Muerdo, cantautor: “La derecha encarna todo lo que no es Dios”
El músico, homosexual, religioso y de izquierdas, no se esconde y, en su música va de frente. Lo comprobarán quienes se acerquen al Circo Price de Madrid el próximo día 31 para su concierto
En Pascual Cantero, ese moreno locuaz de 36 años (Molina de Segura, Murcia) que firma sus canciones como Muerdo, confluyen la sangre murciana, el corazón latinoamericano y un alma no ya solo cosmopolita, sino abiertamente heterodoxa. Se ha acostumbrado a que le conozcan y tarareen mucho más al otro lado del océano que en suelo ibérico, pero no por ello va a renunciar a ser profeta en estas otras tierras. Su reciente sexto álbum, Sinvergüenza, le muestra completamente desnudo en portada, pero aún más nítido es el autorretrato en unas letras que reflejan a un hombre vulnerable, pero también valiente, de pasado conflictivo y futuro alentador, voluptuoso en lo carnal y profundo en lo que atañe al espíritu. Homosexual, religioso y de izquierdas: Pascual no se esconde y en su música, como en las respuestas, va de frente. Lo comprobarán quienes se acerquen al Circo Price de Madrid el próximo viernes, día 31 de enero.
Pregunta. ¿Se considera un artista difícil de catalogar?
Respuesta. Estamos cada vez más acostumbrados a encasillar a las personas y las músicas a partir de la mínima expresión, a colocarlas en un compartimento. Pero lo heterogéneo y plural es más difícil colocarlo bajo un paraguas o un epíteto.
P. ¿Se acuerda de Las noticias de Gurb, la novela de Eduardo Mendoza?
R. ¡La del extraterrestre que se mete en el cuerpo de Marta Sánchez! Si Gurb tuviese que enviar un informe a su planeta de quién soy yo, le sugeriría: “Un ser humano en búsqueda de la verdad y la belleza”.
P. ¿Y progresa adecuadamente en ese objetivo?
R. Estoy en ello. La búsqueda funciona como motor y me pone en movimiento, y eso me parece más que suficiente. Porque hay gente que no encuentra motivos para levantarse de la cama cada mañana, y la enfermedad mental o la depresión son de las cosas a las que más miedo tengo.
P. ¿Qué le ha pasado en su última gira latinoamericana que se pueda contar?
R. Saqué cinco días libres en Perú para conocer Cuzco, Machu Picchu y el Valle Sagrado con un chamán que nos hizo un “ritual de florecimiento” que nos recargó de conocimiento. Era complejo de explicar y de entender, pero yo, flipando, le decía: límpiame, que me va a venir bien.
P. ¿Siempre ha sido así de espiritual?
R. Hubo un momento en que me peleé con eso, cuando me empezaron a calar ideas más sociales y asociadas al marxismo, pero enseguida me atrajeron también los movimientos obreros ligados al cristianismo de base y la teología de liberación. Alguna vez pensé que era incompatible ser espiritual y de izquierdas, pero para nada.
P. Su canción Llegas tú es, de hecho, una especie de canción de amor a Dios. ¿Qué le parece la generación de cantautores cristianos de derechas?
R. No estoy muy puesto a ese respecto, pero para mí la derecha es la antítesis de los evangelios. La derecha encarna todo lo que no es Dios.
P. Viene fuerte la derecha.
R. Demasiado.
P. En Entre La Habana y Madrid, una de sus canciones más queridas, hablaba de “piedras lanzadas a dar por quien envidia el talento”. ¿Usted ha recibido muchas pedradas?
R. ¡Buah! A mí me las pegan todo el rato. Pero no creo que envidien mi talento musical o lírico, que otros tienen más desarrollado y entrenado que yo. De mí envidian la transparencia, mi manera de estar en el mundo, mi tranquilidad y desenvolvimiento. La libertad y la alegría. A la gente con un universo personal más oscuro, con más trabas y muros, ver a otros brillar les jode un poco.
P. ¿Y pone la otra mejilla?
R. La verdad es que no. ¡Tan cristiano no soy! En Vallecas, si eres Teresa de Calcuta, estás jodido, créame. Procuro alejarme de donde no me quieran, sin más.
P. Lleva un año viviendo allí. ¿Ya le han dado el carnet de vallecano?
R. Aún tengo que hablar con el consulado, que será alguno de esos bares con barra de aluminio y cabezas de gambas por el suelo que ya tengo localizados y me encantan. Yo siempre he sido de barrio, de cinturón industrial, y prefiero desayunar en el bar de Paco que en un Starbucks. Y salir de compras al súper en chanclas y en pijama.
P. ¿Se siente muy distinto hoy de aquel Pascual de las primeras canciones?
R. Hace 15 años era un chaval más cándido y lleno de certezas que se han ido diluyendo. Era mucho más taxativo e intolerante con otros puntos de vista, el típico adolescente muy convencido de todo lo que piensa y siente. Y todo eso se va desdibujando y es un marrón, porque te toca reconstruirte.
P. ¿Tiene algún amigo de Vox?
R. Sí. Y de Alvise. Bastantes, porque provengo de un pueblo y de un entorno familiar muy próximo al PP. Las canciones y las amistades me ayudaron a construir otra referencia política que no tenía en mi casa, pero muchos compañeros del instituto son de derechas y con ellos me voy a tomar cañas y hablamos de otras cosas, como de lo buenos que están los calamares. Hay que salir de la trampa de la polarización excesiva: España siempre ha sido un país muy dividido, pero también un país maravilloso en el que deberíamos hacer por entendernos.
P. ¿Salió del armario muy pronto?
R. A los 16, de una manera un poco abrupta. En unas fiestas del pueblo me llevé a un colega a mi casa, y cuando mi madre se levantó a ver si estaba ya en la cama… nos encontró a los dos. Al principio le conté una mentirijilla, pero enseguida me sinceré: mira, estábamos haciendo esto y esto. Y empezó una odisea fortísima, sobre todo porque mi padre reaccionó fatal.
P. ¿Se han reconciliado?
R. Sí. En primavera me voy al camino de Santiago, con mi madre, tías y hermanas. Y con mi padre me llevo muy bien, es mi mayor fan. Hemos conseguido sanar las heridas.
P. ¿Ha tenido alguna consecuencia negativa exponerse de manera tan nítida y cruda en Sinvergüenza?
R. No, más allá del propio pudor que me generaba exponer algunas partes de mí un poco conflictivas. Al contrario, mucha gente me felicita. Estoy harto de esos artistas de rock que hablan de tomar copas y drogarse y luego beben solo agua. Yo prefiero la coherencia: expongo mis movidas y problemas, y de paso así podrán saber cómo era cuando yo ya no esté. Si alguien para entonces me escucha…
P. ¿Le obsesiona la posteridad?
R. Me encantaría que mi obra perdurase, como a cualquiera, pero lo veo muy negro. Ahora los artistas pasan muy rápido y es difícil dejar huella. Me gustaría pensar que alguna banda joven me agarre post mortem como referente, pero… eso es pura fantasía.
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