_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De militares cuerdos y militares locos

Día triste para Galicia y Asturias. A las 24 horas de declarar que un militar de sangre gallega y asturiana no se rinde, el teniente coronel Aldo Rico (conocido como el loco rico) se rindió sin disparar un tiro. Ni siquiera el tiro en la sien que el código de honor imponen a un oficial y caballero.No fue la única invocación en vano. Sus principales colaboradores en la rebelión que agobié a Argentina el fin de semana, el teniente coronel Héctor Álvarez Igarzábal y el mayor Jorge Janula, afirmaron: "Si es necesario, moriremos abrazados a una cruz". La cruz no tuvo más suerte que Galicia y Asturias. Al rendirse, los dos golpistas se abrazaron a dos oficiales leales, con un típico argentinismo de quienes son amigos desde tiempo atrás: "Che, ¿qué hacés por aquí?".

Más información
Los peronistas piden que se investigue una presunta trama civil golpista

Las crisis militares que ha soportado el presidente Alfonsín han tenido una misma característica: enfrentaron a locos contra cuerdos. Ambos tienen los mismos objetivos: terminar con la democracia e imponer un régimen totalitario. A esto llaman integrar las fuerzas armadas al quehacer nacional. En última instancia, aceptarían una democracia que acatara, disciplinadamente, las órdenes de los altos mandos.

Cuerdos y locos también tienen una misma idea de sus destinos: están llamados a salvar la patria, primero; el mundo, después. Una voluntad mesiánicaotorgada por el diploma con que ingresan en las academias militares argentinas.

Cuerdos y locos saben que ellos son decentes, honestos, católicos, higiénicos y, generalmente, llevan bigote. Coinciden en que el enemigo -los civiles- son indecentes, deshonestos, judíos-comunistas-masones, no se bañan y llevan barba tupida, además de lentes. Los únicos civiles admisibles son las esposas de los militares.

Los dos bandos, que no pelearon en el enfrentamiento que los militares anunciaron como una batalla que sería "a sangre y fuego" son nacionalistas y fascistas. Los dos aspiran a que en las plazas sean instaladas estatuas celebrando a los torturadores de la guerra sucia. La diferencia es que los cuerdos saben que es necesario elaborar una estrategia para alcanzar esos objetivos en un país donde civiles desarmados se atreven a insultar a comandos que muestran las caras pintadas, casco y metralleta. Los locos quieren apretar el gatillo ya mismo.

Cuerdos

Los cuerdos son mejores poroteros. Reunidos en su comando, suman los porotos con que cuentan: cuántos regimientos son adictos, cuántos enemigos y cuántos esperarán una definición antes de pronunciarse a favor del ganador. Estos últimos son la inmensa mayoría. Rico demostró ser el peor porotero del Ejército: cuando se lanzó a la lucha, en la cual juró vencer omorir, colocó un poroto en el lugar equivocado. El decisivo regimiento de infantería de la guarnición de Córdoba prefirió aguardar una definición de la crisis antes de inclinarse a sangre y fuego por el vencedor. Rico aceptó su derrota cuando le informaron que "falló Córdoba".

Sin embargo, Argentina no es ridícula. Es patética. Ridículos son sus militares. Y quizá también son peligrosos. Pero menos que los civiles de derechas que aspiran a ocupar los ministerios, directorios de bancos oficiales y gerencias de empresas públicas que los militares les entregan cada vez que se alzan con el poder.

Pocas horas después de que los locos quedaron encerrados en guarniciones o cárceles, y los cuerdos sólo hablaban de recomponer la disciplina, la jerarquía, la cadena de mandos, ya los políticos y comentaristas de derecha anunciaban que el Gobierno democrático no sabía tratar con las fuerzas armadas.

El Gobierno de Alfonsín, afirmaron, conflictuaba y angustiaba a las fuerzas armadas. Los hombres de armas llevar tienen una delicada psicología y ansiedad emotiva.

La derecha civil es peligrosa porque intentará impedir que un momento histórico favorable a la sociedad civil se consolide en un hecho definitivo. Ya está trabajando para que lo ocurrido no vaya más allá de una situación pasajera. Se ocupará de que los cuerdos no olviden que los locos sonhermanos en la misma causa.

El 10 de diciembre de 1989 Raúl Alfonsín entregará el mando a otro presidente. Será civil. La última vez que tuvo lugar una ceremonia similar fue el 12 de octubre de 1928. Los cuerdos se han resignado a que esto ocurra. La derecha instrumentará esa resignación, en un sentido o en otro, en una especie de chantaje al Gobierno democrático. Impedir ciertas reformas impositivas, impedir la libre competencia en los contratos para modernizar los sistemas de comunicaciones y las explotaciones de energía.

Pero es posible afirmar seriamente que habrá ceremonia civil el 10 de diciembre de 1989. Raúl Alfonsín ha logrado obtener el máximo de las precarias condiciones en que se le entregó el poder en 1983. No tuvieron lugar todos los juicios por violación de derechos humanos que uno hubiera deseado, pero hubo juicios. No fueron sancionados todos los militares locos que crearon situaciones de crisis, pero hubo sanciones y relevos. No fue disuelto el batallón 601 -inteligencia militar-, pero muchos de sus colaboradores, dedicados a secuestros extorsivos, están presos y serán condenados. Alfonsín ha creado una coalición civil -incorporando plenamente al peronismo el juego democrático-, como no ha existido en la Argentina en lo que va del siglo:

Podría ocurrir, incluso, que Argentina ingrese en el siglo XXI con un régimen democrático, civil, pacífico.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_