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El proceso a las tres primeras Juntas se retrasa por la recomposición de los tribunales militares

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, máximo órgano de justicia castrense, que debía haber iniciado ayer formalmente el procesamiento de las tres primeras Juntas Militares por homicidio, privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos, retrasó el comienzo de sus actuaciones hasta que se complete su composición.

Un general y dos brigadieres mayores del Aire han dimitido de sus cargos al haber servido política y comprometidamente a alguna de las tres Juntas que ahora deberían juzgar. El presidente Raúl Alfonsín, a su vez, ha declinado su prerrogativa de designar sustitutos. Las tres vacantes serán cubiertas por sorteo entre los generales y brigadieres retirados del servicio activo con anterioridad al golpe de 1976.Se considera éste un retraso técnico, pero que alimentará el desagrado de Alfonsín por la lentitud con que la Justicia militar acata el decreto de procesamiento de la Junta dictado por su Gobierno. Mayor indignación levanta entre los familiares de los supliciados y entre aquellos que de buena fe o por oportunismo político (como el de algún sector del rompecabezas peronista) estiman que el diseño radical de exigencia de responsabilidades por la guerra sucia es excesivamente moderado.

El alto tribunal militar debería haber comenzado ayer el estudio de la documentación aportada por el Gobierno, organismos militares e instituciones civiles en el que se basa el procesamiento de los máximos responsables de la barbarie en Argentina, desde el místico Videla hasta el dipsómano Galtieri, pasando por el peligrosamente enamoradizo almirante Massera.

Fuentes castrenses estiman que en unos 15 o 20 días pueden ser llamados a declarar los integrantes de la primera Junta -Videla, Massera y Agosti-, y que de sus testimonios dependerá que el tribunal se incline o no por su prisión preventiva y la de quienes les sucedieron en el poder. Se da por sentado que los nueve se aferrarán a la orden impartida a las fuerzas armadas por el Gobierno constitucional de Isabel Perón de combatir militarmente a ¡as guerrillas "hasta su aniquilación final".

Buenos Aires sufre en estos días un golpe de calor diricilmente soportable, que no ayuda a templar los ánimos de todos los políticos, legisladores, militares o miembros de las organizaciones cívicas y humanitarias que han suspendido su veraneo para trabajar estos primeros y difíciles pasos de la democracia.

En una compensación simétrica, cuando olas de frío asolan Estados Unidos, mazazos de calor caen sobre Argentina, y las emisoras difunden comunicados periódicos del Ministerio de Salud Pública recomendando no frecuentar las calles entre mediodía y las cuatro de la tarde, ingerir grandes dosis de sal y agua y prevenir las imprevisibles diarreas estivales y los mareos alimentados por el aliento de humedad que el río de la Plata proyecta sobre la ciudad.

A golpes contra Camps

Así, ayer, familiares de desaparecidos se arrojaron sobre el general Ramón Camps a la salida del Palacio de Justicia, donde continúa declarando a cuenta de una desaparición. A golpes y entre invectivas irreproducibles, su escolta logró introducirlo en el auto y sacarlo del lugar. Las escenas se reprodujeron a la salida del general Suárez Maso, ex comandante del Primer Cuerpo del Ejército, implicado en la misma causa. Una señora de edad, a los gritos de "¡Asesino!", logró golpearle fuertemente en la nuca antes de que sus guardaespaldas, a puñetazos y empujones, lo resguardaran en el coche.Para mayor abundamiento de la crispación, el general Bignone, último presidente militar, ha dejado por segunda vez de comparecer -al igual que su abogado- ante el juez federal que le reclama en calidad de imputado no procesado por la desaparición de un Físico matemático en 1978.

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