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La vida cultural vasca inicia, con dificultades, un proceso de "normalización"

Se refleja en las artes plásticas y en los espectáculos

Dos acontecimientos de carácter internacional -el Festival de Cine de San Sebastián, que ya ha terminado, y el Certamen Teatral de Vitoria, que comenzó ayer- son dos notas que permiten hablar del inicio, con dificultades, de una normalización en el panorama cultural del País Vasco, ensombrecido en los últimos años por preocupaciones políticas y cotidianas que impedían profundizar en otras actividades de índole creativa. Este proceso de normalización también refleja en el campo de las artes plásticas.

El Festival de Cine de San Sebastián ha constituido este año un gran éxito social, en el sentido que se daba a esta palabra en los periódicos de los años veinte. Pero parece un poco abusivo identificar este éxito, y lo que implica como síntoma de normalización cívica con el inicio de un renacimiento cultural en el País Vasco.Algo hay, sin embargo, porque si cierto cosmopolitismo mundano suele resultar a menudo la expresión más acabada de un provincianismo latente, en la situación actual de Euskadi todo lo que sea separar por un instante la mirada del propio ombligoes ya un paso adelante. Además se han visto buenas películas, y entre ellas los dos primeros largometrajes vascos, que, sorprendentemente, han resultado ser dos películas normales. O sea: dos películas con su guión, sus personajes, su trama y todo lo demás.

Normalización es la palabra para definir la situación cultural en Euskadi. La Consejería vasca de Cultura ha colaborado en la financiación de esas dos películas y en la de la organización del certamen donostiarra. También en el IV Festival Internacional de Teatro, inaugurado ayer en Vitoria, en el que, junto a grupos locales como Mascarada y Karrakas podrá verse al Living Theatre, al Lindsay Kerrip y a la compañía de Nuria Espert, entre otras. Está en marcha la creación de la Orquesta Sinfónica de Euskal-Herria, y, tras el éxito de la reciente temporada de ópera de Bilbao se están ya organizando nuevas representaciones que la prolongarán a lo largo de todo el año.

El Museo de Bellas Artes de Bilbao, que ya a comienzos de este año presentó una gran retrospectiva de Eduardo Chillida y que acaba de ser escenario de la última exposición de Gordillo, prepara para los próximos meses la recuperación de Nicolás Lekuoria, guipuzcoano muerto en plena juventud, al comienzo de la guerra civil, y cuyos fotomontajes tuvieron gran influencia en el movimiento surrealista que nucleó Madrid en aquellos años.

Simultáneamente, la pintora Mari Puri Herrero está restaurando las 58 planchas para grabados obra de Iturrino, recientemente rescatadas y con las que se proyecta montar una gran exposición, y se han iniciado contactos con Jorge Oteiza para la que, sin duda, sería la muestra escultórica más importante del año.

Algo cambia

El que la Administración autonómica esté detrás de muchas de estas iniciativas, apoyando sinancieramente, indica, ciertamente, que algo está cambiando. De la cultura-resistencia de los años sesenta y primera mitad de los setenta, cuando se hablaba, con un sentido inequívocamente ético, del frente cultural, se ha pasado a la institucionalización cultural.Pero si esta nueva fase ha contribuido a una cierta normalización cultural en determinados terrenos, no es menos cierto que la forma concreta como se ha producido esa institucionalización ha revelado los límites de la concepción estrechamente partidista desde la que se ha abordado. Más concretamente: la hegemonía ideológica y política del PNV sobre la sociedad vasca no podía dejar de producir, junto a otros resultados menos desastrosos, efectos como la quema de libros ordenada por el alcalde de Bilbao, la purga de Cervantes de ciertos callejeros munipirales o la dimisión-cese de quienes venían organizando el Certamen de Cine Documental de Bilbao. Pero, sobre todo, no podían dejar de producir las explicaciones con que tales desaguisados han sido justificados.

De ahí que los aspectos positivos de esos conatos de normalización cultural apuntados en los últimos meses no se han visto acompañados de un paralelo florecimiento cultural, en el sentido de creación comparable al que, entre 1965 y 1975. y en torno a los Oteiza, Chillida, lbarrola, Gabriel Aresti y tantos otros, dio contenido concreto al frente cultural. Hoy los poemas de Aresti pueden ser citados en sus discursos por los mismos que entonces le perseguían sin piedad y le negaban su condición de vasco, pero nadie produce obras como su Harrieta Herri.

Por otra parte, no parece que la fórmula planteada por la Consejería de Cultura en orden a «racionalizar la oferta cultural» sea la más apta para estimular iniciativas creativas en los grupos de bases. Dicha fórmula consiste en especializar a Bilbao en música y ópera, a San Sebastián en cine y a Vitoria en teatro.

Una especialización tan estricta según áreas geográfico-culturales se estima contraproducente al limitar dentro de un marco decisiones meramente burocráticas, la actividad de las diversas fuentes productoras de cultura que verían así constreñido su ámbito de difusión.

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