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Artistas brasileños piden asilo simbólico a Checoslovaquia, Francia y Uruguay

El compositor Chico Buarque encabeza la protesta contra la política cultural del Gobierno

Los viejos tiempos parecían de regreso. Actores, directores de teatro, algunas bellas jóvenes en éxtasis cultural y unos cuantos cantantes se reunían por las calles llenas de encanto de Río de Janeiro para una protesta contra el Gobierno "que destruye la cultura nacional con el desmantelamiento de los órganismos oficiales". La idea era tan original como los acontecimientos de la década de los setenta: los artistas brasileños, entre ellos el compositor Chico Buarque, el dramaturgo Augusto Boal y la cantante Beth Carvalho, pedían asilo simbólico a países como Francia, Uruguay y Checoslovaquia.

Las caras ya no eran tan jóvenes como hace 20 años, había algunas panzas de cerveza más pronunciadas y, sobre todo, ausencia de cabellos y muchas cabezas brillantes. Liderando al al grupo estaban el dramaturgo Augusto Boal, uno de los más perseguidos del antiguo régimen militar y bastante conocido en- el exterior, y el compositor Chico Buarque. Hubo algunos problemas técnicos en el intento de asilarse simbólicamente. El consulado de Checoslovaquia en Río de Janeiro había cambiado su dirección. Y los artistas, reconocidos por algunas personas en la calle, caminaron por una famosa avenida de Ipanema sin encontrarlo. Frente al Consulado de Francia sufrieron la decepción de encontrarse con las puertas cerradas: el cónsul estaba de viaje y su representante, ante tanta gente desconocida, pensaba que se trataba de una invasión hostil. Después de entregarle una carta a una agregada cultural, muy contenta de reconocer a algunos artistas, el grupo desistió de asilarse en el Consulado de Uruguay. Ya era casi la hora de la comida y cada uno siguió su rumbo. Pero el objetivo principal de la protesta había sido alcanzado. Para el dramaturgo Augusto Boal, el portavoz del grupo, el nuevo Gobierno brasileño está dedicado a la destrucción de la cultura brasileña. Boal habla del hecho de que el presidente Fernando Collor de Mello haya eliminado todos los órganos oficiales que se procupaban de una manera u otra de la distribución de los recursos gubernamentales a actividades culturales. De hecho, el nuevo presidente empezó su mandato, en marzo, haciendo desaparecer el Ministerio de Cultura, que fue ocupado por el conocido economista y escritor Celso Fortado. El propio Fortado, en sus últimos y felices días en el Gobierno, decía que era imposible promover de arriba para abajo la cultura en Brasil".Otro motivo de protesta de los artistas brasileños se refiere a la abolición de una ley que figuraba con el nombre del último presidente, José Sarney que garantizaba incentivos fiscales a los empresarios que de alguna manera invertían en proyectos culturales. Esta ley sirvió para inventarse todo tipo de trucos para librarse de pagar al fisco, siempre bajo la disculpa de la financiación de proyectos culturales, que podían ser simplemente la publicación del propio balance de una empresa.

Ley del mercado

Lo que más ha irritado a los artistas brasileños, sin embargo, ha sido una declaración del nuevo presidente. Fiel a los principios liberales de moda en el Cono Sur, Collor quiere terminar con los subsidios de todo tipo, sea a la ganadería, a la minería o al teatro. Y dijo que en la cultura debe reinar ahora también "la ley del mercado". "En la cultura brasileña manda ahora no la ley del mercado, pero si la ley del negociante", contestó Boal.

Por cuestión de justicia sería dificil atribuirle al nuevo Gobierno de Brasil la culpa de las diricultades que los artistas brasileños experimentan en este momento. Ellos dicen que Fernando Collor muestra desinterés por cuestiones culturales de cualquier tipo. Falso. Al presidente le encantan los deportes, los aviones supersónicos y las motocicletas. Pero su antecesor era miembro de la Academia Brasileña de las Letras, había escrito diversas novelas de calidad dudosa que distribuía entre los jefes de Estado extranjeros y la situación de la cultura no era mejor.

Aparte de la lambada, un éxito en el exterior que dificilmente podría ser atribuido a cualquier política cultural brasileña, Brasil no se ha hecho notar por nuevas producciones culturales en los últimos años. Esta constatación no ofende aningún productor cultural en Brasil: todos dicen que no hay dinero, no hay interés, no hay mercado, no hay calidad.

El debate en Brasil es fuerte entre una corriente que atribu ye las dificultades culturales a la crisis económica que vive el país y otra que prefiere hablar de una crisis de identidad na cional. Brasil tiene entre los países en desarrollo la televisión más fuerte del mundo, que incluso exporta telenovelas. Pero esto para los artistas no es producción cultural.

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