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Entrevista:

"Tengo mis dudas sobre la efectividad del programa económico español"

EL PAIS. Existe. un consenso general entre los economistas teóricos de que la situación de la economía mundial es crítica...Friedrich A. Hayek. La economía mundial está hoy dominada por el problema de la inflación. Estamos, además, en un momento especialmente crítico, porque cuanto más dure la inflación, mayor se hace la dependencia entre el índice de desempleo y la tasa de inflación. Pero no se puede detener la inflación sin causar recesión y, de nuevo, cuanto más se retrasan las soluciones para controlar la inflación, más se activa la depresión. Ahora bien, técnicamente nada es más fácil que detener la inflación, pero las consecuencias inmediatas son tan dolorosas que ningún político se atreve a hacerlo,

Mucho me temo que lo que va a pasar es que los políticos, en lugar de detener la inflación, van a tratar de contenerla por medio de controles de precios, lo que inevitablemente nos llevará de una inflación abierta a otra reprimida. Y, desde luego, no hay nada peor que una inflación reprimida, ya que convierte todo el mecanismo natural de precios en algo totalmente ineficaz. Existe el riesgo, de que, de una manera inadvertida, al tratar de sujetar la inflación reprimida existente por medio de un control de precios, se caiga de lleno en un sistema económico dirigido, y no porque deliberadamente se busque, sino porque se ha hecho que las propias fuerzas del mercado sean ineficaces y porque los controles de precios siempre provocan que, al final, todo dependa de la voluntad del Gobierno.

Por eso creo que el gran renacimiento de la economía de mercado, que últimamente se tiene que producir, terminará en una vuelta a un sistema de planificación dirigida. Y, repito, no porque así se desee, sino porque nadie se va a atrever a detener la inflación y hacer frente después a los efectos de una inflación contenida. Por eso me temo que se va a exigir públicamente un control de precios, pero por razones equivocadas. En fin, que soy muy pesimista sobre el estado en que se encuentra la economía mundial y las posibilidades; que existen de salir del estado actual.

P. ¿Qué diferencias principales; encuentra entre la situación actual y la gran crisis de los años treinta, de la que usted fue su principal profeta?

R. En primer lugar, la crisis de 1929 se hizo peor después de aplicar una serie de medidas deflacionistas. Aplicar ahora esas mismas medidas defiacionistas -lo que algunos, por abuso del lenguaje, llaman terminating deflation- sería una tontería. Pero estamos en una, situación que es muy similar a la que se planteaba al principio de la crisis de 1929. En los años veinte, Estados Unidos también padecía inflación, y si se hubiera tratado de evitarla, una ligera recesión hubiera sido inevitable. Pero, en lugar deprovocar esta ligera deflación, dos; cosas estúpidas se hicieron. Por un lado se llevó a cabo una política deliberada de mantener los salarios altos al nivel de la inflación y por, el otro, se adoptó una política monetaria defiacionista. Juntas, salarios altos y presión monetaria, provocaron aquella catástrofe.

No creo que ahora se cometan los mismos errores, pero estoy,seguro que los Gobiernos se inven tarán otros.

P. ¿Quiere usted decir que esta mos en vísperas de un crac como el de entonces?

La crisis del 29 se puede repetir

R. No estamos todavía ante una crisis, pero desde luego no podemos descartarla. En cualquier caso, tarde o temprano tendremos que contener la inflación, y mientras los políticos se entretengan en alejar la decisión lo más posible nos encontraremos en una situación muy poco cómoda y, finalmente, sobrevendrá la crisis. Claro que una crisis no implica una permanencia larga o un papel importante de la depresión. Veamos, por ejemplo, el caso histórico más importante. En 1919, Estados Unidos puso fin a la inflación de la guerra, los precios bajaron rápidamente y sobrevino un período de estabilidad. Este, como en cualquier fase de estabilización, pasó en seis meses, y tras un rápido ajuste, la prosperidad volvió sin que el Gobierno realmente interviniera. Siempre ha habido períodos de estabilización después de grandes momentos de inflación. Pasó en Estados Unidos en 1921 y 1922; en Alemania, después de su particular período de gran inflación. La primera vez que no ocurrió esto fue en 1929, y todo fue por culpa de la política gubernamental tan estúpida que se adoptó. Esperemos que ahora los Gobiernos no tomen medidas similares de mantener altos los salarios y simultáneamente adopten medidas monetarias deflacionistas.

En estos momentos no hay un remedio inmediato para la situación económica

P. ¿Cuál es, entonces, el remedio o la fórmula que usted propone?

R. A corto plazo es muy difícil hacer predicciones. Pero yo creo que ha llegado el momento para prevenir la depresión por medio de un estudio del boom precedente, y una vez analizado, intentar mantenerlo bajo control, sin permitir que sea excesivo, de forma que la inflación lo domine.

Es curioso que cuando se viven momentos de prosperidad nadie oye mis voces de alarma, pero cuando la depresión es ya inevitable es entonces cuando vienen a mí para que la ponga remedio.

Por eso pienso que en este estadio no hay remedio inmediajo, porque en los tiempos de inflación lo que se ha hecho ha sido permitir que las influencias monetarias dirijan mal sus recursos productivos en una forma que es imposible mantener durante los períodos de estabilización. Entonces, lo que sucede es que a la inflación sigue una reacción muy fuerte y a Veces incontrolable a corto plazo. Por eso soy partidario de que. todo este proceso se ponga en marcha lo que requerirá que los Gobiernos dejen funcionar libremente el mecanismo de precios. Pero mucho me temo nuevamente que los Gobiernos no están en una posición para seguir mis consejos.

P. ¿No cree usted que parte de la inflación que padecemos se la debemos a la política de precios de la OPEP, a una energía más cara?

R. En este tema creo que la única solución es de nuevo dejar en libertad a las propias fuerzas del mercado. Los norteamericanos, particularmente, han enfollonado su situación energética por intentar controlar los precios. Después de todo, el petróleo ha llegado a ser un producto tan escaso que la gente debe ser forzada a reducir su consumo. Pero si usted mantiene bajo control los precios y además le da dinero a la gente para poder adquirir petróleo, todo el mundo continuará consumiendo la misma gasolina o más, mantendrá sus calefacciones a tope y se olvidará de apagar la luz. Lo que se trata, pues, es de dejar en libertad los precios.

P. Pero, ¿a precios más elevados, más inflación?

R. En una primera fase sí. Pero hay que tener en cuenta que estamos en un caso de costes más altos, es decir, de energía más cara, y si se dejan las fuerzas libres, la estabilización llegará a un nivel adecuado por sus propios medios.

P. Su fervor antikeynesiano es bien conocido. ¿Cree usted que ha llegado el tiempo de enterrar las teorías keynesianas?

Keynes tiene la culpa de todos nuestros problemas

R. Keynes es el culpable de todos nuestros problemas actuales. Siempre lo he mantenido a lo largo de mis estudios. El único punto en que quizá he estado equivocado ha sido en el hecho de que el método de Keynes parece que ha funcionado durante más tiempo del que yo pensaba. Yo le di una vida de diez años, pero, de hecho, ha perdurado durante una generación. Ahora, sin embargo, está totalmente desacreditado, como demuestra el hecho de que toda una generación de economistas que creía en Keynes se ha visto y se ve incapaz para resolver ese fenómeno que ellos mismos han creado y que se llama stagflación, es decir estancamiento e inflación. Todavía no se pueden creer que estos dos períodos coincidan al mismo tiempo, porque ellos asocian la prosperidad con la cantidad de dinero que existe en el mercado. Pero, obviamente, están equivocados.

P. Quizá en sus pocos días en España se haya familiarizado con la situación particular económica que atravesamos y, en especial, con el plan del Gobierno anunciado hace un mes...

R. Sí, he oído que este programa hace una confesión de fe en la economía de libre mercado, y eso me alegró. Pero he visto luego que a la hora de llevar esa filosofía a la práctica no existe ninguna medida concreta para hacerlo. Por eso creía que el programa era bueno, pero ahora tengo mis dudas.

Gran Bretaña e Itafia tienen soluciones más difíciles que la española

P. En concreto, ¿cree usted que la situación española es mejor o peor que la de las economías occidentales?

R. Bueno, yo diría que si la comparamos con los casos de Italia o Gran Bretaña, por citar dos ejemplos, en España todavía existe solución. Donde no la hay es en Gran Bretaña, al menos mientras se mantenga el actual status de los Trade Unions (sindicatos). El problema de los sindicatos británicos es tan enorme, en lo que respecta a su influencia dañina sobre el país en general, que Gran Bretaña debía ejercer el derecho que ni siquiera se atrevió a hacerlo en su momento, cuando los conservadores introdujeron al país en la Comunidad Económica Europea. Me refiero al referéndum. Yo creo que los ingleses debían decidir en una consulta popular si están de acuerdo con sus propios sindicatos y con la política que sus líderes llevan a cabo. En Gran Bretaña nadie o muy pocas personas están de acuerdo con los líderes sindicales y, mucho menos con el funcionamiento de la maquinaria.

Lo mismo sucede en Italia, aunque allí los problemas sindicales son muy diferentes. Pero, desde luego, si lo comparamos con estos dos países, los problemas españoles tienen una solución más fácil.

P. ¿Cuál?

R. Si tomamos el caso de Alemania Federal después de la guerra, veremos que sólo una política como la seguida por Erhard es capaz de pasar a un país de una situación casi imposible a unos resultados sin precedentes. Yo creo que si el Gobierno, en primer lugar, se compromete a abolir todo tipo de control de precios y no trata de intervenir en los,mercados monetarios con políticas desfasádas, muy en la línea del ejemplo alemán de la posguerra, la situación española se ajustará por sí sola a un nuevo esquema que será suficiente para sacar a España de la crisis económica que padece y producir un nivel de desarrollo económico muy similar al alcanzado por la RFA en la década de los sesenta.

P. ¿No piensa usted que sus ideas, para llevarlas a la práctica, requieren unos plantearnientos que muy pocos políticos están hoy decididos a considerar?

R. Por supuesto, pero yo creo que la principal función de un economista de mi cuño es tratar de influir mediante la opinión pública. Tenga en cuenta que, como decía al principio, el problema fundamental de nuestro tiempo, en mi opinión, se centra en la actual forma de democracia que tenemos en el mundo.occidental. Yo no tengo que hacer profesión de fe de mis convencimientos democráticos, pero creo que la democracia occidental requiere una reforma a fondo. En estos momentos, los gobiernos tieñen demasiado poder para hacer muchas cosas, hasta el extremo que no pueden ni siquiera evitar el hacer cosas que muchas veces no desean. Por eso creo que deberíamos caminar hacia una forma de democracia donde el Gobierno tenga menos poder y esté más controlado.

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