Pagar para leer sin móvil, estrés o distracciones: “Pensábamos que igual era una secta o algo friki, pero fue una pasada”

El silencio solo se rompe con el chisporroteo de la leña desapareciendo entre las llamas. Tres mujeres leen Los astronautas, de Laura Ferrero (Alfaguara), frente a un ventanal que se abre al río Duero, a su paso por Quintanilla de Onésimo, en Valladolid. Hasta hace pocas horas, Carmina, Alejandra y Ana no se conocían de nada. Ahora comparten novela en el salón de un hotelito de la España vacía. Sin móviles, agobios o preocupaciones. Lejos del estrés y la rutina.

“Nunca había ido a ningún retiro, ni de yoga ni de ningún tipo, pero compartir un espacio para leer con gente distinta me llamaba la atención”, explica Carmina, abogada con 15 años de experiencia. Su hermano le recomendó venir cuando estaba pasando por un momento de mucho estrés profesional. “Nos quejamos de que nos falta tiempo, pero aunque te quedes en casa sin hacer nada, desconectar no es fácil”, comenta.

Alejandra se recuesta en un butacón burdeos. Ha cogido un avión y ha recorrido miles de kilómetros para llegar a este pueblo que el expresidente José María Aznar puso, en su día, en el mapa cuando lo frecuentaba en verano y que destaca por sus vinos denominación de origen Ribera del Duero. Tuvo que mudarse a Países Bajos cuando a su marido le contrataron en la Agencia Espacial Internacional. Allí creó un club de lectura con otras españolas que le sorprendieron con esta experiencia por su cumpleaños. “Nunca me habían hecho un regalo así. Al final, es regalar tiempo”, dice entre susurros para no molestar a las demás.

Junto a ellas, Ana subraya con un lápiz verde la novela de la escritora Laura Ferrero. Lo primero que dijo al presentarse ante sus compañeros del retiro fue que es, ante todo, “una cuidadora”. Primero de sus hijos y después de sus padres. Hoy, divorciada, quiere vivir su vida. “Me toca cuidarme a mí, por eso he venido. Además, me consuela saber que no estoy sola en mi mierda”, confiesa.

Un remanso de paz

Las tres disfrutan de la lectura junto a la chimenea, pero otros prefieren ponerse el abrigo y salir fuera a leer. Eso sí, la gran mayoría dejan el móvil en la habitación. En total, son un grupo de 17 desconocidos de entre 30 y 60 años que han decidido compartir fin de semana en Remanso. El plan de este retiro por el que han pasado escritores como Elvira Lindo, Sergio del Molino o Antonio Muñoz Molina es sencillo: leer, descansar y reflexionar sobre una novela con su autor.

El escenario suele ser un hotel rural lejos de la ciudad. Hay unas horas destinadas a la lectura, pero también tiempo para paseos y comidas en los que el grupo puede conocerse. Ferrero acaba de llegar desde Barcelona. Es la escritora invitada. Aunque es habitual verla en charlas, presentaciones y conferencias, es la primera vez que acude a una actividad de este tipo. “No veo mejor plan. Gente que dedica un fin de semana a leer tu libro... Como novelista no se puede pedir más”, comenta.

Ha ido a buscarla en coche hasta la estación de tren de Valladolid Miguel Ángel Cayuela, el creador y fundador de este peculiar retiro. Educador de profesión, puso en marcha la iniciativa durante la pandemia. “Me di cuenta de que la tecnología nos hace vivir de forma acelerada y de que cada vez leemos menos y peor. Era algo que yo mismo necesitaba. Generalmente, suelen venir muchos abogados y médicos, imagino que por la presión de sus trabajos, pero también profesores y jubilados”, explica junto al río.

Disfrutar de un fin de semana de lectura cuesta entre 400 y 600 euros por persona dependiendo del lugar, el hotel y si se comparte o no habitación. Está todo incluido: la manutención (desayunos, comidas y cenas), el alojamiento, las actividades y, por supuesto, la novela. “Es una inversión económica importante”, reconoce Cayuela, “pero no lo veo como un negocio porque etimológicamente esa palabra significa negación del ocio. Obviamente, tiene que ser rentable, pero es un proyecto bonito que va más allá”.

Terapia de grupo

“Creo que poder escaparte un fin de semana para leer es hoy una experiencia de lujo”, comenta la periodista Victoria Gabaldón. En esta edición, además del coloquio con Laura Ferrero, la organización ha preparado una charla sobre Mamagazine, la revista que dirige. Esta publicación, que cuestiona y celebra la maternidad moderna, tiene mucho que ver con la premisa que plantea Los astronautas, una novela que, sobre todo, habla de la familia.

“El sistema capitalista da la espalda a la vida y a los cuidados”, añade Carol Renaux, la fotógrafa de la revista. Durante estos tres días, muchas de las conversaciones girarán en torno a la maternidad, la crianza, la conciliación y los lados oscuros de las relaciones familiares. A medida que pasan las horas, este retiro se convierte en una especie de filandón en el que un puñado de desconocidos acaban abriéndose y contando historias muy íntimas.

La primera vez que Antonio y Henar fueron a este retiro Remanso también fue una terapia para ellos. Así que esta pareja de Bilbao, ingeniero y profesora de Lengua, han repetido en la localidad vallisoletana. “Al principio, pensábamos que igual era una secta o algo friki y teníamos miedo. Nuestros amigos nos decían que a ver dónde nos estábamos metiendo, pero fue una pasada”, recuerda ella entre risas.

El equilibrio entre la posibilidad de conocer a personas con intereses culturales similares y la introspección es una parte importante de esta experiencia. “En los entornos de quietud se activan las hormonas relacionadas con el bienestar”, explica Alicia Martos, psicóloga especializada en salud mental perinatal que ha venido al retiro junto a una amiga. “Y la atención plena se favorece mucho a través de la lectura”.

El domingo por la tarde, se despiden con la novela terminada y como si se conociesen de siempre. Sonrisas, abrazos e intercambios de teléfonos. Muchos prometen que intentarán leer más en su día a día y amenazan con volver. “Es verdad que esta experiencia no está todavía en nuestro imaginario de gasto como ir a un concierto de Coldplay o bucear en Lanzarote”, concluye Cayuela, “pero es una forma de activismo contra este sistema de rendimiento colectivo. Algo revolucionario”.