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Reportaje:

Arquitectura hecha arqueología

Cuando Dionisio Ridruejo escribió, al final de los cuarenta, que Santillana «no era una ciudad museal y muerta», tan discutida opinión se debió más a la generosidad del viajero-poeta que a la realidad. Fracasado el intento de la escuela de Altamira, para la cual expresó Joan Miró la genial observación recordada el pasado sábado por Ricardo Gullón de que «el arte está en decadencia a partir de Altamira», Santillana del Mar era el invierno en que la visitó Ridruejo un museo de piedra o, como diría Lafuente Ferrari, el lugar en el que la arquitectura «se hace arqueología».

Una ciudad que ha recaído en aldea

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Santillana, una ciudad que ha recaído en aldea, es, sin embargo, un modelo de arqueología concentrada en estado perfecto de conservación. Allí no se ha puesto una piedra en los últimos siglos si no fue para restaurar alguna de sus casonas.«La restauración de estos edificios ya es una obra cultural», dijo a los promotores de la Fundación Santillana el director general de Bellas Artes. Javier Tusell se refería a la torre de Don Borja y edificios laterales, amplia sede de la fundación. Frente a la torre de Merino, tradicional torrona cántabra, cuadrada, cerrada y de sólida carpintería interior, la torre de Don Borja, también en la plaza mayor de Santillana, es más ligera y esbelta, y ofrece, además, el atractivo de unos bajos diafanizados por unos altos arcos ojivales. Obra del siglo XV, tiene, además del soportal, dos pisos con huecos en arco rebajado, de época muy anterior a la edificación, y remate de antetecho. La casa fue ampliada dentro. del siglo XV, por la parte trasera, y en este añadido se edificó, en el siglo XVI, un patio, curioso por ser uno de los pocos que existen en la arquitectura montañesa.

Adquirida en el reinado de Alfonso XIII por la familia Güell, fue ofrecida para residencia veraniega a la infanta doña Paz de Borbón, hija de Isabel II y princesa de Baviera por su matrimonio, de quien la heredaron su nieta la infanta doña Mercedes de Baviera y de Borbón, princesa de Bagration, y los descendientes de ésta.

Dado el extraordinario interés artístico e histórico de la torre de Don Borja, su restauración ha estado presidida por el criterio de devolver al edificio su primitiva pureza arquitectónica. El mismo respeto a la tradición inspirará el acondicionamiento interior, incluso con el uso de algunos muebles y objetos de arte procedentes de los últimos propietarios del magno edificio.

A la vieja edificación gótica de la torre de Don Borja se añadió mucho después, como suplemento hacia la derecha una casa noble, con dos arcos de soportal en medio punto, y un piso superior, con dos grandes huecos de balcón corrido. También formaba parte esta casa del denominado palacio de la infanta doña Paz. En total, la sede de la Fundación Santillana suma más de 3.000 metros cuadrados.

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