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La batalla por la Tierra Media sigue en marcha

Repasamos cómo queda el universo creado por J.R.R. Tolkien tras la muerte de su hijo y albacea Christopher

Jorge Morla
Detalle de la portada de 'La caída de Gondolin'.
Detalle de la portada de 'La caída de Gondolin'.© Alan Lee

El pasado jueves la Tolkien Society anunciaba la muerte, a los 95 años, de Christopher Tolkien, albacea y tercer hijo del creador de El Señor de los anillos. Al frente de The Tolkien Estate —la asociación que controla y gestiona el legado de J. R. R. Tolkien— hasta el año 2017, lo cierto es que, lejos de llevar una gestión de los trabajos inconclusos de su padre en la sombra y sin sobresaltos, el menor de los hijos del creador de la Tierra Media fue muchas veces una figura polémica a la hora de gestionar el legado del escritor desde que este muriera en 1973.

Piloto de la RAF en la segunda Guerra Mundial (del mismo modo que su padre había sido soldado en la primera), muchas voces acusaron en vida a Christopher de explotar más de la cuenta el legado de su padre en más de 20 libros sobre apuntes, folclore o explicaciones enciclopédicas sobre la mitología creada por Tolkien. Algo que contribuyó a fomentar el chiste recurrente de que Christopher se ocupó de publicar hasta la lista de la compra de su padre. Otras voces, como la de Mónica Sanz, filóloga inglesa especializada en literatura y perteneciente a la Sociedad Tolkien española, cree que lo que hizo Christopher fue de un valor incalculable.

Portada de 'El Silmarillion'.
Portada de 'El Silmarillion'.© Ted Nasmith

“La obra de Tolkien es tan poliédrica, tiene tantos matices, que para nosotros es un lujo lo que hizo su hijo”, cuenta Sanz. “Hay un cuento maravilloso de Tolkien llamado Hoja, de Niggle, que habla de un pintor tan obsesionado con pintar una hoja que se olvida del árbol”. Sanz ve a Tolkien precisamente como ese Niggle: alguien obsesionado con su trabajo, un perfeccionista insaciable que constantemente limaba, añadía, pulía, sumaba informaciones a esa mitología con la que se iba encontrando. Y en su caso, eso de que se iba encontrando era algo literal en su proceso creativo. “En la posada de El Póney Pisador me he topado con una figura oscura, sentada al fondo”, escribió una vez a su hijo Cristopher. “Pero todavía no sé quién es”. La figura, claro, resultó ser Aragorn, pieza fundamental de su más famosa trilogía y héroe final de la Tierra Media.

Volviendo a Hoja, de Niggel, para Sanz si bien Tolkien representa al pintor, su hijo menor representaría al marchante. Y sobre la cacareada “lista de la compra”, Sanz lo tiene claro: “Yo considero que todo lo publicado tiene mucho valor, es cierto. Pero no hay que engañarse, muchos lectores acudían a tal o cual libro esperando una novela de aventuras como El Hobbit, y lo que se encontraban eran textos filológicos. Es comprensible que muchos se frustraran”.

Christopher Tolkien.
Christopher Tolkien.© Tolkien Soceity

“Sobre la metodología de Christopher”, apunta Vicky Hidalgo, editora de Minotauro, que publica las obras de Tolkien en España, “hay que tener en cuenta lo que se encontró a la muerte de su padre”. Porque lo que se encontró fueron 70 cajas de materiales. Apuntes de todo tipo, muchas veces en cuadernos sobrescritos dos o tres veces, giros e ideas anotados en los márgenes de exámenes de sus alumnos, borradores en papeles que el escritor no paraba de retocar con una letra que, por decirlo suavemente, no era de monje amanuense. “A ordenar, componer y otorgar coherencia a todo eso, Christopher dedicó 50 años. Si no fuera por él, solo tendríamos El Hobbit y El señor de los anillos”, recuerda Hidalgo. O dicho de otro modo: “Sin la contribución de Christopher, la envergadura como escritor de J. R. R. Tolkien sería muy distinta”. Tolkien padre intentó publicar El Silmarillion después de El Hobbit, pero nadie quiso editarlo. Luego, en El Señor de los Anillos, intentó meter esa historia primigenia como anexos, pero los editores no le dejaron. Fue su hijo Christopher el que permitió, en 1977, que la monumental (en todos los sentidos) obra viera la luz. Luego vinieron todas las demás.

La Guerra de las Joyas, Las gentes de la Tierra Media, Los hijos de Húrin... así hasta una veintena de libros, entre enciclopedias, anexos y apéndices hasta llegar a La caída de Gondolin, que salió al mercado español el año pasado (en 2018 al inglés) y que como el anterior (Beren y Lúthien) eran historias esbozadas en El Silmarillion. La caída de Gondolin constituye para Hidalgo el punto y final. “Se cierra una etapa y con esto se termina el corpus principal de la obra de Tolkien. Es hermoso porque La caída de Gondolin fue lo primero que comenzó a escribir Tolkien”. Con su publicación 102 años después, se cierra un círculo literario. Ahora, para Hidalgo, “lo importante es ver cómo llegan las nuevas generaciones a este mundo, y ahí creo que es muy importante la parte audiovisual”.

La portada de 'Beren y Lúthien'.
La portada de 'Beren y Lúthien'.© Alan Lee

Y es que la dimensión del universo Tolkien no se entendería sin la aportación capital de un cineasta neozelandés convencido de que la Tierra Media se ocultaba en su isla natal y que en 2001 asombró al mundo con la adaptación de La comunidad del anillo. El pasado octubre los grupos de whatsapp de medio mundo compartían una foto casera, en la que salían los semidesconocidos actores Orlando Bloom o Elijah Wood. Era una fotografía al comienzo del rodaje de al trilogía, hacía ya 20 años. Lo que vino después es historia y en el año 2004, los discursos de varios de los ganadores de los Oscar tenían un nexo común: agradecían a Peter Jackson que no hubiera hecho una cuarta entrega de El Señor de los anillos. No les faltaba razón: el año anterior, El retorno del rey conseguía 11 estatuillas doradas y se convertía en la película más laureada (Junto a Titanic y Ben Hur) de la historia de la Academia estadounidense. La relación entre la adpactación y los herederos del escritor nunca fue buena: Christopher Tolkien y el Tolkien State demandaron en el año 2008 a la productora New Line Cinema por incumplimiento de contrato, y exigieron una compensación de 220 millones de dólares. Tolkien padre había vendido los derechos cinematográficos en 1969 —la primera película fue la de animación de Ralph Bakshi, en 1978— por 250.000 dólares, (1,5 millones hoy). Derechos que han sido recomprados en varias ocasiones sin que "los herederos de Tolkien hayan visto un centavo", según la demanda interpuesta, que se cerró con un acuerdo extrajudicial. Se estima que entre entradas y merchandising, la trilogía había recaudado unos 6.000 millones de dólares.

Un universo también interactivo

Además de películas, series y libros, el último salto que ha dado el universo de J. R. R. Tolkien es el de los videojuegos. Desde los juegos de acción basados en la misma historia que las películas, hasta juegos que exploran tramas alternativas —por ejemplo, Sombras de Mordor (2014) o Sombras de guerra (2018) — y que rozan el sobresaliente, pasando por juegos de cartas interactivos o juegos de móviles —Leyendas de la Tierra Media (2014)— que hicieron flacos favores al prestigio de la saga, lo cierto es que el mundo creado por Tolkien ha sido terreno fértil para el medio interactivo: con The Lord of the Rings: Gollum (aventura centrada en la figura de Gollum y proyectada para 2021) son 33 los juegos que, con mayor o menor fortuna, han pasado por los ordenadores y consolas.

Jackson volvería a adaptar a Tolkien en la trilogía de El Hobbit. Cuando se estrenó la primera parte en 2013, Christopher concedió una única entrevista a Le Monde en la  que se acordaba de la primera adaptación. “Han eviscerado el libro haciendo una película de acción para jóvenes de entre 15 y 25 años. Y parece que El Hobbit será igual”, dijo entonces. En esta segunda trilogía a Jackson lo acusaron de lo que ya habían acusa a Christopher: estirar el chicle más de la cuenta.

La última piedra de esta catedral audiovisual es, por ahora, la serie de Amazon sobre El señor de los anillos. Según The Hollywood Reporter la compañía pretende hacer cinco temporadas de la serie, de las que podrían salir varias series ramificadas. Se estrenará previsiblemente en 2021 y el español Juan Antonio Bayona dirigirá los dos primeros episodios, rodados también en Nueva Zelanda. La serie se ambienta en la Segunda Edad —La primera edad es la narrada en El Silmarillion, cuyos derechos Chritopher nunca vendió, y la tercera es en la que viven los personajes de El señor de los anillos—, así que los guionistas tendrán libertad plena para dibujar historias en ese período, mucho menos definido por los Tolkien. The Hollywood Reporter estima que el presupuesto total puede ascender a la mareante cifra de 1.000 millones de dólares, de los que unos 250 irían en concepto de derechos (que ahora poseía Warner).

“En salones de literatura, de manga, vemos cómo la gente va a las guías de la Tierra Media, a los libros ilustrados, a las películas…”, enumera la editora de Minotauro. “Muchas veces ahora ejercen de puerta de entrada a este mundo, cuyo corazón, yo creo, son los libros”, finaliza. “¿Filmar mis libros?” se preguntaba el propio Tolkien en una entrevista con The Telegraph en marzo de 1968. “Es más fácil filmar La Odisea”. Tolkien fallecería cinco años después, en 1973. Es una pena que no pudiera siquiera entrever la dimensión que alcanzarían a tener su obra en la cultura del siglo XXI, un fuego que lejos de extinguirse amenaza por propagarse durante muchos años. Una historia, un paisaje y unas gentes de las que el público parece no cansarse nunca. Al menos, eso sí, el bueno de Tolkien se libró de ver todas las películas que desde entonces han tratado de adaptar La Odisea.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Jorge Morla es redactor de EL PAÍS. Desde 2014 ha pasado por Babelia, Cierre o Internacional, y colabora en diferentes suplementos. Desde 2016 se ocupa también de la información sobre videojuegos, y ejerce de divulgador cultural en charlas y exposiciones. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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