Corea del Norte reabre sus puertas al turismo cinco años después: “La vida es similar a lo que teníamos en los ochenta”
El hermético régimen de Kim Jong-un ha dado acceso a los primeros visitantes extranjeros occidentales, tras un lustro con las fronteras selladas por la pandemia
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Cinco años después de sellar prácticamente sus fronteras, Corea del Norte, el país más hermético del mundo, las ha reabierto al turismo extranjero. De momento lo ha hecho de forma muy limitada, dando acceso a unos pocos visitantes y únicamente a la ciudad de Rason, una zona económica especial cercana a la frontera con Rusia y China, en el noreste del país. El país, ya de por sí cerrado al mundo, y con uno de los mayores niveles de censura y desconexión del resto del planeta, selló sus fronteras a principios de 2020 por la pandemia de covid e incluso dio órdenes a sus soldados de disparar ante cualquier movimiento en la frontera. Desde entonces había permanecido prácticamente amurallado.
Los primeros viajeros que han podido entrar en la pequeña potencia nuclear asiática han sido parte de delegaciones formadas por agencias turísticas invitadas para tantear el terreno. Rowan Beard, un australiano de 37 años, cofundador de Young Pioneer Tours, empresa especializada en viajes a Corea del Norte, ha formado parte de una de estas delegaciones. Presume de ser el primer turista occidental no ruso en cinco años (a los ciudadanos de Rusia, país con el que Corea del Norte vive tiempos de idilio y acompasamiento geopolítico, se les permite la entrada desde principios de 2024). “Ha sido estupendo regresar”, dice por teléfono, ahora desde Seúl. “Tenemos que revivir la industria del turismo. Tenemos que conseguir que otros extranjeros entren e interactúen con los norcoreanos”.
Beard cruzó la frontera norcoreana desde China el 13 de febrero y salió el pasado lunes. Conoce bien el país; ha viajado un centenar de veces desde 2013. Y cree que el gran atractivo turístico está en parte relacionado con su hermetismo. “Para mucha gente, es un país muy misterioso”. Ha pasado cinco días de “reuniones de negocios”, para poner en marcha de nuevo el turismo; ha visitado escuelas, una fábrica de cerveza, otra de soju (un destilado coreano), hoteles y distintos lugares propagandísticos.
En su perfil de Instagram, Beard ha colgado fotos posando a los pies de las inmensas esculturas de los dictadores Kim Il-sung y Kim Jong-Il, abuelo y padre, respectivamente, del actual máximo líder, Kim Jong-un; también un vídeo de un baile tradicional con cerca de 2.000 estudiantes universitarios en honor del cumpleaños de Kim Jong-Il, algo habitual en cada fiesta nacional. “Allí hay un ambiente muy diferente”, resume. ”Técnicamente, no hay internet, o es muy limitado. Así que la vida allí funciona de forma similar a lo que teníamos en la década de 1980″.

Antes del cierre, en 2019, Corea del Norte recibió 300.000 turistas extranjeros, el 90% de ellos chinos. Esas entradas reportaron hasta 150 millones de dólares (unos 143 millones de euros), según expertos citados por la agencia AP. Tras el cerrojazo, no reconoció su primer brote de covid hasta casi dos años y medio después de que comenzara la pandemia, lo que desató todas las alarmas ante el temor a las graves consecuencias. El sistema de salud es extremadamente precario, y no constaba entonces que ninguno de sus 28 millones de habitantes hubiera sido vacunado. Un día después informó de su primer fallecido, aunque tan solo tres meses después sus órganos de propaganda se apresuraron a declarar la victoria contra el coronavirus.
Cinco días por 645 euros
Oficialmente, el país reabrió al turismo en enero. Tras el viaje de reconexión del australiano Beard, este jueves entró con éxito en Corea del Norte el primer grupo de turistas extranjeros enviados por su compañía, con gente de Singapur, Australia, Alemania y Rumanía, entre otros países. Ofrecen paquetes de cinco días por 645 euros. Han despertado un interés notable.
Él volverá en marzo al frente de un segundo grupo en el que también hay un par de españoles. “Me gusta formar parte de esta industria que anima y compromete a los extranjeros a reunirse con los norcoreanos, a experimentar lo que el país tiene que ofrecer, a hacer las preguntas que la gente no suele tener la oportunidad de hacer, [dado que] han sido aislados de todo”. El ministerio de Exteriores español, en cualquier caso, “desaconseja” ir de turismo a Corea del Norte, según consta en un aviso en la web oficial.
El cierre pandémico, unido a restricciones previas, le ha pasado factura al país, argumentaba Human Rights Watch en un informe de hace un año: “La represión, combinada con los efectos de las restricciones comerciales que China y Corea del Norte impusieron entre 2017 y 2023, ha aislado de hecho a Corea del Norte del resto del mundo y ha detenido casi todos los movimientos transfronterizos de personas, el comercio formal e informal y la ayuda humanitaria”. El informe alertaba de que varios factores —los “terribles abusos” del Gobierno; la intensificación de las sanciones de la ONU por el programa nuclear— habían provocado “una situación humanitaria calamitosa, sin final a la vista”.
Gergo Vaczi, un húngaro de 37 años, también acaba de estar de visita en Corea del Norte entre el 13 y el 17 de febrero. Mismos lugares y mismo cometido: Vaczi vive en China, donde trabaja como responsable de la oficina de Pekín de Koryo Tours, una agencia que organiza viajes a Corea del Norte desde 1993. Sus cinco días en Rason han sido de “familiarización” para reconectar con viejos socios y revisar instalaciones e itinerarios antes de enviar al primer grupo de turistas extranjeros, que entraron este jueves.

A Vaczi, que ha estado 28 veces en el país, le han sorprendido varias cosas en esta última visita. Lo primero, lo sonrientes y amigables que han estado los guardias fronterizos de Rason, conocidos por su severidad “incluso para estándares norcoreanos”, dice. “Entrar fue una experiencia bastante placentera”. Segundo, lo presente que sigue estando el miedo al coronavirus. Se toma la temperatura y se llevan el equipaje para desinfectar en una máquina nada más cruzar la frontera; varios establecimientos también comprobaron si tenía fiebre, y le pidieron desinfectarse las manos; en muchos edificios aún hay carteles que piden no acudir al trabajo si uno supera los 37 °C, y en el parte meteorológico de la noche, en la Televisión Central, aún recomiendan a la gente que se ponga mascarilla.
En lo político, asegura, parecen bastante al día, o al menos lo están los guías con los que ha tratado. Saben de la guerra comercial desatada por Donald Trump, y también de su propuesta para tomar control de Gaza; del intento fallido de imponer la ley marcial en Corea del Sur por parte del hoy depuesto presidente, Yoon Suk-yeol, y de que Hungría —de donde Vaczi es originario— es el único aliado del mandatario ruso, Vladímir Putin, en la Unión Europea. “Conocen algunos hechos, pero probablemente las interpretaciones son diferentes”, matiza.
Confiesa que no ha querido cruzar los límites en este primer viaje, y hay cosas “sensibles” por las que no ha preguntado, como la participación de las tropas norcoreanas en la guerra de Ucrania. Por último, ha percibido un cambio político en detalles sutiles: han desaparecido todas las referencias a la reunificación con Corea del Sur, a la que ahora llaman por su nombre oficial, República de Corea, un giro vinculado a la decisión tomada en enero de 2024 por Kim Jong-un de renunciar a la reunificación pacífica con el Sur.
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