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La opera bufa terminada en Zaragoza

Juan Cruz

Javier Tusell piensa que el acto de su destitución como director general de Bellas Artes es una ópera bufa cuyo desenlace tuvo lugar en Zaragoza. En todo caso, ese habrá sido el último acto de una ópera bufa culminada allí donde el Ebro se hace más señor. El penúltimo acto de una serie infinita de secuencias que ilustrarían el desencuentro de la ministra de Cultura, Soledad Becerril, y el responsable de las bellas artes en su equipo ocurrió el día anterior a la destitución -el martes, en el Retiro- y tuvo aires de película de Federico Fellini. Se abría la exposición del pintor italoargentino Lucio Fontana y la ministra debía oficiar. Según unos, Soledad Becerril llegó una hora después de la anunciada para la inauguración, y según otros fueron noventa minutos los que tardó en aparecer. Tusell la recibió -según los pintores que estaban por allí- tomando el sol bajo un árbol y en aquel paradisiaco lugar se produjo una notable tensión entre la ministra y su subordinado, en cuyos ojos podía leerse el reproche del retraso, una mirada tan española.¿Fue por esta cuestión tan baladí por lo que se desencadenó un enfrentamiento de caracteres tan graves que obligó a la responsable de la cultura oficial española a telefonear a Zaragoza a Tusell para exigirle una dimisión con la que éste ni soñaba?

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¿Fue, como se. comentaba anteayer en círculos cercanos al Ministerio de Cultura, la supuesta influencia de Juan Ignacio Sáenz Díez, que fue asesor del ministro Ricardo de la Cierva cuando éste estaba empecinado en llevar adelante la solución sur para el tráfico de Soria, lo que convenció a la ministra para firmar el cese? El propio Sáenz Díez, de quien se habló para suceder a Tusell, desmintió ayer, desde Bruselas, ese supuesto, que consideró "una calumnia para Soledad Becerril, y puso en orden todos los desacuerdos que mantenía con Tusell. "Lo hubiera echado cuando fuí asesor principal de Ricardo de la Cierva, pero yo no era partidario de andar cambiando directores generales. Porque yo no estaba de acuerdo con la política de lucimiento que seguía, organizando grandes exposiciones Mientras se caían los tejados de las ermitas en toda España. Y esto ocurría porque Tusell no se sabía ni el abecé del patrimonio. Y tampoco mostraba interés alguno por los archivos y por las bibliotecas, pero no por esas grandes bibliotecas que dan la gloria sino esas pequeñas bibliotecas rurales de las que no se ocupó jamás. La nueva etapa de la Dirección General ha de tener la humildad de la que ha carecido".

¿Fue, en efecto, causa de destitución lo que desmiente todos los días el gabinete de la ministra: que ésta tenía celos del protagonismo innegable de Tusell en el campo de las artes plásticas? ¿Fue, como un diario ha escrito, una reacción contra la frase de Javier Tusell definiendo la ignorancia con que nuestros políticos se enfrentan al fenómeno de la cultura? ¿Fue porque, como dicen que él dice, Tusell no lleva colgado "el escapulario de Joaquín Garrigues" aunque alguna vez perteneciera, como Soledad Becerril, al grupo político del malogrado liberal?

Todas esas conjeturas parecen carecer de seriedad, pero como todas, y cada una de ellas, tienen una base real -es decir: las respuestas a las distintas conjeturas podrían ser afirmativas-, resulta conveniente calificar el acto de destitución de Tusell como el fiInal de una ópera bufa que la cultura española no se merece. Ni en el entorno de la ministra ni en el de Tusell -ni en el mundo de las artes, que es el que importase da un solo motivo de convicción suficiente como para pensar que la decisión -madurada durante más de dos meses, por otra parte- obedece a una motivación profunda. En el de éste último, Tusell, la explicación que se da es que la ministra no lo destituyó antes porque hasta ahora Soledad Becerril no se había sentido tan fuerte y tan necesaria para el partido del Gobierno, enfrentado al reto electoral andaluz.

Cabriolas de Offenbach

Las especulaciones sobre los motivos del cese han crecido a la sombra de varias incertidumbres. Se pensó que la posición de Tusell, contraria a la solución sur para el tráfico de Soria, había jugado un papel importante, pero la ministra ha decidido sucederle con Alfredo Pérez de Armiñán, que también mostró igual preocupación que Tusell cuando el ministro De la Cierva quiso legalizar la destrucción del patrimonio que en aquella zona se conserva. El sucesor, por otra parte, es un hombre de tanto prestigio en el mundo al que llega que representantes de esté universo artístico se niegan a pensar que el cambio haya sido para variar el rumbo de las bellas artes de modo dramático. Lo que ha parecido mover a la ministra, pues, no es otra cosa que el deseo personal de poner fin por las buenas -y como antes: por teléfono interurbano, de la noche a la mañana- a un problema también personal cuya existencia desconocían antes los españoles y que ahora los ha dejado tan perplejos y tan atónitos como quedaron los parisienses ante las cabriolas musicales de Offenbach, bufón extraordinario de los puentes de París.

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