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Los novelistas gallegos se plantean su problema de bilingüismo

La introducción de la diglosia o dualidad de lenguas en el texto literario como resultado de las tentaciones realistas que la narrativa más reciente tendería a expresar en forma de documentalismo fue el pretexto y el tema prácticamente único al debate sobre la novela gallega iniciado anteayer en Santiago. La audiencia, desacostumbradamente numerosa, que siguió las intervenciones de José Luis Méndez Ferrín y los novísimos Ignacio Talbo, Francisco Martín, Martínez Oca y Anxo Tarrío parece un reflejo bastante exacto del interés que suscita el futuro de la narrativa gallega tras el vacío creado por la desaparición de Eduardo Blanco Amor y Alvaro Cunqueiro.Tarrío, que desde su función de moderador no dudaría en situar la vocación de universalidad como propuesta prioritaria de cualquier narrativa que se pretenda hacer hoy en Galicia, alertó en su introducción sobre los peligros del exceso de documentalismo -«la nueva cara del costumbrismo»- en la novelística gallega actual.

La posibilidad de que ese presunto nuevo realismo implique el traslado de los comportamientos diglósicos operantes en la sociedad gallega al plano de la ficción narrativa hizo derivar a este último terreno el debate. Todos los escritores presentes -con alguna reserva- coincidieron, tras reconocer la pervivencia del fenómeno en varias de las obras publicadas durante los últimos años, en la necesidad de utilizar única y exclusivamente el gallego como vehículo de expresión.

Méndez Ferrín negó incluso la relación de causa a efecto entre realismo y diglosia. «Pensar», dijo, «que el realismo comporte el que un personaje de habla castellana deba utilizar su idioma en una novela gallega, es una grave equivocación que implicaría un fatal salto atrás. Dostoievski y Tolstoi vivían en una Rusia donde las marquesas hablaban francés y un sector del proletariado se entendía en alemán, sin que por ello los personajes de ficción correspondientes utilizasen en sus novelas ninguno de los dos idiomas».

Méndez Ferrín y Tarrío coincidieron, a pesar de estos problemas, en dibujar un cuadro optimista de la narrativa gallega actual. Tarrío entiende que «estamos asistiendo a un despegue real de la novela gallega desde el año 1975. Se puede decir, incluso, que la novela gallega empieza ahora», en tanto que Ferrín aseguró la existencia de un auténtico avance cuantitativo y cualitativo en este campo. «Decís», precisó, replicando a una objeción de su auditorio, «que la producción literaria gallega está dirigida únicamente a un pequeño núcleo de intelectuales, pero ese no es un problema específico de nuestra literatura. Me pregunto cuántos campesinos colombianos han podido leer Cien años de soledad».

El debate genérico abierto anteayer, para continuar sobre aspectos monográficos en las próximas semanas, finalizó sin que se llegase a ninguna conclusión determinada. La ausencia de escritores tan significativos como Carlos Casares o José Neira Vilas -entre otros- habría limitado en cualquier caso el ámbito y validez de lo que sólo pretende ser un primer balance de situación de la narrativa en Galicia.

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