Los Reyes entregaron el premio de literatura Miguel de Cervantes a Jorge Luis Borges y Gerardo Diego
Los reyes Juan Carlos y Sofía presidieron ayer, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, el acto académico de entrega del premio de literatura en lengua castellana Miguel de Cervantes 1979 al escritor argentino Jorge Luis Borges y al poeta español Gerardo Diego. En su discurso, don Juan Carlos resaltó la significación de un nuevo encuentro de Hispanoamérica y España en las personalidades de los galardonados, así como el deber del Estado «de apoyar enérgicamente la dimensión cultural de la sociedad en la libertad».
En la mesa presidencial acompañaron a los Reyes el ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva; el ministro de Universidades e Invesjtigación, Luis González Seara; el rector de la Universidad, Manuel Martell, y el director general del Libro y Bibliotecas, Joaquín de Entrambasaguas.Don Juan Carlos, en sus palabras, señaló la identificación de las dos orillas atlánticas que se funden en la creación literaria. «Si en alguna ocasión», dijo, «a lo largo de mis presencias en el continente americano, tuve la oportunidad de decir que iberoamericanos y españoles teníamos la patria común del idioma, hoy, aquí, podría añadir que esa patria subsiste y persiste en la orgullosa voluntad de escribir grandes obras, de levantar belleza, de golpear con hondas llamadas de exigencia en la conciencia colectiva. Por esa razón, la obra literaria profunda, extensa e incitante de Borges y de Gerardo Diego, tan distinta en formas e intenciones, nos añade a, todos inmortalidad. Inmortalidad porque, a través de ellos y de lo que nos dejan en sus libros, todos superamos nuestra estatura de hombres para crecer y crecer cuando los leemos, hasta sentirnos noblemente altivos y divinizados, elevados a las más altas cotas de responsabilidad».
Al referirse a la obra de Borges y Gerardo Diego, manifestó que proporcionan «la oportunidad de decirnos a nosotros mismos que la vida, el mundo y la historia están cargados de: emoción y engrandecen nuestra existencia si nos entregamos a ellos con generosidad y con entusiasmo». «Como escritores nos van descubriendo los minerales brillantes que hay en nuestro destino colectivo, la luz y la sorpresa de la belleza en gentes, naciones y paisajes. Las pruebas, en definitiva, de que nuestra existencia en la tierra no es una pasión inútil».
A continuación, don Juan Carlos expresó su convicción de que la comunidad de los pueblos hispánicos -en los que funde sus raíces España- dispone de una gran capacidad creadora y que esta capacidad «debe ser señalada, querida y proyectada en un programa cultural colectivo». «Os propongo esa misión doblemente. acuciante, ante el ejemplo de la obra bien hecha que nos ofrecen estas figuras que ahora nos honran y se honran al recibir el premio Miguel de Cervantes. Ambos han dedicado sus vidas a abrir ventanas por las que unos y otros nos asomamos al futuro».
El Estado y la cultura
Gran parte del discurso real estuvo dedicado a la postura del Estado frente a la cultura. «A esta responsabilidad de creación común», dijo don Juan Carlos, «y a la tarea de hacer de la cultura un mundo acogedor y estimulante, un horno que modele nuestras posibilidades como ciudadanos, no debe ser ajeno el Estado. Hubo un tiempo en que se consideraba impropia la relación de corresponsabilidad entre la cultura y el Estado. Y otro en que éste se apropiaba de los resortes de aquélla, desnaturalizando sus fines. Europa ha conocido estas tendencias. Hoy, por el contrario, estamos inmersos en una etapa en la que nadie duda ya del deber del Estado de apoyar enérgicamente la dimensión cultural de la sociedad en la libertad. Porque la cultura no es un ingrediente más de nuestra vida histórica, sino, esencialmente, la raíz que alimente esa misma vida. Una nación sin cultura, o no existe o agoniza. Ella es el río que nos lleva y que ensancha nuestros limites. Por mi, parte, no cejare en esta tarea de dinamizar la cultura y declararla tarea prioritaria del Estado. En este sentido, la cultura debe constituir en España un mundo de ilimitadas posibilidades».
Para finalizar, calificó a Borges como «fervor de América», y a Gerardo Diego, «alondra de verdad» «Ellos, en sus obras, se convierten en seres plurales, pues sus almas, a la hora de escribir, dejan de ser ellas mismas para fundirse en la voz de sus pueblos, de sus sueños, de sus fatigas. Por ellos y en ellos, aprendemos a conocernos en nuestros gozos, miserias y ansiedades».
Con anterioridad, tras la lectura del acta de concesión del premio Miguel de Cervantes por el secretario del jurado, Emilio López Morillas, el Rey entregó los títulos correspondientes a los dos escritores, momento que registró una profunda emoción en Jorge Luis Borges y Gerardo Diego.
El destino del escritor
Jorge Luis Borges, en sus palabras, se refirió al destino del escritor, que puede recordar el pasado y modificar la tradición, aunque tiene la desventaja, al utilizar el lenguaje, de operar con las palabras, que cambian con la emoción y el sentido. «El escritor tiene que resignarse, tiene que seducir, luego soñar, y no conviene que intervenga demasiado en su obra; debe ser pasivo, hospitalario, trabajar esa materia de sueños».
Borges añadió que el escritor se siente solo hasta que descubre que se encuentra en un vasto círculo de amigos que han leído su obra y se han enriquecido y siente que su vida ha sido justificada. Recordó su primera lectura del Quijote, en 1907 ó 1908, y destacó el hecho de que el héroe no es Don Quijote, sino el provinciano manchego, al decir que Don Quijote de la Mancha se impuso la tarea de ser Don Quijote y sólo consigue ser Alonso Quijano. «Me conmueve mucho el hecho de recibir este honor de manos de un rey, que, como un poeta, cumple un destino. Se trata de algo hermosamente fatal. Mi innumerable agradecimiento a todos ustedes».
Encuentro y camino
«Entre mis vicios habituales no figura el de la ingratitud». Con estas palabras inició su discurso Gerardo Diego, para agradecer el premio recibido por los Reyes, que le pareció «un sueño durmiente, pero al comprobar que se trata de un sueño despierto me llena de confusión». Se refirió al acto de la ceremonia, que significaba la glorificación de la obra maestra de Cervantes, autor que no tiene un año concreto porque todos los años son suyos, así como este año debe ser un año conmemorativo de Quevedo y el próximo de Calderón.
Comentó la fuerza y las posibilidades de la lengua de Cervantes, «una lengua muere de su vida y vive de su muerte, respira, alienta, vegeta», con referencias a Garcilaso, Lope, Gracián, Manrique, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Calderón y Antonio Machado. Refiriéndose a Borges, recordó su amistad a lo largo de sesenta años, desde su primer encuentro en 1920 en la tertulia nocturna del café Colonial, sus amigos comunes y sus paseos por Buenos Aires. «En su prosa y verso descubre nuevos continentes de imaginación; yo siempre buscando la sencillez». Tras insistir en la unidad del. castellano, «nuestro tesoro milagroso, nuestra lengua universal», se refirió a Jorge Guillén, Alejo Carpentier y Dámaso Alonso, ganadores del Premio Cervantes en las ediciones anteriores.
El ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva, en lugar de un discurso oficial, prefirió realizar un breve homenaje como lector, a partir del encuentro, el camino, la confluencia y el reconocimiento a Borges y Gerardo Diego, con la lectura de poemas y prosas de los dos escritores.
Al finalizar el acto académico, los Reyes saludaron durante media hora, en el patio de la Universidad, a las personalidades asistentes, académicos, políticos, embajadores y corporación municipal de Alcalá de Henares. A la llegada y despedida de la Universidad, a los aplausos de las personas congregadas se unieron reivindicaciones laborales y sociales en ocho pancartas firmadas por la comisión de parados de Alcalá y gritos de «Juan Carlos, escucha, los parados están en lucha» y «Trabajo, sí; paro, no».
Por la tarde, los Reyes de España ofrecieron una recepción en el palacio de la Zarzuela a personalidades de la cultura, en su mayoría vinculados al mundo de las letras. Asistieron al acto cerca de mil personas de los distintos sectores que conforman la actividad cultural.
Babelia
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