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Reportaje:

Aceite, grasa y piensos, la trampa de la soja/y 2

La aportación de tierras adicionales para producir más cebada, más leguminosas y más semillas oleaginosas dentro del territorio nacional pasa necesariamente por una ordenada reconversión de la superficie destinada al olivar.

Aclualmente existen alrededor de 2,5 millones de hectáreas dedicadas a este cultivo, cifra a todas luces excesiva como ya se ha puesto repetidamente de manifiesto en estas mismas páginas y en otras muchas de la prensa nacional. No hay dificultades económicas ni sociales para liberar al menos un millón de hectáreas de olivares poco rentables y destinarlas a otras producciones. El consumo de aceite de oliva desciende progresivamente y es va casi un artículo tan de lujo en nuestro país como en el extranjero. Con poco más de un millón de hectáreas bien cultivadas puede atenderse al consumo nacional, exportar a buenos precios y mantener una especie que es ecológica y económicamente importante para el país.Las importaciones de soja son aún más preocupantes que las de maíz: su volumen total (en forma de torta, harina, aceite y haba) no deja de aumentar y la concentración de las decisiones productivas y comerciales en un solo país -Brasil y Paraguay no pueden competir con el poderío USA- provoca en el nuestro una situación de indefensión importante.

El problema es que la sustitución de la soja americana en la alimentación de la ganadería intensiva española va a ser más lenta que la del maíz. El Ministerio de Agricultura, con un plan ciertamente tardío y utópico, va a poner en marcha un programa experimental de fomento de la producción nacional de haba de soja con toda clase de subvenciones; en el caso de que se produzcan resultados positivos, éstos no son de esperar a corto plazo. Así pues, habrá que pensar más bien en la extensión e intensificación de los cultivos de girasol, cáñamo, cacahuete, palma, cártamo, algodón y colza por un lado, y los de habas, yeros, judías, garbanzos y lentejas por otro; además, claro está, de potenciar la producción de forrajes, mejorar los pastos de secano y fomentar la reimplantación de ganaderías extensivas que se hallan en proceso de desaparición.

Las dificultades de la sustitución de la soja en el terreno productivo parecen, no obstante, más fácilmente superables que las que provienen del retraso de nuestro país en el campo de la investigación genética, sanitaria, nutricional y de alimentación animal. El problema de fondo es que se ha creado una ganadería artificial, sin tener en cuenta un óptimo aprovechamiento de los recursos interiores, con técnica, alimentos y gustos importados y no es de extrañar que especies realmente adaptadas a las condiciones del país, como el conejo, la cabra o el cerdo ibérico hayan caído en el olvido más absoluto.

En fin, el tema de la sustitución de importaciones de piensos y grasas es tan preocupante como complicado. Aquí se ha pretendido ofrecer una serie de posibles vías de solución, todas ellas interconectadas y cada una susceptible de un estudio monográfico. Ahí va la lista:

1. Control de fábricas de pienso compuesto y molturadoras de semillas oleaginosas.

2. Denuncia pública del colonialismo americano en el sector de la avicultura.

3. Información y orientación del consumidor respecto a los alimentos de origen animal.

4. Programa de investigación sobre especies y razas animales de acuerdo con los recursos de alimentación interiores.

5. Fomento de producción interior de cereales, oleaginosas y leguminosas sustitutivos de maíz y soja.

6. Reconversión de un millón de hectáreas de olivar.

7. Recuperación de la ganadería extensiva.

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