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Un insecticida habitual

"El lindano es un insecticida de uso común en España, como en todos los países de la Unión Europea", señala Cleto Sánchez Bellido, director general de Sanidad Agraria. Este producto químico organoclorado -lleva cloro- se emplea, sobre todo en los países mediterráneos, para luchar especialmente contra las plagas en frutales, viñas, huertas, cultivos de remolacha y patata, y plantas ornamentales. Pero también es un componente usado en higiene personal; ha sido -ahora ya no tanto- el ingrediente básico de las lociones contra los piojos.Su uso está regulado por una directiva del año pasado de la UE -directiva de clasificación de sustancias peligrosas-, que lo permite, aunque lo clasifica como "tóxico, irritante y peligroso para el medio ambiente. En esa norma se fijan los límites máximos de presencia de restos de lindano en productos frescos -frutas, verduras y hortalizas-. La dosis máxima en una naranja es de una parte por millón. Lo que no está regulado por la UE son los restos en productos elaborados, como los potitos. Ésa es la regulación que ha desarrollado Alemania. Sánchez Bellido aclara que las dosis que han aparecido en la partida de potitos españoles retirados en Alemania está muy por debajo de lo permitido por la UE. O sea, Alemania nunca podría legislar sobre la fruta y restringir su libre distribución, pero sí con los potitos porque no hay regulación comunitaria.

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Organoclorado

La UE permite este insecticida y no otros organoclorados como el aldrin, dieldrin, clordano, DDT y HCH (primo hermano del lindano), porque científicamente nadie ha podido demostrar que sea una sustancia cancerígena, según aclaran en el departamento de Sanidad Ambiental, del Ministerio de Sanidad: "A pesar de lo que dicen los consumidores alemanes, nadie ha comprobado que sea un producto bioacumulativo, persistente, que produzca cáncer a largo plazo". Un estudio reciente ha llegado a la conclusión de que, con la dicta española y los límites establecidos de lindano, un español medio toma diariamente un 28% de la dosis admitida.

Pero organizaciones ecologistas como Greenpeace y CODA señalan que este producto, como organoclorado que es, entra en la cadena trófica alimentaría, se asocia con las grasas y, aparte de afectar al sistema nervioso, tiene efectos cancerígenos.

Sánchez Bellido resume: "Es uno de los pocos pesticidas que afortunadamente está regulado y armonizado por la UE, cosa que no pasa con otros productos que usamos. Y puedo asegurarle que la homologación en Bruselas cuenta con todas las garantías, pues es un proceso administrativo, científico y técnico muy exigente y complejo".

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