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LA NUEVA U.R.S.S.

Unión, una palabra de difícil significado

Los soviéticos no saben bien cómo identificarse en la nueva era que se abre en la URSS

Soledad Gallego-Díaz

ENVIADA ESPECIALUna hora larga de explicaciones por parte de este nuevo y prestigioso político sobre una eventual Unión de Estados Soberanos (que, curiosamente, tendría en inglés casi las mismas siglas que Estados Unidos, USS) no sirvió para nada. Un banquero alemán que asistía a la reunión, convocada por la fundación suiza World Economic Forum, se atrevió a decir en voz alta lo que muchos pensaban: "Esto es un lío. Nos dicen que no existe la Unión Soviética, pero sí 15 repúblicas que a lo mejor forman una Unión, pero por otra parte no están seguros... ¿Me puede decir qué piensa realmente su Gobierno?"

La respuesta la dio Grigori YavIinski, un joven y brillante economista ruso respaldado por Harvard y que es autor de uno de los planes que quizá ponga en práctica el nuevo Consejo Económico Interrepublicano (CEI) para la dirección operativa de la economía de la URSS: "¿Mi Gobiemo?, ¿qué Gobierno? Yo no sé quién está al frente de ésto, y además no conviene plantearse las cosas así".

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La situación económica y política en la antigua URSS responde casi fielmente a esta anécdota. El acuerdo firmado tras el golpe por 10 repúblicas es, a todas luces, algo provisional. Según explica Sobchak, antes de que acabe este mes habrá que preparar un auténtico Tratado de la Unión. Cuál erá su contenido, sobre todo desde el punto de vista económico, es todavía un misterio. Como poco, se conocen ya tres planew. el de Yavlinski, el de Stanislav Shatalin y otro anunciado ayer sin previo aviso por el diario Izvestia.

El proyecto económico que está preparando ahora mismo YavIinski, con el respaldo del CEI, comienza con una fórmula exótica: "Los Estados independientes que fueron integrantes de la Unión Soviética acuerdan...", y en teoría permitiría a cada nueva república determinar su propia política, incluida la creación de nuevas monedas. El mismo reconoce que esta Unión a la carta es algo extraña, pero asegura que las circunstancias también lo son y que a la hora de la verdad, incluso si pueden hacer cosas distintas, la mayoría optará por aceptar una estrategia común. "Más que un espacio económico común, lo que tenemos ahora es un espacio común de problemas", explica sonriendo.

A YavIinski, que parece estar disfrutando como un loco ante la perspectiva de poner en práctica sus ideas, y nada menos que en la antigua URSS, le encantan los juegos de palabras: "En cualquier caso, no puedo asegurarle en este momento si las diferentes repúblicas desean que exista un Estado de la Unión (es decir, órganos centrales de gobierno) o sólo una unión de Estados".

Sobehak, en quien algunos ya piensan como futuro presidentede la Unión para sustituir a Mijaíl Gorbachov, también conria en lograr el acuerdo entre las distintas repúblicas, y por un motivo muy simple: "Muchas saben que la independencia total las hundi ría en el subdesarrollo. La única que será siempre una gran potencia es Rusia". En definitiva, será una unión voluntaria y de conveniencia, porque sólo juntándose a la antigua y fuerte Rusia, al menos durante los próximos años, tienen alguna posibilidad de influir y de lograr que actúe como locomotora de su propio desarrollo.

El alcalde de San Petersburgo no teme tampoco la existencia de distintas monedas: "Como ruso, no estoy preocupado. El rublo será la moneda fuerte de la zona. Ya evitaremos que nos inunden con los billetes que están actualmente en poder de otros". Es decir, en el futuro, las nuevas divisas se encontrarán frente al rublo como la peseta frente al marco alemán: plegándose a las instrucciones del banco emisor del más fuerte. Hay numerosos proyectos en torno al tema monetario que pueden provocar la aparición de cinco a 15 diversas monedas nacionales o republicanas.

¿Quién paga la deuda?

Por ahora, como se puede apreciar, en la antigua URSS todo son juicios de intenciones y análísis en el vacío. Todos auguran que se volverá a crear una Unión, porque es imprescindibledesde el punto de vista económico. Pero los hombres de negocios que tienen que decidir si invierten en algún lugar de este extrafio. Estado quieren oír otra cosa. Por ejemplo, qué pasa con el pago de la deuda exterior de la URSS y si se reparten entre las repúblicas las reservas de oro.El nuevo CEI asume en teoría las obligaciones internacionales de la antigua Unión, pero lo cíerto es que todavía no ha conseguido explicar quién paga la deuda y cómo. La mayoría de los expertos palidecen cuando oyen hablar del tema. YavIinski y todos los políticos encargados por el comité de negociar pasan horas hablando entre sí, pero enmudecen en cuando tienen' que dar opiniones en público.

La deuda exterior de la URSS es de 60.000 millones de dólares (más de seis billones de pesetas), y sólo este año debe pagar unos 15.000 millones, contando intereses. En teoría, hay en este momento 15 repúblicas índependientes. Diez de ellas pueden estar dispuestas a firmar algún tipo de acuerdo que las una, pero otras cinco (las tres bálticas, Moldavia y Georgia) pueden permanecer al margen.

El propio secretario de Estado norteamericano, James Baker, se apresuró el pasado día 3 a lanzar un mensaje para oídos interesados: "Las repúblicas que obtengan nuevos derechos tendrán también viejas responsabilidades". Lituania, deseosa de ganarse cuanto antes respetabilidad internacional, respondió alsegundo que estaría dispuesta a hacerse cargo de su parte correspondiente, aunque no aclaró cómo se calcula ese porcentaje. El presidente de Estonia, Arnold Rutel, de visita el pasado viernes en Moscú, contestó también rápidamente a esa pregunta: "Sí, por supuesto que reconocemos nuestra parte en la deuda. Claro que igualmente deberíamos participar cuando se cobren los créditos que concedió a su vez la URSS a otros países". Se refería, sin duda, principalmente a los del Este. El resto de las repúblicas secesionist.as guardan un espeso silencio, y tampoco se puede decir que las firmantes del acuerdo sean más locuaces

¿Quién negocia?

En cualquier caso, uno de los altos dirigentes rusos admitió a puerta cerrada que habrá que renegociar la deuda y empezar cuanto antes los contactos con los organismos internacionales oportunos. El problema es quién negocia. ¿El CEI, o su eventual sucesor, si es que llega a crearse algún díá?, ¿y en nombre de quién? ¿Las secesionistas lo hacen por su cuenta o pagan su parte, una vez que se sepa, a la nueva Unión, si es que existe? ¿Se hace cargo esa nueva Unión del total de la deuda ante la comunidad internacional?Los econornistas son, con todo, los más optimistas sobre el futuro: pronostican que habrá Unión, dado que económicamente es evidente su necesidad. La realidad, por ahora, es que no existe y quie no se pueden descartar escenarios completamente distíntos en el futuro.

Según el programa adelantado por Sobchak, una vez firmado un acuerdo para la Unión deberían celebrarse elecciones democráticas en muchas repúblicas, y tal vez elecciones presidenciales directas para elegir al máximo represeritante de la Unión (le Estados Soberanos. Ni el propio Sobehak fue capaz de predecir qué podría pasar entonces.

Es posible que la crisis económica galopante y la apatía permitan la creación de partidos populistas, como ya sucedió en Polonia, o incluso la permanencia del antiguo aparato comunista en alguna de las repúblicas del Asia central, como ocurrió en Bulgaria. Con un descenso en los niveles de producción de la antigua URSS calculado en más de un 10% y una inflación que puede llegar al ciento por ciento si no prosperan los nuevos mecanismos económicos, y con unas repúblicas políticamente inconexias, pero capaces de boicotear desde dentro las iniciativas más irinovadoras, la Unión puede rriorir antes de nacer. Entonces tampoco sería descabellado hablar de situaciones explosivas e incluso enfrentamientos armados entre repúblícas, porque las fronteras son en muchos casos ficticias y, como anunció el propio Borís Yeltsin, nadie ha renunciado a sus, derechos territoriales.

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