En un mundo de magos y hobbits
Hoy, con EL PAÍS, la primera parte de ‘El señor de los anillos' por 2,95 euros
Una secuencia resume el corazón de El señor de los anillos, cuando el hobbit Frodo le dice a Gandalf: “Quisiera que el anillo nunca hubiese llegado a mí, quisiera que nada de esto hubiese ocurrido”. A lo que el mago responde: “Como todos los que vivimos estos tiempos. Pero no somos nosotros quienes podemos decidir. Solo podemos decidir qué hacer con el tiempo que nos ha tocado vivir”. El relato de Tolkien llevado al cine por Peter Jackson trata ante todo de eso: la historia de un tipo normal, si se puede considerar normal a un hobbit, que se topa con un destino extraordinario. No es como los héroes homéricos, conscientes de que están destinados a hacer cosas fuera de lo común mientras se codean con los dioses; sino un personaje mucho más moderno.
La compañía del anillo, que ganó cuatro oscars y, sobre todo, millones de espectadores en todo el mundo, es la primera parte de la trilogía que completan Las dos torres y El retorno del rey. Para todos los que no saben nada de la obra de Tolkien (¡Qué suerte tienen aquellos que van a ver por primera vez la trilogía, una de las grandes sagas del cine!) conviene hacer un pequeño resumen y una advertencia. Todos los que les den pereza las narraciones de fantasía que transcurren en lugares de nombres raros (Nordor, Moria, Isengard, Rivendell) y con criaturas extrañas deberían ver El señor de los anillos como una gran narración de aventuras, una historia que tiene más que ver con Stevenson que Frank Herbert.
La historia transcurre en la Tierra Media, donde, en un pasado remoto, se forjó un anillo que encarnaba todo el mal y que daba un poder enorme a las fuerzas más siniestras. El anillo desaparece durante siglos hasta que emerge en la Comarca, donde viven los hobbits (unas criaturas pequeñas, de pies peludos, que básicamente son como los ingleses). Entonces se producirá una lucha brutal entre el bien y el mal, entre hombres, elfos, hobbits, enanos frente a orcos, jinetes negros y otros seres de las tinieblas. Frodo, un pequeño Hobbit, deberá cargar con el anillo y recorrer la Tierra Media porque solo puede ser destruido en el fuego en el que fue forjado, en el corazón del mal.
La caligrafía cinematográfica con la que el neozelandés Peter Jackson narra todo esto es prodigiosa. La ambientación, las criaturas, los momentos de suspense, las batallas, los diálogos: todo encaja, con la imaginación de los millones de lectores y también como producto independiente, como una fabulosa película de aventuras. Esta primera parte tiene muchos momentos espectaculares. Por encima de todos, destacan las Minas de Moria, una de las escenas cumbre del libro, la primera batalla a la que se enfrenta la compañía, reconstruida de forma inolvidable. Pero La compañía del anillo es una gran película no por sus efectos especiales, sino por sus actores (Elijah Wood, Cate Blanchett, Viggo Mortensen, Ian McKellen), por su guión, la música, por las batallas y los diálogos. Y porque nos enseña que “solo podemos decidir qué hacer con el tiempo que nos ha tocado vivir”.
Babelia
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