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El gran festival de la cultura de Graz seduce con el desprecio a la patria en plena victoria de la ultraderecha en Austria

Bajo el lema ‘Horror Patriae’ y cuestionando el mito ultra de la nación, la 57 edición del histórico Steirischer Herbst celebra cerca de 400 eventos en menos de un mes

Cantata conceptual a siete voces a capella de Natalia Pschenitschnikova.
Cantata conceptual a siete voces a capella de Natalia Pschenitschnikova.Stella Kager
David Granda

Cuando toda Austria sabe que la ultraderecha prorrusa ha logrado una victoria histórica en las elecciones generales, un cartel electoral ficticio permanece en pie en el centro de Graz, la segunda urbe del país. La obra, creada por el artista japonés Yoshinori Niwa para el festival Steirischer Herbst, que se celebra hasta el 13 de octubre en la ciudad, fue cubierta en un primer momento por la policía porque parecía sospechosa de violar la ley austriaca que combate el nazismo. El falso candidato promete tolerancia cero con una salchicha en la mano y reproduce un eslogan calcado al lema “A cada uno lo que se merece”, forjado en la puerta de hierro del campo de concentración de Buchenwald. Su estética imita al ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ), archienemigo del festival de vanguardia, que ha exigido la suspensión de su financiación pública.

La fiscalía archivó pronto el caso y la policía volvió a destapar el cartel. El Steirischer Herbst (Otoño estirio) nació en 1968 con un marcado acento político y ha estrenado obras originales de autores como Samuel Beckett, Julio Cortázar, Peter Handke o Elfriede Jelinek. La performance de Niwa incluía el lavado diario del cartel para que llegara descolorido, blanco, vacío de contenido, a la jornada electoral. Y ahí seguirá todo el certamen.

Yoshinori Niwa, limpiando un cartel de la extrema derecha durante el periodo electoral hasta que ya no sea legible.
Yoshinori Niwa, limpiando un cartel de la extrema derecha durante el periodo electoral hasta que ya no sea legible.steirischer herst / Henrik Bergstedt

El festival está dirigido por una exiliada rusa, Ekaterina Degot (Moscú, 1958), que prosperó como historiadora del arte en los años duros de la Unión Soviética y dirigió la galería estatal Tretjakow en Moscú en los 80, durante la Perestroika. Opositora feroz del régimen de Putin, recientemente afirmó que añoraba la Guerra Fría. Abandonó Rusia en 2014 para dirigir la Academia de las Artes del Mundo en Colonia y en 2018 asumió la dirección en Graz. “El trabajo satírico de Yoshinori Niwa es un ejemplo de cómo puede responder la cultura a las políticas de extrema derecha”, dice Degot en la puerta de la Neue Galerie Graz, que también ejerce como comisaria jefe y agente provocador: “¿Que qué me pasaría si regreso a Moscú? ¿Ha leído la prensa, sigue las noticias? ¿Cree que me atacaría un oso? El régimen de Putin me metería en la cárcel”.

La exposición principal que vertebra y da título a la 57 edición del festival es Horror Patriae (hasta el 16 de febrero de 2025). La muestra construye en la Neue Galerie Graz un museo ficticio que se befa de los mitos que romantizan la historia nacional. Todos los estados-nación son una invención y sus museos, también. En este se exhiben obras encargadas a 17 artistas contemporáneos y piezas prestadas por el Universalmuseum Joanneum, fundado en 1811.

El artista multidisciplinar, cineasta y escritor Roee Rosen (1963, Rehovot, Israel) ha viajado desde Tel Aviv para presentar Tatuajes de la guerra de Gaza, una serie fotográfica de cuerpos maquillados con tatuajes, entre ellos, uno donde se lee Total victory, la divisa que repite Netanyahu en cada operación en Gaza. Un tatuaje es un estigma tanto para los colonos judíos ultraortodoxos como para los milicianos de Hamás. “No puedo hacer arte sobre lo que está pasando en Gaza”, respondió Rosen a la petición inicial de los comisarios. El artista sabía que sería atacado desde todos los prismas: “La crítica a Israel me marca como un traidor para algunos sionistas, si bien la obra puede ser acusada de lavar la imagen de los crímenes de Israel, de capitalizar los horrores de la guerra o incluso de apropiarse del dolor palestino”.

“Israel cambió ontológicamente tras el horrendo ataque terrorista del 7 octubre de 2023″, afirma en Graz. “La guerra actual no es solo una matanza mucho más sistémica y masiva, con más de 40.000 muertos, sino también una destrucción sin precedentes, bombardeos de hospitales y universidades, expulsiones, privación de alimentos (así como la intensificación de la limpieza étnica en Cisjordania y actos de terrorismo de estado en el Líbano). Tal vez el mapa político no refleja la voluntad del electorado israelí, pero, sin embargo, presenta a un terrorista mesiánico convicto como ministro del Interior. Es decir, un criminal a cargo de la ley”.

Vista de la exposición, 'Horror Patriae', en Neue Galerie Graz.
Vista de la exposición, 'Horror Patriae', en Neue Galerie Graz.Universalmuseum Joanneum / J.J. Kucek

Rosen se decidió a expresar ese giro ontológico, el cambio de lo que significa ser israelí, mediante su serie de tatuajes. Uno de ellos, El terrible Dreidel, un poema histórico militar, “es un poema escrito con los nombres que el ejército israelí dio a sus operaciones de asalto en Gaza en el siglo actual. Muestra la increíble corrupción del lenguaje: ataques de destrucción y asesinatos bajo nombres pastorales, algunos incluso extraídos de canciones infantiles”.

De los 17 artistas que han participado en Horror Patriae, tres son ucranianos: Nikolay Karabinovych, que vive en Amberes y ha rodado el filme en formato 4K de 21 minutos La última obra de arte sobre la guerra. Alina Kleytman, que vive en Turín y exhibe el filme en 4K El lugar que debes ver antes de morir, una parodia de “realismo histérico” de la destrucción del ejército ruso de su ciudad natal, Járkov, mostrada entre ruinas con una voz en off que promociona un espacio turístico. Y el artista multimedia Sergey Bratkov, que también trabaja el vídeo en HD en Wiepersdorf (para amigos artistas). Tras la invasión rusa de Ucrania, Bratkov abandonó Moscú, donde era docente en la Rodchenko Art School, y se mudó a Berlín con la ayuda del programa Artists at Risk (Artistas en riesgo).

En la “Cámara de los Patriotas Improbables” del museo ficticio se rescatan las fotos reales que Hertha Hurnaus tomó de la finca en Alta Austria de Thomas Bernhard, en principio lo opuesto a un patriota, el escritor que nunca se cansó de desollar el lado oscuro de su país hasta alzarse como enemigo público número uno. Tras su muerte, se supo que había transformado su residencia en una excéntrica y obsesiva reproducción a escala de Austria, propia del arquetipo de señor rural austriaco —incluidos los rifles de caza—. “¿Era su ira en realidad una forma de patriotismo?”, se preguntan en el museo.

Además de la exposición estrella, el festival ha programado hasta el 13 de octubre teatro, música y debates en Graz, la segunda ciudad de Austria, gobernada por el Partido Comunista desde 2021.

Augustin Maurs, "desafinado" en 'Canciones favoritas de dictadores y líderes políticos'.
Augustin Maurs, "desafinado" en 'Canciones favoritas de dictadores y líderes políticos'.SILVERI

El músico y compositor francés Augustin Maurs defendió el recital Desafinado: canciones favoritas de dictadores y líderes políticos con un repertorio que “trata sobre el amor”. Maurs subraya la melancolía en una parodia musical mordaz que logra que imaginemos al líder norcoreano Kim Jong-un bailando Brother Louie, de Modern Talking, o al serbio Slobodan Milosevic escuchando repetidamente en su walkman My Way, de Frank Sinatra, mientras era juzgado por genocidio y crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Acompañado de piano y batería, la atmósfera que concibe es de cabaret, pero ante una interpretación hermosísima de Blutrote Rosen, de Austin Egen, la canción favorita de Hitler, el público del Orpheum de Graz no aplaude. No porque no le guste, sino por la tensa incertidumbre, que se prolonga unos instantes, de considerarlo apropiado.

A estos mandatarios hay que reconocerles el buen gusto. Y a Maurs, el virtuosismo de sus arreglos y la capacidad para capturar y exhibir la faceta más sentimental —por momentos vulnerable— de un elenco consagrado de tiranos.

El colectivo La Fleur en 'El fantasma de la opereta'.
El colectivo La Fleur en 'El fantasma de la opereta'.Clara Wildberger

El colectivo La Fleur, dirigido por Monika Gintersdorfer, estrenó El fantasma de la Opereta, que sigue el rastro del compositor húngaro Emmerich Kálmán, de origen judío, uno de los músicos más estimados por Hitler. Algunas de sus operetas se representaron en Viena en más de treinta mil funciones. Tras el Anschluss, fue tentado para convertirse en ario honorario, pero optó por escapar e instalarse en Broadway.

“La Fleur encarna todo lo que no le gusta a la ultraderecha, somos su pesadilla”, dice Gintersdorfer en los camerinos del auditorio Helmut List Halle tras la función. “No representamos una única cultura nacional. Hablamos diferentes lenguas en el escenario. Hemos presentado una nueva opereta transnacional mix. En el fondo, hay similitudes con Kálmán. Cuando llegaron los nazis, su conexión con Josephine Baker y el jazz desapareció de escena”. Y advierte: “Estamos en un momento político muy peligroso en Europa. En el teatro y los festivales culturales aún no se ve, porque el personal que nos está contratando aún sigue en su puesto, pero si la tendencia sigue su curso lo veremos en dos o tres años”.

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Sobre la firma

David Granda
David Granda es periodista y escritor, colabora con EL PAÍS desde 2018. Estudió Periodismo en las universidades Carlos III y Complutense de Madrid, e Historia en las universidades Autónoma de Madrid y Karlova de Praga. Es autor del libro 'Planes para conquistar Berlín' (editorial Libros del K.O.).
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