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Un lustro de revolución sandinista

¿Nicaragua es diferente?

Antonio Caño

El 19 de julio de 1979, por segunda vez desde el fin de la colonización española, una revolución de inspiración socialista conseguía el triunfo en el continente americano, política y económicamente en la órbita de Estados Unidos. Pocas revoluciones en el mundo nacieron con tanta vocación democrática. El régimen sandinista suponía hace cinco años un movimiento diferente -una tercera vía, como fue llamado entonces-, respetuoso del pluralismo político y de la propiedad privada y con una política exterior de no alineamiento. Hoy, la guerra contra los grupos antisandinistas financiados por la CIA agota los recursos económicos del país y el mercado negro, la inflación y el desabastecimiento provocan el malestar de importantes sectores de la población nicaragüense. En nombre de la unidad frente a los contrarrevolucionarios, la libertad de prensa ha sido fuertemente restringida y el frente más radical del sandinismo orienta el sistema hacia el modelo cubano.Las elecciones del 4 de noviembre se han convertido en un examen de democracia para los sandinistas. Managua ha prometido unas elecciones limpias y los exigentes ojos de los aliados de Nicaragua en el mundo, fundamentalmente los políticos de la Internacional Socialista (entre ellos, el jefe del Gobierno español, Felipe González, presidente del Comité de Solidaridad con Nicaragua), estarán pendientes de su desarrollo.

Una semana después de entrar victoriosos en Managua, cumplida la misión de acabar con el gánster-presidente Anastasio Somoza, los dirigentes sandinistas, con Daniel Ortega al frente, se presentaron vestidos de verde olivo en la Casa Blanca. Tomás Borge, ministro del Interior, insistía por entonces en Washington en que la revolución que él representaba no aceptaba "la etiqueta comunista".

A la celebración del primer aniversario del derrocamiento del dictador fue invitado el entonces presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, cuya decisión de abandonar a Somoza a su suerte resultó decisiva para la victoria revolucionaria. Pero Carter no estuvo en Managua. Quien sí asistió a la ceremonia fue el presidente de Cuba, Fidel Castro, en una visita que la prensa nicaragüense de oposición comparó con la que el líder cubano realizó al Chile de Salvador Allende. Es todo un símbolo del rumbo que tomaría el régimen nicaragüense y el comienzo de lo que sería el deterioro de la relación con EE UU, cuyo Gobierno, presidido ahora por Ronald Reagan, ha llegado a incluir a Nicaragua en el grupo de países "cautivos del comunismo".

Los sectores marxistas-leninistas de la revolución habían llegado meses antes del derrocamiento de Somoza a un acuerdo nacional con la burguesía, pacto cuya fragilidad se hizo patente pocos meses después de alcanzado el Gobierno. El Frente Sandinista se convirtió pronto en el único usuario del poder.

Antes de cumplirse el segundo aniversario, el tono de las declaraciones que se podían oir en Managua era muy diferente al que se había escuchado en Washington. Sergio Ramírez, uno de los más destacados dirigentes del régimen, advertía que "la revolución no sufrirá demora en su avance". Casi simultáneamente, los dirigentes empresariales hicieron pública una carta en la que aseguraba que "la economía se derrumba" y que "se prepara un nuevo genocidio".

Durante los dos primeros años del sandinismo, los periodistas extranjeros observaron auténtica libertad de expresión en el país, pero el radicalismo ganó terreno tras la proclamación del estado de excepción en 1982, medida adoptada para hacer frente a los átaques de los antiguos guardias somocistas y de la oposición armada -integrada en gran parte por demócratas sinceros-, que habían instalado sus bases en Honduras y Costa Rica, con apoyo de Estados Unidos.

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En los tres últimos años la guerra ha ocultado todo lo de más en Nicaragua. Ha frustrado gran parte de las veleidades democratizantes de los primeros meses, pero también ha minimizado la importancia de los logros sociales obtenidos por los jóvenes revolucionarios.

El cuarto aniversario de la victoria sobre Somoza se celebró ya bajo el lema de Todas las armas para el pueblo. En el quinto, Nicaragua es una revolución acosada que no ha sabido encontrar la fórmula de convivencia con el gran vecino del norte.

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