Escribe libertad
Pequeña y sólo aparentemente frágil, Nadine Gordimer concreta toda su fuerza en una obra que ha conseguido crear arte mojándose hasta el cuello en una situación política tan repugnante e irracional -el apartheid- que sólo parece predisponer al grito, al llanto, a la desesperanza: materiales difíciles para la literatura. Pero esta blanca surafricana antirracista y escritora se ha forjado en la lucha por ser cada una de esas cosas sin traicionar ninguna de las otras.Por blanca, pertenece a los que oprimen. Por surafricana, reclama el derecho a quedarse con honor y decencia en la tierra en que nació y de cuyo disfrute han sido excluidos sus hijos legítimos, los negros. Por antirracista, carece de piedad hacia los opresores. Como escritora ha debido buscar los caminos que alejan del panfleto y aproximan a la raíz de una compleja realidad, a sabiendas de que el camino de la libertad, cuando se escribe por ella, es largo y tortuoso.
Isla de oprobio
Leer a Nadine Gordimer sin haber estado antes en Suráfrica es un goce para el espíritu. Hacerlo después de conocer esa isla de oprobio conduce a la admiración, el respeto y la emoción de comprobar la capacidad infinita de esta mujer para convertir en personajes creíbles a esos blancos detestables que, en otra pluma, parecerían simples caricaturas. Porque es en el retrato de su raza, en especial del afrikaaner perdido en la trampa de su propia ignominia, donde la novelista traza las líneas maestras, apuntala las vigas del sólido edificio que es su obra, aunque sus personajes de color no son precisamente de los que se limitan a arrastrar los pies. Respetuosa, Nadine Gordimer les deja contar su propia historia; del blanco habla sin piedad ni comprensión, pero con un conocimiento profundo y, es evidente, doloroso.
Encontrarla a través de sus libros es entrar en contacto con esa minoría blanca -generalmente, anglófona- irreductible que no ceja en su empeño de borrar de su patria la vergüenza, por duras que resulten las condiciones. Conmovedores en su solidaridad y grandiosos en su soledad fronteriza, pacientes e imbatibles. Gordimer posee el talento de condensar toda la aberración del apartheid en la ambigua amoralidad de un granjero. Que le hayan dado el Nobel no es sólo justicia: es una forma de honrar el premio incluyendo en su elenco a una artista que ha sabido serlo en el peor de los mundos posibles.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.