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Ted Nasmith, el ilustrador que da forma al universo fantástico de Tolkien

Uno de los creadores más célebres de la obra del autor de ‘El señor de los anillos’ reflexiona sobre la eternidad de la gran epopeya fantástica y sus vínculos con el arte clásico

Ted Nasmith
Lúthien, personaje de 'El silmarillion', de Tolkien, ilustrada por Ted Nasmith.Eva Pernas Vázquez

La lluvia tamborilea sobre el techado del bar interior del hotel Palacio de Avilés. Es verano de 2024 y el verdor de los jardines franceses del edificio, visibles desde allí, a resguardo, casi evoca a los de la Comarca, la región más apacible de la Tierra Media, donde aquellos hobbits inventados por J. R. R. Tolkien vivían sin más sobresaltos que disfrutar de los aros de humo soplados por largas pipas o dar cuenta de la crujiente panceta del segundo desayuno. Ted Nasmith (Goderich, Canadá, 68 años) no es, desde luego, un hobbit. Más bien tiene el aspecto de un sabio y sereno académico, alguien similar a la figura que viene a la mente al pensar en Tolkien, el autor de El señor de los anillos, El hobbit y El silmarillion, entre otros títulos fundamentales de la literatura fantástica, al que este pintor de formación clásica ha dedicado lo mejor de su exitosa carrera.

Nasmith fue la gran estrella de la decimotercera edición del festival Celsius 232, de la fiesta mayor del género fantástico en España, que debe su nombre a la conversión en la escala de temperatura con la que Bradbury tituló su célebre novela, la temperatura a la que arde el papel: Fahrenheit 451. El artista ha ilustrado docenas de estampas, muy a la manera bíblica de los clásicos, sobre óleo, de esas maravillosas gentes y parajes inventados por Tolkien. Las que acompañan a este artículo fueron elegidas por él; especialmente, la que retrata a Lúthien, un personaje maravilloso, una elfa cuyos cabellos crecían como los de Rapunzel, que vive una fábula extraordinaria, a lo Romeo y Julieta, con Beren, humano y su enamorado, en una de las narraciones más inolvidables y aún pendiente de conocer por el gran público, relatada en El silmarillion, porque esta colección de relatos no ha sido adaptada al cine.

Imagen inspirada en 'El hobbit', específicamente en el capítulo inicial titulado 'Una fiesta inesperada'.
Imagen inspirada en 'El hobbit', específicamente en el capítulo inicial titulado 'Una fiesta inesperada'.Eva Pernas Vázquez

Otra, que lleva por título A través del bosque, fue la primera vez que Nasmith se atrevió a ilustrar a Tolkien. Fue el intento inicial de reflejar ese relámpago que le atravesó el alma en diciembre de 1971, cuando leyó por primera vez la obra del autor en una edición de El hobbit regalada por su hermana. “Fue un proyecto escolar, a los 14 o 15 años. Mi maestro me pidió que definiera yo la tarea para toda la clase. Vi la oportunidad. Dije que el tema sería el viaje e intenté mi primera ilustración de Tolkien, un grupo de enanos que surge de lo profundo de un bosque”, rememora. Esa ilustración, que acompaña este artículo, cuelga hoy de las paredes de un hermano de Nasmith.

El amor no se puede fingir. El que surge, en susurro reverente, de labios de Nasmith al hablar de Tolkien transmite ese tipo de amor, intoxicante y puro, que solo se reserva para lo que uno se lleva a la tumba: “Piensa que lo escribe después de la guerra [Tolkien fue combatiente en la II Guerra Mundial, junto con sus dos hijos]. Sé que sufría de depresión, por las cosas terribles que presenció. Pero, en vez de agriar su obra, o de convertirse en un antibelicista, el sentimiento de lo que vio se integró en La Tierra Media. Todo adquiere un peso, una muerte… Los días gloriosos son ya el pasado; y es hora de contar, en cierta manera, el final de todas las cosas”. Se refiere, evidentemente, a la monumental obra maestra de Tolkien, El señor de los anillos, uno de los 10 libros más vendidos, según múltiples clasificaciones, de la historia de la humanidad.

En lo tocante a su arte, Nasmith se ve muy cerca del espíritu clásico de los grandes maestros del Renacimiento. Curiosamente, pintar sobre el imaginario fantástico lo ha acercado a los clásicos. “Los artistas del pasado estaban muy limitados en lo que podían representar. Porque, básicamente, eran estampas bíblicas pagadas por la iglesia. Pero, de pronto, tenemos una generación de artistas, tan buenos como los del pasado y con una formación muy similar, tremendamente más libres para elegir el tema. Me parece especialmente hermoso que haya florecido este arte hermoso y clásico precisamente en el reino de lo imaginario”, comenta. La sagrada trinidad de artistas dedicados a Tolkien: John Howe, Alan Lee y él mismo, han trabajado en este tipo de arte de gran formato, deudor de clásicos como Miguel Ángel.

Ilustración de Ted Nasmith inspirada en el 'El hobbit'.
Ilustración de Ted Nasmith inspirada en el 'El hobbit'.Eva Pernas Vázquez

Nasmith no solo ha dedicado su arte a Tolkien. También ha ilustrado, con tremendo éxito, al otro gran escritor de la segunda mitad del siglo XX de la fantasía épica: George R. R. Martin y su Canción de hielo y fuego o, como se la conoce por su popular encarnación televisiva, Juego de tronos. Pero la gravedad lo vuelve a impulsar una y otra vez hacia Tolkien y especialmente hacia la colección inconclusa de fábulas y retales mitológicos que es El silmarillion, la obra que inspira la serie de televisión producida por Amazon Los anillos del poder. “Me apetece hacer algo de gran formato [un coffee table book, ese tipo de volumen apaisado y enorme que se estila para lucir las obras de lujo ilustradas], algo que incluso pudiera expandir una ilustración enorme, horizontal, en dos páginas. Eso es lo que quiero explorar en este tramo de mi carrera. Lo más horizontal posible. Y lo quiero dedicar al Silmarillion. Tengo docenas de bocetos que aún no he transformado en cuadros”.

¿Miedo a repetirse? Nasmith comparte una reflexión sobre lo que cree que es el arte y la vida, la danza entre ambos extremos: “Creo que el arte debería tratar sobre la consistencia, no creerte demasiado acerca de lo que haces, pero hacerlo de una manera totalmente consistente y coherente en conjunto, como si toda la vida y todo el arte fueran una sucesión de momentos que llevan a una misma senda”. Cree que la obra de Tolkien es ese tipo de arte. Y añade: “Creo que era un libro para introvertidos. No puedes ser un ególatra sociable y juerguista y apreciar el sutil romance y la latente tristeza que embarga esta obra”.

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