De Arcadio a Erik, el acelerado latrocinio en los museos catalanes
Arcadio Comas no consiguió e éxito como mécanico en Marsella ni como estudiante de Económicas en la Sorbona de París, ni como inventor de extraños ingenios. Tampoco le fue bien en el matrimonio. En la Semana Santa de 1977 escaló el edificio del Museo Numismático -hoy sede del parlamento catalán-, forzó un candado y saltó dentro de una sala. Vació luego las monedas de las vitrinas en una gran bolsa de plástico, esperó a que amaneciera y se descolgó por la pared con un botín de 200 millones de pesetas.Las monedas fueron recuperadas cinco semanas más tarde, pero el robo de Arcadio Comas puso en evidencia la escasa seguridad de los museos catalanes, que en los últimos años han sido castigados por numerosos expolios.
Uno de los mejores conocedores del depósito de las salas catalanas es René Alphonse, van den Berghe, alias Erik el belga, conocido receptador, que se paseaba por los museos anotando aquellas piezas que eran susceptibles de ser colocadas en los mercados negros de Europa. El Museo Balaguer, de Vilanova i la Geltrú, conoció su visita, tardando casi dos años y medio en recuperar los 52 cuadros robados. Pero también Tarragona, Banyoles (Gerona), y Martorell (Barcelona).
No menos espectacular fue el robo de las tablas medievales del Museo Diocesano de Solsona, que desaparecieron en 1974 y regresaron nueve años después, tras procesar a una pareja de anticuarios, los hermanos Monjó. Incluso un sacerdote, Antoni Llorens Solé, ex director del museo, estaba implicado en el robo. O el del Museo Casamor, de Gerona, cuyo expolio ha sido constante en los últimos dos años, perdiéndose la pista de numerosas obras, que salieron de país a través de Andorra y Ampuriabrava.
La noticias de robos de arte se suceden a modo de goteo, aunque en ocasiones pasen prácticamente inadvertidas, como la sustracción de un pequeño óleo de Pitxot del Museo Dalí de Figueres o la desaparicíón de una estatuilla de Gargallo en la exposición que el Ayuntamiento de Barcelona hizo en la Virreina.
Y a todo ello hay que sumar los saqueos a las iglesias pirenaicas, adonde acuden ladrones profesionales y aficionados, en algunos casos provistos de detectores de metales. Fue en 1980, por ejemplo, cuando desapareció de la catedral de Roda de Isábena (Huesca) uno de los mayores tesoros románicos del patrimonio español. Hasta tal punto ha llegado el expolio, que se piensa instalar sistemas de protección electrónica conectados con los cuarteles de la Guardia Civil o la Policía Municipal más próxima. La ley de Museos, actualmente en el Parlament, puede servir de instrumento para cambiar el panorama.
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