discográfica de la formación. No faltó el recuerdo a Dolores Ibarruri y se rindió homenaje a Martin Luther King, Medgar Evers y Malcolm X en el citado Spiritual.
La filosofía de la orquesta quedó perfectamente definida en la pieza que ofreció como propina: Dream keeper. Los sueños, cuando se mantienen con tenacidad, suelen cumplirse.
Babelia
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