El encanto del ritual académico
Los solemnes acordes del Gaudemus igitur, cantado por la coral universitaria, pusieron la nota final a las ceremonias del acto de entrega del Premio Cervantes, uno de los espectáculos más brillantes que ofrece el calendario de celebraciones oficiales.En el magnífico marco del paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y el patio porticado adjunto -llamado el patio Trilingüe-, la representación viva del caduco ritual académico adquiere una dimensión plástica única que parece surgir de otro tiempo de la historia.
Bajo los espléndidos artesonados del paraninfo se disponen los diversos grupos de privilegiados invitados con la precisión que impone el protocolo: académicos y diplomáticos, impecables en sus chaqués; los doctores de diversas facultades, ataviados con sus vistosos y polícromos uniformes, y la sobria presencia de las corporaciones locales de Madrid y Alcalá.
La imagen que ofrece el conjunto, enmarcada por la doble pareja de maceros, imperturbables en su arcaica vestimenta, podría estar fechada en los años que vivió el propio Cervantes, cuando la Universidad de Alcalá era la única Complutense, si no fuera por la nube de cámaras, casetes y micrófonos que asedian a los protagonistas.
Cuando termina el Gaudeamus, los Reyes, escoltados por un cerco de fotógrafos y el resto del cortejo, se trasladaron al patio Trilingüe, donde tiene lugar el epílogo informal del acto, que ya es una tradición en los cinco años de vida del Premio Cervantes: la actuación de una tuna universitaria.
Mientras se ofrece un aperitivo, los asistentes intercambian opiniones y conversan, polarizados en torno a los Reyes, que por fin se aproximan al grupo de los tunos para departir con ellos amigablemente y posar ante los fotógrafos.
Ayer, en la entrega del V Premio Cervantes, todo transcurrió según el orden y ritual previsto, salvo la lluvia, que cayó.
Babelia
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