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Claudia Sheinbaum
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los acotamientos de la Presidenta

Claudia Sheinbaum debutó en el plano mundial con un sobresaliente. Bendecida con vítores, perfumada de discuros recargados de términos como “histórico” o “patriota”, luego es forzada bajar a nivel de piso para poner orden al kínder que es el Congreso

Claudia Sheinbaum
Claudia Sheinbaum en Cuitzeo, Michoacán, el 7 de febrero 2024.Presidencia / CUARTOSCURO
Salvador Camarena

¿Quien puede lo más, no puede lo menos? La presidenta Claudia Sheinbaum debutó en el plano mundial con un sobresaliente. Su manejo de la primera crisis con Donald Trump es aplaudida en el exterior y en el país. A los pocos días, se le vino encima la normalidad.

Amenaza recargada es el concepto que define la nueva presidencia de Estados Unidos con respecto a México. Trump no quiere ser un buen vecino. Menos honrar leyes o tratados. Lo que pretende es sobajar, estrujar a países a fin de expandir su poderío y el de su camarilla.

Con Sheinbaum a la cabeza, la nación mexicana padecerá esa agenda injerencista con el razonamiento frío de la realidad del desbalance de poder entre ambas naciones, mas —de seguir como va la presidenta— sin merma en la actitud digna y nacionalista.

El primer lance fue zanjado con ambos países salvando cara. La amenaza de aranceles que trastocarían en pésimo timing la economía mexicana fue conjurado a cambio, si hemos de creer que solo se negoció lo que hasta ahora se ve, de algo que ya “habíamos hecho”.

Los costos no son menores. Aceptar recibir a migrantes de terceros países, desplegar diez mil agentes armados en la frontera norte y, sobre todo, dar por sentado que EEUU certificará los esfuerzos mexicanos para detener el narcotráfico son concesiones amargas.

Sin embargo, el mérito de la presidenta es evidente. Su táctica de “cabeza fría” ha hecho que el barco nacional mantenga el curso, que los vientos que amenazan desde el norte remezan muy poco al peso, que el temor se traduzca en gritos de ¡Presidenta!

Así arrancó la semana. Con alivio generalizado por la posposición de treinta días de la treta de los aranceles, pero, sobre todo, porque esa información surgió desde ambos lados de la frontera con idéntico tono: el diálogo imperó, e incluso se reportan buenos modos.

Así arrancó el sexenio, digamos sin hipérbole. La presidenta inauguró a nivel global sus capacidades. La ganancia es bastante. Quién sabe cómo estará Trump en tres semanas más. El azar también juega en esto. Y, en efecto, mucho de lo que México cedió no es tan novedoso.

La pregunta es qué significa el triunfo de Claudia para su presidencia. Y no solo para rendir cuentas al llegar el plazo de la revisión de la advertencia arancelaria, sino en qué se traduce la demostración dada de poder y de sagacidad, cómo consolida esa nueva estatura.

Los indicios de respuesta a la interrogante no lucen a la altura de la hazaña. La presidenta, bendecida con vítores, perfumada de discuros recargados de términos como “histórico” o “patriota”, luego es forzada bajar a nivel de piso para poner orden al kínder que es el Congreso.

¿Trump le hace caso pero las bancadas de Morena tratan de meterle un gol legislativo desde una posición offside? ¿Puede contener los peores impulsos de la Casa Blanca mas es incapaz de deshacerse de elementos perniciosos para su movimiento como Cuauhtémoc Blanco? ¿Puede desinvitar a quien quiera menos al compañero Rubén Rocha? ¿Lanza una ley contra el nepotismo pero renuncia al poder de persuasión para que Félix Salgado Macedonio cacte que no sucederá a su hija en Guerrero? ¿Sus correligionarios la ponen un pedestal para sujetarla de los pies?

Un paso, nada menor, hacia adelante; y varios, reveladores, hacia atrás. La presidenta es portada en diarios mundiales por su estrategia para contener sin despeinarse a un mandatario vulgar y pendenciero, y al mismo tiempo luce incapaz de desactivar al deslenguado Rocha.

Más allá de Trump, qué demostración de poder al castigar en cuestión de horas al fiscal Uriel Carmona por haberse decidido a proceder contra el exgobernador de Morelos Cuauhtémoc Blanco. Movida tan contundente, como reveladora la gran permisividad con el exfutbolista.

Si Trump and Cia han de aprender que con Claudia hay que medir cada paso, que en sus manos México no es piece of cake, cómo juzgar entonces que en el Congreso donde nada pasa sin que Morena quiera, se pretende a la mala descontar dinero a los asalariados.

Mientras México se encontraba echando varas para que en los cuatro puntos cardinales sepan de la gesta claudista, los aliados de la presidenta creían oportuno revivir una iniciativa de cobranza delegada que dejaría inermes a los trabajadores frente a sus acreedores.

Algo no cuadra. Si la Casa Blanca ha tenido una lección de su firmeza, por qué la travesura, a costa de la sangría de asalariados, en el Congreso. ¿Era para ver si la presi andaba distraída, o era “ya que pasó lo extraordinario de afuera, volvamos a lo ordinario de adentro”?

Sheinbaum tuvo que declarar que vetaría esa ley si se aprobaba. En cualquier otra semana, sería raro ese modo de no ser quien marca a la mayoría del Congreso el turno de las leyes a revisar; en esta semana ¿es un recordatorio de terrenos donde su voz no es la que prima?

Hablando de voces. El desmedido saludo del líder del Senado Gerardo Fernández Noroña el 5 de febrero al gobernador Rubén Rocha (a quien para hacer más chusco el momento bautizó como Ricardo), ¿fue con el consentimiento de la presidenta?

La pregunta es pertinente. Los integrantes del Poder Judicial que no se doblan sin más ante la Presidencia fueron marginados ese día de la sede donde se celebraba la Constitución de 1917. El PJ no cabe, fue claridosa Sheinbaum, pero el cuestionadísimo poder de Rocha, sí.

El auto de afirmación de vuelo mundial del lunes es mermado por la agenda local. La presidenta pasea estos días un triunfo que, si insiste en no ejercerlo a plenitud para el bien de México, e incluso de su partido, se le volverá en contra, dulce agua que se le irá de las manos.

Sus compañeros le llenan de incienso, algunos hasta una casi cómica desmesura, en un intento deliberado por atarla. Son palabras que buscan que envanezca hasta el extravío de no ver que, precisamente, en casa están las mayores amenazas a su poder y legitimidad.

La templada demostración de su capacidad para ganar tiempo frente a Trump la obliga a explotar el plazo ganado acrecentando su margen de maniobra, y llegar aún mejor plantada a la cita de evaluación que el imperialista ha impuesto a ella y al país.

Eso es evidente para todos menos, por lo visto, para los compañeros de viaje de Claudia. Sus cartas para negociar con Washington no pueden ser devaluadas por fotografías de Blanco con presuntos narcos, por el testimonio del “Mayo” Zambada de sus ligas con Rocha.

Incluso en el plano nacional es poco entendible que en el momento de máximo reconocimiento de su aún breve sexenio, sea el Congreso de mayoría morenista el que ponga en duda la capacidad de control de la presidenta con una iniciativa perniciosa para la clase trabajadora.

El respeto se demuestra en los hechos, no en discursos engolados. Y se gana, en efecto, con determinación, como al lidiar con Trump e incluso en el caso del polémico fiscal de Morelos… a salvedad en éste último caso de que además de firmeza se demuestre imparcialidad.

Sheinbaum tiene el poder de las instituciones y el respeto por el buen ejercicio que ha hecho de las mismas al enfrentar a EEUU. Mantendrá ese respaldo mientras muestre congruencia al no aceptar imposición de agendas, ni acotamientos,externos, internos o…transexenales.

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