_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La píldora en los barrios

Me llaman unas feministas para decirme que quieren difundir la píldora en Vallecas, pero no seré yo quien las ayude; que aquí a nuestro señorito, o sea Juan Luis Cebrián, a poco lo llevan al trullo por hablar del tema o permitir que se hablase.No sé sí la píldora es buena o mala, que yo no la tomo, pero lo que sí sé y puedo decir y digo es que el uso de la píldora anti-baby supone hoy en nuestra sociedad una discriminación más, pues las estadísticas cantan que unos cuantos miles o millones de españolas la toman, pero esas españolas son siempre de clases altas o cultas, ya que nuestro pueblo sigue saludablemente preservado de los bienes y los males de la civilización y la ciencia. Nuestro pueblo se mueve, en el aspecto sentimental, entre la técnica del albañil y la del misionero. Otras opciones no tiene ni conoce, otras mutantes, le están vedadas.

Digo yo, haciendo sociología, que es lo mío, que si la píldora es mala, será mala para todas, y si es buena, lo mismo. Porque lo que pasa ahora con la píldora es lo que pasaba antes con el can-can, que era pecado ir a verlo a París, pero los ricos iban, porque podían, y para los pobres era más pecado porque no podían, pues ya dice tío Oscar que la mejor manera de vencer una tentación es caer en ella. Lo que se le olvidó a tío Oscar fue añadir que para caer en las tentaciones hace falta algún dinero suelto.

Sépanlo, pues, nuestras autoridades; no estoy a favor ni en contra de la píldora, pues no conozco ese invento ni lo disfruto, pero quiero subrayar que la anti-baby como y, todo nuevo invento, viene a establecer una nueva discriminación en la discriminatoria vida española, que hasta el reciente premio Nobel, Vicente Aleixandre, ha dicho por la tele que la sociedad está muy fragmentada en clases. Parece que ahora las feministas, o las que sean, quieren llevar la pildora a Vallecas, o, al menos, su conocimiento, con lo que van a sembrar la discordia en las familias, que la preñez es la garantía -relativa- de la fidelidad femenina, y con la anti-baby desaparece esa garantía.

Del mismo modo que algunas tribus todavía primitivas amputan el clítoris a las mujeres para asegurarse su castidad, aquí, en esta tribu con pretensiones que es España, según mi paisano Macías Picavea, el embarazo y el miedo al embarazo han sido freno y reaseguro de la fidelidad de la hembra cantada por Gabriel y Galán. Porque la anti-baby, en realidad, es un arma y un insulto contra Gabriel y Galán, que es al que le tenían que haber dado el Nobel en su momento, y no a Vicente, que es rojo y ni siquiera se ha casado, o sea que tampoco necesita la cosa de la píldora.

Aquí hay dos clases que se reproducen insistentemente: los de muy arriba y los de muy abajo. Los de muy arriba por ganar el cielo y los de muy abajo por aburrimiento. Alguien dijo que el sexo es la ópera de los pobres. Ahora que la televisión da tanta ópera, porque Ansón es filarmónico de suyo, la ópera de los pobres es la televisión, y el sexo lo tienen muy abandonado. Para eso vienen las feministas a recordárselo con la neoginona.

Yo hice una vez estadística de los hijos que tenían los ministros de Franco, porque siempre he sido perito en conocimientos inútiles o especialista en ideas generales, como decía d'Ors, y me salió que, efectivamente, Franco no elegía a sus ministros por ser el número uno, de su promoción, como tanto se ha dicho, por salir en la orla o por estar especializados en algo, ser del Opus o tener la bendición especial de monseñor Escrivá: Franco sacaba ministros a los que tenían más niños. Para él (aunque no dio ejemplo), los muchos niños eran una garantía de orden, adhesión al Movimiento y fidelidad en el cargo. Una garantía de que el señor ministro no se iba de picos pardos ni de piculinas por la Costa Fleming (aunque a algún ministro franquista cacé yo por la Costa), sino que todas las energías las dejaban en casa. 0 sea, que se aburrían. Y, con Franco, el aburrimiento era un grado.

Ahora las feministas, progres y rojas, quieren concienciar a las madres del pueblo en el uso de anticonceptivos, abortos y cosas. Hay que pararlas. Y, sobre todo, hay que empezar por concienciar a las señoras de los ministros, que esos niños son los que pagamos entre todos los españoles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_