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El régimen chileno, en busca de una nueva imagen

Tras la llegada de Carter a la presidencia de Estados Unidos, el régimen militar chileno busca proyectar una nueva imagen que permita borrar la impresión que sobre el país tiene el flamante mandatario norteamericano e impida que esto se traduzca en acciones que desestabilicen el Gobierno de Pinochet.Tras la liberación masiva (o casi) de presos políticos, se aprecia también un mayor consentimiento del régimen a las actividades de los grupos políticos en receso.

No se trata, sin embargo, de que el régimen se esté abriendo, ya que las severas medidas se seguridad se mantienen como el primer día. Y recientes rumores señalan insistentemente que se ha levantado un nuevo campo de detenidos políticos en un pequeño valle de la zona de Quilimarí, a unos trescientos kilómetros al norte de Santiago.

Es palpable la ligera disminución de detenciones, también aparece claro que cada día un mayor número de personas es aprehendida sin cumplirse con los requisitos establecidos por la misma Junta militar, como es la exhibición de la orden de detención y la presencia de testigos.

Recientes informes de la Vicaría de la Solidaridad -una entidad de ayuda a perseguidos políticos, dependiente del Arzobispado de Santiago- revelaron que el 75% de las detenciones registradas en agosto pasado se efectuaron sin testigos, contra el 8% detectado en mayo de 1976. Esta curiosidad ha ido aparejada con el aumento de las personas que desaparecen después de ser detenidas. La Vicaría, en un reciente documento, aseguró que habían desaparecido el 57% de las personas detenidas durante agosto pasado. En enero, tal porcentaje había sido sólo del 5%. En total, según dicho organismo, durante este año han desaparecido 117 personas que aumentan a 922 la cantidad en tres años.

La victoria de Carter, factor que en definitiva empujó al Gobierno de Pinochet a soltar a algunos presos políticos -siguen, aún en las cárceles los procesados y condenados por tribunales militares y civiles en causas también de orden político, que suman 1.117 personas-, también se ha traducido en un respiro de los grupos políticos -la izquierda está proscrita- y algunos de ellos, como la Democracia Cristiana, se han empezado a mover.

Actividad política

Después de tres años de acciones políticas esporádicas e inconexas, la Democracia Cristiana parece haber encontrado un camino para superar la fuerte crisis interna que por momentos hizo temer una nueva división. Sustituido el ex senador Patricio Aylwin por Andrés Zaldívar -ex ministro de Frei, ahogado, 41 años- en la presidencia, la Democracia Cristiana se encuentra abocada ahora a una consulta a las bases tendiente a designar la nueva directiva que exprese, en lo posible, todas sus tendencias.

Si bien es cierto que no se espera nada espectacular -el grupo tradicional que encabeza Frei sigue siendo el más fuerte-, todo indica que los demócrata cristianos se han puesto en marcha. En esta primera etapa, la preocupación es medir la tolerancia del régimen hacia la actividad política, para luego posiblemente pasar a otras acciones.

Panorama castrense

Pero nada tiene carácter inmediato. Y todo porque moros y cristianos siguen de acuerdo en que Pinochet se mantiene firme en el poder, aun cuando se aprecia una preocupación frente a la actitud general de las Fuerzas Armadas respecto de su Gobierno.

La sorpresa grande de finales de este año -comentario obligado dentro de los cuarteles- la puede constituir la salida del general de división Herman Brady, actual ministro de Defensa, considerado como uno de los puntales importantes de Pinochet. Pero parece que Brady no se irá del todo, ya que también se rumorea que permanecerá en la Secretaría de Defensa, pero en calidad de general en retiro.

La otra sorpresa puede ser la jubilación del general de división Javier Palacios -el hombre que comandó las tropas en el asalto al Palacio de la Moneda- quien, según los corrillos militares, se ha erigido en uno de los críticos de la gestión gubernamental.

Plano económico

Tal como se esperaba, la meta de un 6% en el crecimiento económico para el año 1976 no se logró. La caída de las producciones agrícola y minera, fundamentalmente, conspiraron contra el deseo oficial. El crecimiento del país no alcanzó al 4%, porcentaje bastante modesto máxime si se toma en cuenta que en 1975 el país sufrió la peor caída de su producto nacional bruto, que llegó al 15%.

El ministro de Hacienda, Jorge Cavas, pronosticó en su último informe público sólo una leve recuperación para 1977, lo cual significará otro período de aflicciones para la masa laboral chilena, cuyas remuneraciones aún se mantienen por debajo de los niveles de 1969.

Los avances se aprecian en el campo financiero y monetario. El país logró sanear su presupuesto fiscal y su balanza de pagos y en 1976, por primera vez desde 1969, cerrará su ejercicio con un superávit de casi quinientos millones de dólares, a pesar de haber afrontado el pago de ochocientos millones de dólares del servicio de su cuantiosa deuda externa (5.500 millones al 31 de diciembre de 1975, de acuerdo a informes oficiales).

La inflación -mal que afecta al país con increíble saña desde hace varios años -empieza a ceder y la cifra del 340% de 1975 se rebajará a menos del 170% en 1976. Se estima que en 1977 la inflación descenderá por debajo del 60%.

Para el equipo económico es vital la baja del ritmo inflacionario por cuanto estiman que ello debe ayudar a la recuperación económica del país a través de un incremento de las inversiones, y permita disminuir los tremendos efectos sociales de la dura política oficial que aún se traduce, entre otras cosas, en la cesantía más alta de la historia de Chile: 15,7% (septiembre 1976), a pesar de estar en marcha un programa oficial de trabajo temporal que está ocupando a casi el 6% de la masa laboral activa.

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