Las Madres de Mayo
LAS MADRES de la plaza de Mayo (Buenos Aires) han recibido nuevas y odiosas presiones para que cesen su permanente solicitud pública de información -al menos- de sus desaparecidos. Muchas de ellas han visto sus domicilios fracturados; y escritos en las paredes de sus apartamentos y en las fachadas de la calle insultos soeces, acusaciones y amenazas: nada les impidió que este mismo jueves, como los anteriores, realizaran su paseo semanal en tomo a la pirámide de la plaza de Mayo de Buenos Aires. Al mismo tiempo, en numerosas ciudades del mundo había manifestaciones frente a embajadas y consulados de la República Argentina. En Madrid, acompañaron a los familiares de los desaparecidos figuras españolas; y desde aquí se enviaron telegramas a la Junta insistiendo en la inmediata información acerca de los desaparecidos. Las listas recogen unas 30.000 personas, de muchas de las cuales se sabe concretamente que fueron conducidas desde su detención a edificios milita res, a partir de los cuales se perdió su huella. Aproximadamente un centenar de niños figuran entre los secuestrados: unos fueron acompañando a sus madres en la detención, y otros han nacido en las ocultas prisiones. Las Madres de Mayo tienen ahora una información inquietante: muchos de esos niños han sido adoptados forzosamente, sin el permiso de sus familias, por los torturadores y carceleros de sus padres. Se sabe de un juez de Buenos Aires que está dispuesto a examinar los expedientes de adopción que considere ilegales. - Una nueva inquietud para los familiares de los des aparecidos: se sospecha que en el acuerdo alcanzado por los militares con los partidos políticos, para una supuesta democratización de la República Argentina, hay una cláusula secreta por la cual los civiles se comprometerían a aceptar la tesis de la guerra contra la subversión y, por tanto, a no realizar jamás ninguna investigación en tomo a las muertes, torturas y desapariciones, de forma que la feroz represión quede envuelta en términos de guerra necesaria y no haya que buscar o pedir responsabilidades. Hay datos suficientes -y hasta declaraciones de milita res- para saber que la enorme mayoría de estos hechos delictivos han sido perpetrados directamente por los militares, y no por grupos más o menos disfrazados de organizaciones de extrema. derecha o paramilitares. La tesis de la guerra subversiva es insostenible: aparte de las acciones de guerrillas, que han producido determinadas bajas o prisioneros, el peso de la represión lo han soportado personas de ideología contraria a la dictadura militar, muchas de ellas sin partido o dentro de partidos que eran legales y que pueden volver a serio, pero dejando cerrar el paréntesis de las represiones. Parece que este olvido, en el que se resignarían a aceptar la desaparición perpetua de las víctimas, borrando hasta las huellas que pudieran dejar sus hijos adoptados, es la condición esencial para la democratización. Como se sabe, existe la previsión de unas elecciones para el 15 de noviembre de 1983; es decir, con catorce meses de tiempo, para ir teóricamente borrando el desastre arrojado sobre el país por la dictadura de la Junta Militar, que ha culminado la devastación intelectual, cultural y de libertades cívicas con la bancarrota económica, agravada por la increíble aventura de las Malvinas. Nadie puede tener, sin embargo, la seguridad de que vaya a ser así. El nombramiento del vicealmirante Franco -Rubén Oscar Franco- como comandante en jefe de la Armada parece un intento serio de reconstrucción de la Junta Militar, desmoronada después de la derrota de las Malvinas. Franco, con el jefe de la Aviación, Augusto Hughes, y el del Ejército de Tierra, Cristino Nicolaides, puede consolidad la nueva Junta: aparentemente para hacerse Cargo de la última etapa de regreso hacia la formalización del poder civil, pero posiblemente, si la presión de algunos militares que repudian la condición de verdugos y que culpan de la pérdida de la guerra y de la catástrofe económica a sus superiores, se puede hacer cesar. Las noticias de las represiones contra las Madres de Mayo y contra las organizaciones que defienden los derechos humanos, y la continuación de encarcelamientos y desapariciones, sin que se haya amortiguado en la realidad el peso de la dictadura, hacen temer una continuidad que se burlaría del pacto firmado con los partidos políticos, que lo han hecho en gran parte atemorizados y en gran parte resignados hacia la única vía que les parece posible en estos momentos.El mismo grado de culpabilidad de los dirigentes militares de Argentina es, probablemente, el que les impide desembarazarse de lo que en realidad se puede considerar como la gravísima pesadumbre del poder. Sin embargo, abdicar del derecho a reclamar sus responsabilidades plenas es un delito que ni siquiera puede referirse a un pasado, puesto que se sigue perpetrando; parece simplemente dejar la puerta abierta para que la tiranía no acabe nunca.
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