Washington espera una nueva formulación soviética sobre coexistencia
El secretario de Estado norteamericano, Cyrus Vance, iniciará mañana en Moscú sus conversaciones sobre limitación de armamentos con los dirigentes soviéticos y podrá comprobar sobre el terreno hasta qué punto el apoyo de Washington a los disidentes rusos ha afectado a la detente entre las dos superpotencias.
Aunque Vance es portador de propuestas concretas para un nuevo acuerdo sobre reducción de armamento, nadie duda que el tema de la defensa de los derechos humanos -hasta el momento, punto central de la política exterior de Carter- estará presente en las conversaciones de Moscú y podrá influir en el futuro de las negociaciones sobre el desarme.Recientemente, el secretario general del PC soviético, Leonidas Brejnev, calificó de «injerencia en nuestros asuntos internos» la política de la nueva Administración norteamericana. Por su parte, Carter anunció que no era su intención contribuir a la caída del Gobierno soviético, y que continuaría hablando públicamente de las violaciones de los derechos humanos en el mundo, incluido el bloque socialista.
El nuevo estilo diplomático inaugurado por Carter ha causado irritación entre los dirigentes del Kremlin, que se sintieron especialmente ofendidos por la carta enviada al disidente Andrei Sajarov por el presidente norteamericano y por el hecho de que éste recibiera en la Casa Blanca al también disidente Vladimir Bukovski.
Presumiblemente, los rusos propondrán una nueva y clara formulación de los principios de la coexistencia pacífica, que sustituya al acuerdo firmado en 1972 por Nixon y Brejnev, como paso previo a cualquier negociación en el campo del armamento. Esta formulación incluiría, según los deseos del Kremlin, alguna referencia específica a las «injerencias» de un país en los asuntos internos del otro, como medio para poner fin a la cruzada de Carter sobre los derechos humanos y al apoyo de éste a los disidentes soviéticos.
Cyrus Vance deberá hacer frente, pues, a una delicada negociación durante sus tres días de estancia oficial en Moscú, con la desventaja de que ha sido Carter, y no Brejnev, quién ha anunciado su deseo de llegar a un rápido acuerdo sobre limitación de armamento que sustituya al vigente, que caduca a primeros del próximo mes de octubre.
En los medios políticos de Washington se da como seguro que los soviéticos se mostrarán intransigentes en el tema de los derechos humanos, lo que dificultará la consecución de un acuerdo en breve plazo. Los negociadores norteamericanos recordarán, muy posiblemente, a los soviéticos que ellos también han apoyado a los disidentes estadounidenses, como fue el caso de la gira por la URSS de Angela Davis o la entrevista entre Brejnev y Gus Hall, secretario del minúsculo Partido Comunista USA.
Si Vance logra superar las reticencias soviéticas en el tema de los disidentes, podrá exponer sus propuestas, entre las que se incluye un plan para desmilitarizar el océano Indico, la reducción mutua y progresiva de fuerzas en Europa central y el patronazgo conjunto de la conferencia de paz de Ginebra sobre el Oriente Próximo.
Aunque nadie es demasiado optimista respecto de los resultados de esta primera ronda negociadora, la intención norteamericana es demostrar que la nueva Administración continúa manteniendo un espíritu propicio a la negociación, en la línea del acuerdo de Vladivostok, que firmaron Ford y Brejnev en 1974.
Las restricciones en el programa de construcción del misil norteamericano Crucero serán el punto básico de estas negociaciones, ya que los soviéticos pretenden que se incluya dicho misil en los acuerdos de Vladivostok, que limitaron 2.400 el número de vectores atómicos por cada lado.
Los norteamericanos, por su parte, supeditan la suspensión del programa del misil Crucero a la consecución de un acuerdo que suponga una «sustancial reducción» de las armas nucleares estratégicas. El nuevo bombardero soviético Backfire también es motivo de preocupación para el Pentágono.
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