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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

La vida es dura en Bagdad

El embargo estrangula a Irak y fuerza al racionamiento de productos básicos

El zoco de Bagdad ha perdido el griterío que acompaña a estos típicos escenarios del mundo árabe. La ciudad es toda ella silenciosa. Incluso las bodas carecen del estruendo de los demás países de Oriente Próximo. Es como si la mirada atenta del gran líder, Sadam Husein, colgada en las calles, en las plazas y en los muros impusiera un respeto o un temor que impidiera alzar la voz. La capital de las Mil y una noches vive momentos más duros que los de la guerra contra Irán. El embargo decretado por la ONU tiene la culpa.

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"Estamos muy bien. Sólo falta leche, azúcar, té, arroz, aceite, pero todo va bien", afirma un anciano en un tono entre cínico y cansado. Nació en Basora, junto a la antigua frontera kuwaití, y hace muchos años que vive en Bagdad. Al preguntarle sobre la posibilidad de que el conflicto desatado por la invasión del emirato petrolero, el pasado 2 de agosto, lleve a una guerra, dice que oye mal, que su inglés es muy malo y que la conversación ha llegado a su fin.El Gobierno ha impuesto un sistema de cuotas para todos los productos de alimentación básicos que no cubren las necesidades familiares, y los precios son inasequibles cuando no están subvencionados. Un dinar tiene 1.00O fils y un dólar vale en el banco 300 fils, pero en el mercado negro se obtienen cuatro dinares por un dólar. La relación es parecida a lo que se ,compra con cupón o sin cupón. Un kilo de arroz de la cuota asignada cuesta 250 fils y uno extra cinco dinares.

"No queremos la guerra, pero ¿qué le vamos a hacer?", señala un camarero. El mejor restaurante chino de Bagdad acaba de reabrir sus puertas cerradas hace más de un mes, pero de chino sólo le queda el decorado. No hay existencia de la mitad de los platos de la nueva carta.

Fin de las vacas gordas

El embargo decretado por la ONU va ahogando el pequeño respiro que tuvieron los iraquíes tras el fin de la guerra con Irán. A pesar de la crisis económica que padecía el país, el ciudadano llegó a creerse meses antes del avance de los carros de combate sobre el rico emirato que su país entraba en el período de las vacas gordas. Se habían acabado las restricciones para viajar al extranjero, la economía, cada vez más privatizada y descentralizada, hacía florecer tiendas cuyas estanterías se llenaban de productos importados y las gentes comenzaban a olvidarse de las penurias y las escaseces de los últimos años de la guerra contra Irán, finalizada en 1988.

La posibilidad de una nueva batalla y el bloqueo comercial han caído como una losa sobre los cuatro millones de habitantes de Bagdad. "Tendremos que soportarlo", dice un periodista que teme que le llamen a filas de un momento a otro.

En los ocho años de lucha contra los religiosos iraníes murieron más de 300.000 iraquíes. Cada familia tiene al menos a uno de sus miembros bajo tierra. El dolor aún está fresco cuando comienzan nuevamente a sonar los tambores de guerra.

A simple vista, sorprende la falta de medidas de seguridad de los edificios clave de la capital iraquí. En Kuwait, el Ministerio de Información estaba protegido, antes de la invasión, por tres tanquetas y, para llegar a su recinto exterior en automóvil, era necesario pasar unos férreos controles que iban desde la identificación y el registro del vehículo y de sus ocupantes hasta un vericueto de pasillos entre muros de hormigón, puerta,3 blindadas y enormes púas metálicas sobre el suelo.

En Bagdad, se entra al mismo ministerio como quien va a casa. "La muhabara [policía política] tiene a todos tan vigilados que no necesita un control especial de los edificios públicos", indica un diplomático occidental.

Bagdad da tal impresión de tranquilidad que nadie diría que es el corazón del avispero que amenaza. con cambiar el mapa de Oriente Próximo. A pesar del embargo, en las tiendas se puede encontrar casi todo.

Muchos de los productos que se venden a precio de oro han sido sacados del desaparecido emirato. En más de una tienda he visto sacos de arroz de cinco kilos con la siguiente etiqueta en árabe e inglés: "Corporación Comercial y Alimenticia de Kuwait". Por las anchas y enormes avenidas circulan numerosos turismos, la mayorías alemanes y japoneses, y miles de taxis. Empleados de los servicios de seguridad se sacan un sueldo extra trabajando como taxistas al caer la tarde.

Los funcionarios ganan un suelo medio de 200 dinares y, aunque disponen de grandes economatos en los que los precios son muy bajos, resulta imposible vivir con esa suma. Ahora esos economatos carecen, por ejemplo, de carne congelada importada y la carne iraquí que se vende en los mercados cuesta 11 dinares el kilo.

Por la mañana temprano se forman largas colas para comprar pan. Está racionado a tres pequeños bollos por persona o bien a la harina equivalente para quienes prefieren hacerlo en casa. "La gente comienza a pasar hambre con tanto pan, tan poco arroz y lo demás tan caro. La vida se está poniendo más difícil que nunca", señala un campesino de los que venden en el mercado central de abastos.

Quienes llegan desde Ammán en el único vuelo regular que comunica Bagdad con el mundo exterior han elegido bien su equipaje. Los grandes maletones atados con cuerdas vienen repletos de pan jordano. Uno tras otro la policía los va abriendo y el contenido siempre se repite. Nada de radiocasetes y de televisores, ahora lo importante es el pan.

Un moderno centro hospita¡ario alberga el hospital pediátrico nacional, que dirige la doctora Rafá Salam. Ésta señala que muchos de los niños padecen malnutrición a causa del .embargo que impide la llegada de leche y medicinas. El hospital funciona a la mitad de su capacidad, porque no tiene con qué tratar los casos.

"Hay madres que al ver que no tienen leche para el bebé recurren a la de vaca lo que provoca en los niños frecuentes problemas gastrointestinales, diarreas y un deterioro continuado de su salud", afirma el doctor Dea Adit, jefe de una de las unidades infantiles.

El fantasma del racionamiento de gasolina

Ningún racionamiento ha sido tan impopular como el de la gasolina. Sólo duró cinco días y terminó con la destitución del ministro del Petróleo, Abdul Rahim al Salabi. La cuota establecía 30 litros por semana y coche y 60 para los taxistas. "En una ciudad tan grande como ésta [45 kilómetros de diámetro] hay veces que gastarnos 30 litros por día. ¿Cómo íbamos a venir a trabajar? No hay metro ni autobuses. Los taxis no podían circular porque gastan 60 litros por día. Era absurdo", afirma un chófer. Con la misma rapidez con que se informó que no había aditivos para elaborar gasolina se decidió que los había. Al Salabi ha desaparecido de la escena política como único responsable de la impopular medida y Kamil Husein, el yerno del presidente y ministro de Industria e Industrialización Militar, se ha hecho cargo de la cartera de Petróleo. Pero en Bagdad nadie se traga que Al Salbi sin consultar sin nadie pusiera cuotas al consumo de gasolina.

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