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Tribuna:50 AÑOS DE 'HOMENAJE A CATALUÑA'
Tribuna
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La revolución traicionada

El mejor Orwell no fue el novelista de Rebelión en la granja y 1984, sino el ensayista combativo, provocador, lúcido y polémico de El camino a Wigam Pier, Homenaje a Cataluña y El león y el unicornio (y puestos a escoger, el Orwell de Homenaje a Cataluña, publicado ahora hace 50 años, en 1938). Homenaje a Cataluña fue el fruto de la experiencia de su autor en la guerra civil española. Orwell llegó a Barcelona en diciembre de 1936. Se unió a la milicia del POUM, combatió en el frente de Aragón, fue testigo de los sucesos de Barcelona de mayo de 1937, aquella guerra civil dentro de la guerra civil que enfrentó a anarquistas y poumistas con las tropas gubernamentales republicanas. Resultó gravemente herido una vez que volvió al frente; convaleció en varios hospitales; finalmente, todavía no repuesto, hubo de salir huyendo de España una vez que se ilegalizó su partido, el POUM, en junio de aquel mismo año. Una experiencia así es necesariamente determinante en cualquier biografía, y Orwell no fue excepción: sus seis meses en España, aquella alucinante aventura que empezó con la incorporación voluntaria y entusiasmada a la lucha contra el fascismo y por la revolución proletaria, y terminó con la clandestinidad y la huida para no caer, como otros camaradas del POUM menos afortunados, en manos de la policía "revolucionaria", fueron los seis meses más decisivos en una vida por demás densa, difícil, irrepetible.

Tergiversación

Por eso que los temas esenciales de Homenaje a Cataluña fueran sustancialmente dos: la traición de la revolución por el partido comunista (o por la URSS, si se prefiere) y la distorsión sistemática de: la verdad por la propaganda política, puesta de manifiesto en la inaudita tergiversación que los comunistas y sus colaboradores hicieron de los hechos de Barcelona y del papel del POUM en la guerra. Se comprende: que Homenaje a Cataluña expresase el formidable desencanto de Orwell. Su experiencia en España le dejó un legado de asqueamiento, no de heroísmo. No es que hubiera previamente romantizado la guerra o idealizado el Frente Popular. De ninguna forma, Ni siquiera estaba convencido de que el POUM llevara razón en la estrategia que preconizaba: primero, la revolución; luego, la guerra. Pero Orwell pudo pulsar y vivir la camaradería y abnegación de los milicianos en las trincheras, vibrar con la autenticidad antifascista de cenetistas y poumistas. Creyó con razón en el carácter espontáneo y en la generosidad de la revolución obrera de Barcelona, en el sentido moral de aquel gran esfuerzo colectivo en defensa de la República. No pudo, por eso, ni entender ni aceptar que todo aquello terminase en la atmósfera de miedo, delaciones, encarcelamientos y muertes de 1937, en los que las víctimas eran los revolución arios de la primera hora, y sus ejecutores sus mismos compañeros de armas.

Le llevó algún tiempo aceptarlo, pero terminó por admitir algo que ya por entonces se revelaba, o empezaba a hacerlo, con nitidez: que en España no se libraba sólo una lucha revolucionaria contra el fascismo, sino que al hilo de la misma se desencadenaba una implacable lucha por el poder en el interior de la República española. Lo que marcaría a Orwell decisivamente sería, en concreto, la labor del Comintern en esa lucha, los esfuerzos de la Unión Soviética para impedir la revolución en España, por subordinar la situación española a sus propios intereses internacionales; o, en otras palabras, la utilización de la guerra y del apoyo soviético a la República para promover la escalada al poder de los comunistas españoles.

Para Orwell, por tanto, los sucesos de Barcelona de mayo de 1937 y la ilegalización consiguiente del POUM tuvieron una significación inequívoca: supusieron el aplastamiento de la revolución espontánea de 1936. Pero importa añadir que Orwell no creyó que ello fuera exigencia -o sólo exigencia- de las necesidades estratégicas y militares de la República española (para lo cual la estrategia comunista de anteponer la guerra a la revolución le parecía correcta). No, su verdadero acierto estuvo en comprender que se trataba de una necesidad inevitable en la propia lógica del totalitarismo de izquierda, consecuencia de la incompatibilidad radical entre comunismo, disidencia, libertad y crítica. Al POUM se le liquidó en España por las mismas razones, y al mismo tiempo, que se ejecutaba en la Unión Soviética a miles y miles de disidentes (y se les liquidó de la misma forma miserable: cubriendo su memoria de falsedades clamorosas y acusaciones inconcebibles, buscando maldecirles ante la historia).

Esa misma miseria moral hizo que algunos editoriales de izquierda no quisieran publicar la obra de Orwell y que, una vez editada, se multiplicasen los ataques contra su persona. Y es que Orwell fue -con Victor Serge, Boris Souvarine, Arthur Koestler- uno de los primeros intelectuales en ver la esencia totalitaria del sistema soviético, y en decirlo. Y en denunciar el silencio (cómplice) de los intelectuales de izquierda ante lo que estaba sucediendo: ante las purgas y deportaciones estalinistas, ante la represión en Ucrania, ante los campos de concentración en Rusia, ante los asesinatos de Bukharin, Kamenev, Andrés Nin, Zinoviev y tantos miles de personas desconocidas u olvidadas.

Pese a tantas decepciones, la experiencia española le reafirmó en alguna de sus ideas básicas en tomo al socialismo. Por lo menos, le dio una prueba viva y directa de la dignidad y la generosidad de los trabajadores, en los que siempre vio el verdadero baluarte de la República española. La guerra de España le reafirmó en su convicción de que el socialismo debe ser mucho más un sentimiento, una moral, que una ideología.

Homenaje a Cataluña permanecerá, pues, como lo que fue: el testimonio de una decepción y el manifiesto valerosísimo de un intelectual radical, de un escritor de izquierda, de un militante antifascista, comprometido -con una pasión moral y una independencia insobornables- con los valores de la libertad, la solidaridad y la verdad.

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