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Juan Gómez Cornejo: “Es insólito que en España no exista una enseñanza reglada de iluminación”

El iluminador de artes escénicas y premio Nacional de Teatro se dedica al diseño de la luz en el teatro, la danza y la ópera, y lo reivindica como un arte esencial

Juan Gómez Cornejo, iluminador de teatro y premio Nacional de Teatro, en la Sala Verde de los Teatros del Canal.
Juan Gómez Cornejo, iluminador de teatro y premio Nacional de Teatro, en la Sala Verde de los Teatros del Canal.Jaime Villanueva
Rocío García

De pronto se apagaron las luces y, en la oscuridad, se oyó una voz: “¿Qué haríamos sin luces?”. Era 1999 y se celebraba la gala de la segunda edición de los Premios Max, que dirigía Lluís Pasqual. Fue la manera de reivindicar la importancia de la iluminación en las artes escénicas y la exigencia de un premio Max al mejor diseño de iluminación, galardón que se incluyó a partir de la siguiente edición. A sus 67 años y ya en periodo de retiro, el pionero del diseño de la iluminación en España, Juan Gómez Cornejo, autodidacta, reivindica la luz como elemento imprescindible en las artes escénicas y lucha por implantar una enseñanza reglada para esta materia. “Estamos a la cola de Europa”, se lamenta este gurú de la luz, primer iluminador en conseguir el Premio Nacional de Teatro, en 2011. Director técnico de distintos espacios teatrales, Gómez Cornejo se dedica en la actualidad al diseño de iluminación en teatro, danza y ópera. Con cuatro premios Max, entre otros muchos más, acaba de ser nombrado socio de honor de la Asociación de Autores y Autoras de Iluminación y Videoescena (AAI), que el mismo creó hace 25 años con el objetivo de reivindicar el oficio de la luz y que presidió ocho años.

Pregunta. Iba para maestro y se le cruzó el teatro ¿Cómo fue eso?

Respuesta. Fue una casualidad. En Valdepeñas (Ciudad Real), mi pueblo, tuve unos profesores apasionados del teatro y la literatura. Nos cerraban las ventanas de las aulas y nos leían a Poe o a García Márquez, además de proponer hacer grupos de teatro. Nunca quise subir a las tablas, siempre me ocupaba de lo que ocurría en la parte de atrás. Me atrapó desde entonces y cuando vine a Madrid a estudiar magisterio compatibilicé mis estudios con trabajos en salas alternativas de teatro para sacarme un dinero extra. Mi familia es humilde y yo no podía estar en Madrid sin trabajar.

P. ¿Fue entonces cuando supo que no quería ejercer de maestro?

R. Nunca lo supe, tampoco ahora. Lo que empezó como una afición se fue apoderando de mí poco a poco y también me fue permitiendo vivir de ello.

P. Es usted un pionero de la iluminación en España, un oficio que se tuvo que inventar ante la falta de escuelas y estudios. ¿Cómo lo recuerda?

R. Siempre he sido obligatoriamente autodidacta. He tenido una gran capacidad de absorción y me fijaba y seguía con pasión el trabajo de todos los artistas internacionales que venían con sus espectáculos a Madrid. Me nutrí de todas estas experiencias, de compañeros que me han ido enseñando. Tuve la fortuna de que no solo me apadrinaron grandes directores, como Francisco Nieva, José Luis Alonso, Marsillach, José Luis Gómez, Gerardo Vera, Miguel Narros y muchos más, sino que me dejaron experimentar. Yo he aprendido mi oficio sobre las tablas, experimentando.

P. ¿Qué le aporta la luz?

R. La luz es una forma de expresión artística, como la pintura o la fotografía. Es un arte que necesita una herramienta un poco específica y eso lo hace todo un poco más complejo, en el que la técnica y las novedades en torno a esa técnica son primordiales. La iluminación es un oficio artístico, que me ofrece la posibilidad de expresarme.

P. Al contrario de otros oficios en las artes escénicas, la iluminación no se imparte en las escuelas. ¿Cómo es eso?

R. Es algo insólito. Estamos a la cola de Europa, donde sí hay estudios específicos de iluminación. Nos falta cultura en este sentido. Nadie se ha puesto a reflexionar sobre la importancia de la luz en las artes escénicas, que es un oficio que hay que enseñar en universidades o en las escuelas específicas de teatro, como la Resad [Real Escuela Superior de Arte Dramático]. Curiosamente, tampoco hay estudios de vestuario, algo también clave en los espectáculos. Yo siempre dije que no me iba a jubilar hasta que no consiguiéramos la enseñanza reglada de la iluminación, pero ahora me estoy arrepintiendo.

P. ¿Entonces, el futuro no es muy esperanzador?

R. Concretamente en la Resad, que depende de la Comunidad de Madrid, se aprobó un itinerario de estudios en torno a la iluminación en 2014 que todavía no se ha puesto en marcha. Estamos luchando intensamente para que este itinerario se recupere, al igual que la disciplina del vestuario que es importantísima. Confiamos también que todo esto se transforme con la ley de enseñanzas artísticas y que estas disciplinas tengan la misma categoría que cualquier otra.

Juan Gómez Cornejo, iluminador de teatro, en la Sala Verde de los Teatros del Canal.
Juan Gómez Cornejo, iluminador de teatro, en la Sala Verde de los Teatros del Canal.Jaime Villanueva

P. Con un oficio tan fuera de foco, ¿Siente que el iluminador está poco considerado en el mundo de las artes escénicas?

R. Ha sido una pelea larga. Todo empezó en la segunda edición de los premios Max, que dirigió Lluís Pasqual, cuando este decidió apagar las luces y hacer un oscuro para Televisión Española, que estaba retransmitiendo la gala, y así poner en evidencia la ausencia de un premio para la mejor iluminación en los Max. La luz va ocupando el lugar que le corresponde, aunque nunca los presupuestos contemplan una partida para la iluminación, como se hace con la escenografía o el vestuario. Echamos de menos que haya una partida específica presupuestaria para la iluminación, y más con el cambio tecnológico tan brutal que estamos experimentando.

P. La Asociación de Autores de Iluminación que usted creó junto a otros colegas hace ya 25 años nació con el objetivo de dignificar este oficio. ¿Se ha conseguido algo?

R. La primera idea era dignificar el oficio y darnos a conocer, además de compartir lo que sabemos ante la falta de escuelas y centros de enseñanza. Creo que hemos conseguido crear una cultura de la luz.

P. Es un oficio vital para las artes escénicas, pero parece algo relegado. ¿Lo siente así?

R. Relegado no, pero todavía nos queda mucho por hacer, como por ejemplo que nos consideren parte de los equipos desde el principio de las producciones. Yo soy afortunado porque sí estoy desde el nacimiento de un proyecto, pero hay otros muchos compañeros que no.

P. ¿Qué se le pide a la luz?

R. Comunicación. La luz en un escenario es un vehículo emocional que sale de ese escenario y llega al público. Si la fluctuación es adecuada, las historias que se cuentan allí llegan al público de la mejor manera. Sin olvidar la estética y la belleza.

P. ¿Definiría de alguna manera su iluminación? ¿Hay un sello Gómez Cornejo?

R. Si tengo algún sello, es la utilización del color de una manera determinada.

P. ¿Le gustan los colores?

R. En su justa medida. No soy muy fan del colorido, salvo que sea absolutamente necesario.

P. ¿Es, por tanto, un iluminador de blancos y negros?

R. Sí. Soy muy austero en la utilización del color.

P. ¿Echa de menos el mundo de las lámparas de incandescencia, en el mundo tecnológico del led?

R. Yo todavía no he conseguido despegarme de ellas. La tecnología led la tenemos que acoger porque supone un ahorro energético importante. Vengo de la vieja escuela y me está costando adaptarme, pero lo haré. Cuando deje de tener incandescencia sobre el escenario, lo echaré de menos.

P. Es usted un espectador asiduo del teatro. Se le ve mucho sentado en las butacas de las salas. ¿En qué momento del teatro estamos en España?

R. Siempre oímos eso de que el teatro se muere, pero no es verdad. El teatro estará siempre ahí. El otro día me dio una alegría tremenda ver Luces de Bohemia [en el Teatro Español] en un teatro público y con una producción grande, con muchos actores sobre el escenario. El teatro público tiene que ir por ahí, algo que durante muchos años se perdió por la multiprogramación, por hacer teatro en cualquier sala. Siempre digo con todo el respeto a los programadores que la cafetería del Teatro María Guerrero era una buena cafetería y ahora es una mala sala de teatro.

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