Poesía étnica
La narrativa de la flamante premio Nobel norteamericana, la escritora negra Toni Morrison, es uno de los más serios intentos de crear una literatura alejada de los presupuestos que su etnia imponía en los tumultuosos años 60. Una literatura que hacía lo posible por alejar de su discurso la sensación de que la literatura negra norteamericana estaba condenada, como señaló alguna vez con gran lucidez Ralph Ellison, a ser considerada siempre como "un pequeño problema de derechos civiles". Las escritoras negras, en líneas generales -Alice Walker, Toni Cade Bambara, por citar algunas de las más consagradas- sujetas a los mismos condicionamientos externos que sus colegas varones y con el agravante de ser mujeres, han orientado, sin embargo, sus novelas hacia soluciones más específicamente literarias. Intentan, por lo pronto, romper ese cerco a veces en demasía sociologizante para internarse en sus fuentes étnicas, en las posibilidades poéticas de esas fuentes, en sus reminiscencias folclóricas y, sobre todo, en el potencial musical de su lenguaje, como ocurre específicamente con Toni Morrison.En novelas como Beloved (premio Pulitzer en 1988), La canción de Salomón (1977), La isla de los caballeros (1981) y la última Jazz, el lector podrá constatar el afán de la escritora por crear un espacio narrativo donde los graves y acuciantes problemas sociales de los negros -subrayando el de las mujeres negras- cuaje armoniosamente con la teatralidad de su lenguaje, con su riqueza metafórica, con la recuperación de sus leyendas, en una palabra, con su, a veces, alienado sustrato cultural afroamericano. Toni Morrison enseña, en Nueva Jersey, en un taller literario. De ahí su sensibilidad hacia su instrumento de trabajo, su fino oído para la retórica iridiscente o la estructura novelesca sofisticada. Todo ello forma parte de una vocación primordial, convertir la denuncia social en un discurso acorde con las posibilidades expresivas de una lengua que no quiere ser estáandar, simplemente referencial. De una lengua que se ha propuesto, en medio de los más tristes avatares, inventar.
No fueron pocas las veces que se vinculó su forma de hacer novelas con las enseñanzas que involuntariamente dejó Gabriel García Márquez después de 100 años de soledad. La fantasía, lo mágico aparece ineludiblemente en la narrativa de Toni Morrison. Forma parte de su preceptiva. No estoy seguro que esa vinculación sea la más apropiada, por ser la más fácil e inmediata a pesar de las distancias idiomáticas. Pero es innegable que la escritora trabaja con materiales de la ensoñación, la levitación y casi lo surreal, por señalar algunos posibles parentescos. Estas cuestiones de apariencia tan estrictamente literarias no deben en ningún caso hacer olvidar a los lectores que Toni Morrison escribe literatura en función de unas cuantas verdades contundentes: la situación de los negros en Estados Unidos, la situación de la mujer negra en ese escenario y la situación de la literatura negra en el contexto de la literatura norteamericana en general. En una entrevista, una vez afirmó Toni Morrison que "toda mujer negra sabe que si tiene un hijo hay muchas posibilidades de que no llegue a hacerse mayor". La conciencia de este drama es el vehículo moral de sus libros. Y una de sus razones cruciales, junto a la de concebir una escritura de hiriente luminosidad, como algunos de los más inolvidables blues nacidos de la garganta de Billie Holiday.
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