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El futuro del país es ahora imprevisible

Los hechos confirmaron, finalmente, la primera de las hipótesis, y el nuevo presidente designado por las fuerzas armadas uruguayas es el teniente general (retirado) Gregorio Álvarez Armelino. He ahí un primer cambio sustancial en el régimen dictatorial: por primera vez el poder ejecutivo no está formalmente encabezado por un civil, sino por un militar, no siendo éste, además, un militar cualquiera.El flamante presidente recibirá a la Prensa después de asumir el cargo, existiendo una inusual expectación por lo que ahí pueda decir. En Uruguay nadie se atreve a hacer una previsión sobre la gestión de Gobierno de Álvarez, y según algunas fuentes, "todo el mundo está temeroso" ante lo que pueda suceder durante su mandato, que ha de durar -si los planes no se desvían- hasta el 1 de marzo de 1985. Hay quienes piensan que el general, por sus antecedentes y su carácter, "se quedará con todo", mientras otros se muestran "esperanzados" en que sea Álvarez el hombre capaz de encontrar una salida viable a la actual situación.

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Lo único que el nuevo presidente no podrá reclamar para la investidura que recibe, será legitimidad. Desde 1973, el único centro de poder real y efectivo en Uruguay ha sido la Junta de Oficiales Generales de las Fuerzas Armadas. Sus dictados han sido ejecutados sucesivamente por los presidentes civiles Juan María Bordaberry y Aparicio Méndez, según una mezcla normativa de residuos de la vieja Constitución y "actos institucionales" del régimen militar. La primera pregunta para la que aún no tenemos respuesta es, por tanto, si Álvarez ejercerá efectivamente los poderes de Gobierno atribuidos al cargo de presidente -incluidos los de jefe supremo de las fuerzas armadas-, o someterá sus decisiones mayores a la junta de veintidós altos jefes que le han hecho presidente, como hicieron sus antecesores civiles. Será interesante observar, con el tiempo, si se produce o no un desplazamiento del poder hacia la presidencia.

¿Liderazgo personal o Gobierno de transición?

¿A qué tipo de liderazgo podría entonces aspirar Gregorio Álvarez? ¿Qué capacidades demostrará? Su ambición de llegar a la presidencia como candidato único, bajo el esquema institucional rechazado por el pueblo en el plebiscito de noviembre de 1980, se ve ahora realizada por el tortuoso y oscuro procedimiento de la transacción entre unos pocos. Su presidencia es el punto de llegada de un proceso militar en cuyo interior se había producido un grave y quizá definitivo desequilibrio después del rechazo popular del 30 de noviembre, no habiéndole faltado al "Goyo" Álvarez la suerte de poder capitalizar a su favor un episodio grave de corrupción militar. Pero es también un punto de salida para ciertos sectores políticos, dentro de una situación políticosocial insostenible. Aún desde un enfoque económico, el Gobierno anterior se veía enfrentado a una oposición generalizada que tuvo su punto más alto cuando hace menos de dos meses el sector agropecuario declaró la guerra al Gobierno.

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Gregorio Álvarez llega al Ejecutivo para presidir un período de transición a formas civiles y democráticas (?) de Gobierno, pero al mismo tiempo pretende demostrar con actos externos que se propone gobernar y dar a su toma de posesión una relevancia que los actuales jefes militares preferirían minimizar. Durante el mes de agosto instaló su cuartel general en un hotel céntrico, realizó consultas y dio a conocer su Gabinete ministerial. Se mantienen, por el momento, las políticas, y los responsables de seguridad y orden interior, así como la política exterior. También permanece el equipo económico, si bien hay que tener en cuenta que su relevo y la rectificación de la política económica sólo serán posibles después de los numerosos e importantes cambios que deberán efectuarse en la cúpula del Ejército en febrero de 1982. Ya se apuntan, no obstante, dos hechos significativos: cambia la titularidad del Ministerio de Justicia, anunciando el futuro ministro su propósito de restablecer la independencia del poder judicial, y se coloca en el Ministerio de Agricultura y Pesca a un técnico que goza de la confianza general de los sectores interesados.

Democracia sin demócratas

Fuentes bien infórinadas aseguraban hace algunos meses que el general Álvarez desea de verdad restablecer la democracia en Uruguay, y que aspira a pasar a la historia del país copio un nuevo Tajes. El general Máximo Tajes fue el último presidente del período militarista de la historia de Uruguay (4875-1890). quien gobernó también durante un trienio, en un período de prosperidad ascendente. Sin permitirse dudar de esas intenciones, señalaría al teniente general que para emular a Tajes le faltarían todavía las siguientes similitudes históricas: al Gobierno de Tajes le precedió un Gobierno provisional de quince días (llamado Ministerio de la Conciliación), poniendo el dictador anterior todas las carteras en manos de representantes de la oposición, los mismos que habían hecho varias veces la revolución, y a los que había perseguido, encarcelado y desterrado; además, Tajes fue constitucionalmente elegido por el Parlamento, y al fin de su mandato la Constitución había sido totalmente reinstaurada; Tajes condujo, efectivamente, un período de prosperidad económica que era inevitable hace un siglo, mientras que hoy se trata de sacar a ese mismo país de una profunda crisis, tan dependiente como aquella prosperidad.

En cambio, en la actual situación el pueblo sigue ausente de las calles de todas las ciudades y villas de Uruguay. El simple cambio de presidente y de ministros no provocará ningún festejo popular. El actual militarismo uruguayo -como el chileno, el argentino o el boliviano- no piensa desaparecer nuevamente de la historia.

El presidente Álvarez no viene con las manos atadas por un pacto con los partidos políticos tradicionales para restablecer un orden constitucional democrático.

Mientras tanto, la alianza cívico-militar a través de la participación de civiles en el Gobierno y en el Consejo de Estado, aparece renovada y puede llegar a fortalecerse. En un período de transición que se autodefine de tránsito hacia la democracia, se convoca únicamente a aquellos que fueron los artífices de su destrucción. Vienen a mi memoria la imagen y la voz picante de Pablo Castellano, al salir del Congreso el 24 de febrero: "La democracia se hace con demócratas", dijo, y agregó: "el que quiera espabilar, que espabile".

Aureliano Rodríguez Larreta es un periodista hispanouruguayo.

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