Matisse escultor: su faceta más desconocida se muestra en Madrid
La Fundación Canal acoge una exposición con más de un tercio de las esculturas del artista francés
Henri Matisse también esculpía. “Me gusta modelar tanto como pintar, no tengo preferencia. La búsqueda es la misma, así que cuando me canso de un medio paso a otro”, dijo el francés, uno de los mayores artistas del siglo XX, en una carta fechada en 1913. Recogiendo el eco de esa frase, la Fundación Canal ha presentado este martes en Madrid la exposición Matisse. Metamorfosis. Esculturas y dibujos, una completísima muestra de esa otra vertiente tridimensional del artista, que se podrá ver de forma gratuita hasta el 12 de enero.
“Es una exposición nunca vista en España, que muestra el carácter múltiple del artista y que bucea en muchas de sus facetas”, comenta Aymeric Jeudy, director del Museo Matisse de Niza, que ha estado acompañado en la presentación por Sandra Gianfreda, comisaria del Kunsthaus Zürich; Eva Tormo, directora gerente de la Fundación Canal; Cristian Ruiz Orfila, director de Arte y Cultura de la fundación, y Popy Venzal, comisaria asociada de la exposición, que ha sido organizada en colaboración con el museo Matisse de Niza y el museo Kunsthaus Zürich, y que cuenta con el apoyo de Manifesto Expo.
Para Venzal hay tres causas de que esta faceta escultórica de Matisse sea tan desconocida. “La primera es el pequeño tamaño de las esculturas”, cuenta. Es cierto: las que se pueden observar en la muestra de Canal varían entre ocho y 40 centímetros, un formato poco espectacular. “La segunda, que son muy pocas”. En concreto, 84, de las que en la sala madrileña se podrán ver 33. “Por último, muchas veces estas esculturas son consideradas estudios, tentativas del artista, no obras acabadas”, cuenta Venzal, que, sin embargo, se opone frontalmente a esta idea. “Si se las considera estudios es porque en la superficie se ve el trabajo del artista, las marcas físicas de su modelado en la arcilla”, explica, “aunque esto es de forma consciente. Quiere que se vea la huella de su trabajo”. Es similar a como pintaba, y demuestra la pertinencia de la frase inicial del artista: “La búsqueda es la misma”.
La muestra se divide en tres salas. La primera está dedicada a las esculturas de menor tamaño. Todas ellas, resumidas en tres grandes poses: figuras agachadas, figuras reclinadas y figuras con los brazos levantados. Una sala que se abre con el diálogo entre una escultura de Matisse y otra de su amigo Aristide Maillol, dos mujeres desnudas que abrazan sus piernas. Venzal vuelve al trazo grueso, a las heridas de la superficie. “Vemos en todas las esculturas gestos de modelado que consiguen que la luz se refleje de manera viva. Y el accidente se asume”, explica señalando una figura femenina que perdió un brazo cuando Matisse sacó el modelo de arcilla de su bolsillo.
Menos una, todas las esculturas son femeninas. Las figuras reclinadas demuestran la importante “fuerza erótica, y el pensamiento sobre la muerte, relevante en su obra”, cuenta Venzal, que explica cómo el artista pasaba de un medio a otro señalando una escultura de su mujer, Amèlie, al lado de un bodegón dibujado por el artista en el que, junto a un jarrón con flores, aparece esa misma escultura. La muestra también cuenta con dibujos, litografías y un lienzo del artista. Y en varias de esas obras hay pequeñas esculturas, que dan a esa presencia humana sobrevenida una escala humilde. Para completar la exposición, se exhiben fotografías de revistas artísticas que a principios del siglo XX hacían posar a modelos con una dimensión erótica.
“Es una postura llena de ambigüedad, una figura de intimidad e iconografía vinculada al dolor, a una dimensión espiritual”, explica la comisaria sobre las figuras con brazos levantados. Esa primera sala se cierra, si hablamos de cuerpos con los brazos levantados, con la figura de figuras: un Cristo crucificado, estirado, sereno, apaciguado, “un cuerpo frágil pero sin rastro de dolor”, en palabras de la comisaria, que Matisse creó mientras trabajaba en la capilla del Rosario en Vence en 1949.
La segunda sala está dedicada al retrato. Además de esculturas sueltas, hay series: varios medallones con la efigie de su primera compañera, Caroline Joblaud. Tres bustos de Henriette Derricarrère, modelo principal que trabajó ocho años con Matisse; o las Janette, quizá su obra escultórica más conocida, tres bustos de una joven que van del realismo a la abstracción y en la que el pelo se va encrespando hasta parecer un ramo de flores. La última sala, más pequeña, está dedicada a bocetos y dibujos, y termina con un vídeo (prestado del Museo Gauguin) sobre la técnica del fundido del bronce a la cera perdida.
“Admitiendo que existe cierta riqueza en algunos de mis lienzos, no dudaría en abandonar la pintura si mi expresión tuviera que manifestarse por otra vía”. Son palabras que el pintor francés dejó dichas en 1929. “Para expresar la forma a veces recurro a la escultura, que me permite, en lugar de situarme frente a una superficie plana, girar alrededor del objeto y conocerlo mejor”. Ahora los visitantes pueden girar alrededor de esos objetos para conocerlos mejor a ellos y, de paso, al gran artista que los esculpió.
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