La victoria del democristiano Napoleón Duarte es insuficiente para formar un Gobierno mayoritario
Miles de salvadoreños votaron el domingo bajo las balas. Los combates registrados en torno a la capital y en una decena de pueblos de la mitad oriental del país dejaron un saldo de setenta muertos, en su mayoría de las fuerzas armadas. Los primeros resultados otorgan a la Democracia Cristiana veintiséis escaños probables, con el 40% de los votos. La ultraderechista Arena obtiene diecisiete diputados. El Partido de Conciliación Nacional (PCN), con catorce escaños, se convierte en la clave para alcanzar la mayoría de 31 votos en la nueva Asamblea constituyente.
Ninguno de los contendientes ha puesto en duda la limpieza del escrutinio, salvo algunos casos aislados que en nada afectan el cuadro general. El líder de Arena, ex mayor Roberto d'Aubuisson, dijo ayer que no impugnará los resultados, pese a que el domingo por la noche se proclamaba ganador de las elecciones. Doce horas después admitía que los democristianos iban en primer lugar.La jornada electoral empezó bien temprano bajo el signo de la violencia. Los periodistas que se alojan en el hotel Camino Real no necesitaron despertadores. Desde las 5.30 horas, todavía de noche, se oía el bang-bang de las ametralladoras en las faldas del volcán de San Salvador.
La periferia de la capital (Mexicanos, Cuscatancingo, Ayutuxtepeque), habitada en su mayoría por familias obreras, estaba bajo el fuego cruzado de las columnas guerrilleras, que habían descendido desde Guazapa, y el de las fuerzas del Ejército.
Un cámara del Canal 7 de Chile, Carlos Ruz, caía gravemente herido a las 7.30 horas a causa de un disparo que le alcanzó la carótida. El equipo fue sorprendido en medio de un tiroteo. Después de una intervención de tres horas, el médico diagnosticó que una pérdida prolongada de circulación en el cerebro podría causarle daños irreparables.
Los colegios electorales abrieron, a pesar de los disparos, a las siete de la mañana. A esa hora, en Mexicanos se agolpaban ante las urnas cientos de personas en las filas más apretadas que uno haya visto nunca en unos comicios. Afuera seguían sonando los disparos, a cada momento más intensos.
Una señora de unos cincuenta años, que materialmente apretaba su pecho contra un anciano que le precedía en la cola, reconoció que tenía miedo, "pero vengo a votar para que todo esto acabe". El eslogan de que las elecciones podían ser un remedio contra la violencia parecía haber calado en amplios sectores populares.
Observadores norteamericanos fuertemente protegidos por agentes del FBI llegaron a bordo de dos camionetas blindadas. "Ninguna declaración, por ahora". La senadora Nancy Kasselbaum, jefa de la delegación de EE UU, diría después que se sentía emocionada ante este pueblo que acudía a votar en medio de los disparos, teniendo que guardar largas colas durante tres y cuatro horas.
Por espacio de media hora, este corresponsal vio que ningún votante abandonó la fila porque arreciara el tiroteo. Su única preocupación fue que nadie intentara colarse.
El proceso mismo de votación era lento, casi dos minutos por elector, y poco seguro. En muy pocas mesas se aplicaba realmente la lámpara ultravioleta para comprobar si el votante había pasado o no antes por otra urna.
En el centro de San Salvador (29 calle Poniente, esquina a la avenida de España), las filas de votantes daban vuelta a dos manzanas. Eran las nueve de la mañana y algunas personas esperaban desde las seis. Soldados fuertemente armados, algunos incluso con carabinas de mira telescópica, rodeaban el colegio y cacheaban minuciosamente a cada votante.
Rematado en el suelo
A esa hora, los combates más violentos se registraban en San Antonio Abad. Doce guerrilleros parapetados tras un pequeño balconcillo, a veinte metros del colegio electoral, eran abatidos después de tres horas de combate. Un grupo de periodistas vio cómo un soldado remataba a un herido de dos disparos de fusil en la cabeza. Una joven guerrillera yacía muerta con la -cabeza abierta de un tiro disparado desde muy cerca. Los doce cadáveres fueron recogidos por un camión. Por el otro bando, -tres soldados muertos.
En Cuscatancingo, el combate se prolongó hasta cerca del mediodía. El balance, cinco guardias muertos y, al menos, un civil.
En Apopa, localidad de 30.000 habitantes, una columna de unos ochenta guerril,leros, dotada de una ametralladora de 0,30 pulgadas, traía en jaque a varios cientos de soldados y guardias nacionales, disparando desde tres lugares a cien metros escasos del colegio electoral. En medio de la confusión, las guardias llevaron la peor parte, disparando a veces incluso contra sus propias patrullas.
En cuanto el fuego disminuía su intensidad, cientos de salvadoreños se pegaban a las paredes para avanzar hacia las urnas. Al menos, dos murieron en el empeño y varios más resultaron heridos. Es posible que en ninguna parte del mundo nadie se haya jugado tanto por votar. "Aquí, Arana, llamando a Júpiter. ¿Podéis mandarnos un tango?", insistía el soldado por ra dio. Poco después llegaba la tan queta y la guerra terminó aleján dose por los cafetales hacia el vol cán Nejapa. Un soldado recibía suero en plena calle. Dos guardias habían muerto y otros seis estaban heridos.
Sólo en Usulután, donde la guerrilla se hizo fuerte en una iglesia, parece que la votación disminuyó a cifras poco más que simbólicas por efecto de los combates. En San Vicente se siguió votando, a pesar ade unos enfrentamientos que dejaron siete muertos. Lo mismo sucedió en San Migue. Sólo en la mitad occidental del país y en el centro de San Salvador pudo votarse a salvo de las balas.
Las largas filas de votantes pueden en cualquier caso ser algo en gañosas, porque por medidas de seguridad se decidió concentrar a los votantes en muy pocos lugares (trece en la capital, para 300.000 posibles votantes). Ayer no se sabía aún cuántos salvadoreños habían ido a las urnas.
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