Argentina: hora cero
Argentina tiene un nuevo general-presidente. El sentido del compromiso de que su origen italiano parece haberle dotado le ha permitido al general Bignone asumir la Presidencia de la nación -en uno de los momentos más difíciles de su historia republicana y sin el aval -o la oposicíón- de la Marina y la Aeronáutica:Es el generalato el que, a través de Bignone, asume la responsabilidad total de la culminación formal del autollamado proceso de reorganización nacional que, asumido en 1976 por el conjunto de las Fuerzas Armadas, derrocó al ineficaz pero constitucional Gobierno de Isabel Perón. Son casi siete años de autoritarismo militar y de ejercicio ¡legítimo del poder que encierran uno de los períodos más oscuros de la vida argentina. Al fracaso político, económico y social de la Junta Militar se le suma en esta hora la batalla militar perdida para la recuperación de las Malvinas.
La unidad nacional que produjo en vastos sectores de la opinión pública el malvinazo no se ha diluido tras la experiencia fallida. Su cauce ahora es pedir las responsabilidades pertinentes y la inmediata democratización del país para iniciar así la auténtica reconstrucción. A esa meta perseguida por las mayorías democráticas, por los partidos políticos populares, sindicatos, Iglesia y el conjunto del cuerpo social el general Bignone le ha fijado una fecha: marzo de 1984 es el plazo de tiempo comprometido para entregar el Gobierno al poder civil.
Continuismo disfrazado
No parecen ser, sin embargo, los pasos dados por el nuevo presidente los más firmes para llegar sin traumas al desenlace por todos querido. Un Gabinete que, salvo excepciones, representa el coiltinuismo de una política nefasta para los sectores naciona les, con un ministro de Economía ya conocido por sus anteriores fracasos y con concepciones semejantes a las de Martínez de Hoz o Alemán, poco ayudan a generar expectativas en un pueblo que, agobiado por la mayor inflación del mundo y con una deuda externa vertiginosamente acrecentada tras el conflicto bélico, reclama urgentemente un na cionalismo económico. Salarios bajísimos, un desempleo creciente y la quiebra constante de em presas de capital nacional conforman un estado de agitación económica al que el monetari smo y las vinculaciones financieras internacionales de Dagñino Pastore diricilmente encuentren respuesta positiva.
En lo político, el levantamiento de la veda de derecho que el régimen militar impuso desde 1976 a los partidos tiene que estar acompañada, para ser efectiva y sincera, del inmediato levantamiento del estado de sitio que desde el 6 de noviembre de 1974 rige en Argentina. A ello apunta el pedido que los miembros de la Multipartidaria hicieron al nuevo presidente en la reunión previa a la investidura del cargo. Sin retorno inmediato a la Constitución nacional, sin libertades democráticas plenas y con un estado de excepción que permite arrestar a cualquier ciudadano sin expresar la causa o el motivo y mantenerlo sine die, la reorganización partidaria será difíil. Mal pueden los partidos políticos argentinos iniciar el período de debate y de renovación que sus bases reclaman si sus miembros tienen sobre sí la permanente espada de Damocles que significan la cárcel o el exilio, sin causa legal que lo fundamente.
En el mundo sindical, con organizaciones intervenidas, fondos sociales bloqueados, dirigentes presos o exiliados, es quizá donde más haga falta la derogación de las normas restrictivas y represivas de la libre actividad sindical. Reestructurar desde sus bases, sin padrinazgos de ningún tipo, mediante elecciones libres, es la condición sine qua non para la democratización del movimiento obrero argentino.
En el plano internacional, el apoyo a la causa de las Malvinas que países de Latinoarnérica, del movimiento de no alineados y de la Europa mediterránea -España e Italia- merece una franca y pronta respuesta a sus peticiones de democratización del país.
El continuismo disfrazado de una política de entrega y servil con el capital financiero internacional ahondará el descontento existente y generará mayores fricciones en los sectores de las Fuerzas Armadas proclives a un cambio de progreso en la política del país. La democratización sincera e inmediata de la República contribuirá a cicatrizar las profundas heridas de la sociedad argentina, abriendo el camino para el despegue de la nación.
Los argentinos democráticos exigimos al pasado y hoy depuesto presidente Galtieri que desempolvara las urnas y convocara al pueblo. Nuestras voces no fueron escuchadas y hoy el país tiene más heridas por cicatrizar. Ojalá que mañana no tengamos que decir lo mismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Reynaldo Bignone
- Opinión
- Posguerra
- Dictadura argentina
- Guerra Malvinas
- Argentina
- Personas desaparecidas
- Dictadura militar
- Casos sin resolver
- Reino Unido
- Europa occidental
- Casos judiciales
- Dictadura
- Latinoamérica
- Gobierno
- Sudamérica
- Guerra
- Historia contemporánea
- Administración Estado
- Conflictos
- Historia
- Europa
- América
- Justicia
- Administración pública