"Camaradas, se acabo"
H. T. El anciano Janos Kadar se resistía en mayo de 1988, hace menos de dos años, a ceder la secretaria general del Partido Comunista Húngaro e insistía aún la necesidad de fortalecer el "papel dirigente del partido comunista". Aquel día se hundía en un inmenso socavón parte de la avenida Lenin. Hubo quien vió en aquella coincidencia un mal augurio para los comunistas. Ahora, tras las primeras elecciones democráticas y los cambios registrados en los países del Este europeo, aquello parece una historia de tiempos lejanísimos.
Los húngaros han votado contra el sistema que les fue impuesto por el Ejército soviético y un grupúsculo de comunistas húngaros hace más de cuatro décadas. Los comunistas que como tales se presentaron el domingo a las elecciones no estarán siquiera en el Parlamento. El 3.6%, obtenido refleja cláramente el apoyo de esta opción en el pueblo húngaro.
Incluso el Partido Socialista Húngaro, en cuya dirección figuran los artífices de la autoliquidación de la dictadura y que se había distanciado cláramente de toda tentación dictatorial, acudió a estas elecciones con el inmenso lastre de su pasado comunista.
El 10%, que ha logrado le permitirá contar con un grupo parlamentario que desde la oposición quizá logre convertirse en una alternativa de izquierda en dos o tres legislaturas, según su capacidad para conectar con las exigencias de la nueva Hungría. El primer ministro Miklos Nemeth, ha demostrado con su gran victoria en su distrito electoral, donde se presentaba a elección directa como independiente, que su personal aportación a la liquidación del régimen se ha visto reconocida.
"Camaradas, se acabó" reza uno de los carteles del Foro Democrático. La disolución de las dictaduras en el Este de Europa, que alcanzó un ritmo vertiginoso en el otoño pasado, entró en Hungría, pionera en este proceso, en la nueva fase en que un Gobierno legitimado democráticamente emprende la reconstrucción del país.
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