Las vanguardias soviéticas enseñan sus claves
La Galería Tretiakov de Moscú expone 300 obras adquiridas por el Estado en los años veinte del siglo pasado
Algunas claves imprescindibles para entender el fenómeno de las vanguardias de los años veinte en Rusia están a disposición del público en Moscú por primera vez en la historia. La exposición La Vanguardia, la lista número 1, que puede ser visitada hasta el 23 de febrero en la Galería Tretiakov, es un acontecimiento único dedicado al Museo de Cultura Pictórica (MCP), la institución estatal creada por el poder soviético para propagar las nuevas corrientes artísticas potenciadas por la revolución de 1917.
Organizada con motivo del centenario de la fundación de aquel museo, que existió entre 1919 y 1929, la muestra reúne 300 obras procedentes de la galería Tetriakov, de una docena de museos de provincias rusas y de instituciones de varios otros países (Alemania, Reino Unido, Armenia y Kazajistán). Los lienzos de pintores tan diversos como Kandinski, Malévich, Popova, Goncharova, Deineka, Lariónov o Istomin, entre otros, están unidos todos ellos por la condición común de mercancías adquiridas por el Estado en el marco de su política de compras de arte moderno. La exposición, sin precedente por su enfoque y por los documentos inéditos que la acompañan, recrea los espacios conceptuales en los que se compartimentaba la colección del MCP.
El espectador puede optar por el puro gozo visual o por sumergirse en el contexto institucional, experimental y creativo en el que se insertó la prolífica y variopinta colección del MCP. La exposición de la Tretiakov reproduce también el llamado “gabinete analítico” del MCP, en el que se experimentó con colores, sonidos y análisis matemático, y la biblioteca con publicaciones sobre el arte de vanguardia. El éxito que está teniendo la muestra ha sido una sorpresa para los mismos organizadores, según cuenta la comisaria Liubov Pchélkina. Cuando el evento concluya y esté disponible la estadística sobre el número de visitantes se podrán establecer comparaciones con otras de las exposiciones más tradicionales que la Tretiakov ofrece esta temporada, como la dedicada a Vasili Polénov (1844-1922).
Ya en 1918, el Comisariado de Educación (Narkompros o Ministerio de Educación) fundó un ente centralizado para la compra de arte moderno (Muzeinoe biuro). Esta institución, que existió hasta 1922, repartía los cuadros adquiridos por distintos museos del país. Estrechamente asociada a ella estaba el MCP, que se disolvió cuando las diversas formas de experimentación y creatividad individual surgidas a principios de siglo fueron subordinadas a la nueva política ideológica de corte totalitario. A lo largo de sus tres años de existencia el Muzeinoe biuro compró 3.000 obras, de las cuales 700 permanecieron en Moscú, nos dice Pchélkina.
Las vanguardias soviéticas fueron redescubiertas y rehabilitadas en época de la Perestroika en los años ochenta, pero aún queda mucho por estudiar, nos dice Pchélkina. Los conocimientos sobre aquel fenómeno se han revelado “como la parte emergida de un iceberg”, afirma la especialista. En la parte sumergida, que es la abordada por la exposición de la Tretiakov, están “los orígenes y vínculos” de cuadros muy distintos entre sí y ubicados hoy en muy diversas partes del mundo.
Al disolverse el MCP, su colección fue dividida en 12 listas con destinos y funciones diferentes, cuenta Pchélkina. La lista número 1 comprendía 112 obras que fueron entregadas a la Tretiakov como material para exposiciones de arte contemporáneo, pero que en los años treinta acabaron siendo retiradas y enviadas a los almacenes especiales de la galería en la provincia de Moscú.
Algunos de los trabajos de la lista fueron a Yeriván (la capital de Armenia), Vladivostok, Jabárovsk, Kazán y varios cuadros fueron entregados al ministerio de Exteriores de la URSS. A las reclamaciones de la Tretiakov, el ministerio de Exteriores de Rusia, heredero de aquella institución, asegura no haberlas encontrado, afirma Pchélkina.
Las listas 4,5 y 6 fueron destinadas al intercambio con museos de provincias, donde en muchos casos se les ha perdido la pista. En las listas numeradas del 7 al 10 se incluyeron los objetos a ser destruido por carecer de “valor museístico y comercial”. Condenadas a ser recicladas como chatarra, papel, material de construcción o entregadas al “trapero”, había obras de Rozánova, Svetlov, Naúmov y Stémberg. Por suerte, explica Pchélkina, las directivas no se cumplieron y en su mayor parte, los lienzos sentenciado durante décadas permanecieron en los almacenes de la galería o en otras instituciones adonde fueron enviados.
Para “rastrear” el itinerario y entender donde dormitaron, se degradaron, desaparecieron o fueron cuidadosamente protegidas todas esas obras durante su clandestinidad ha sido preciso un intenso estudio de los registros de entrada y salida tanto de la galería Tretiakov como de otros museos provinciales de la ex URSS. Durante tres años con ayuda de once voluntarios, Pchélkina se dedicó a copiar esos registros en ordenador, explica la especialista. “El MCP es la base de todos los museos de provincia que poseen obras de vanguardia” afirma la comisaria. Museos del tipo MCP se crearon también en otras ciudades como Petrogrado-Leningrado, Kostromá y Nizhni Nóvgorod.
“Ahondando en los años setenta, comprendimos que los primeros especialistas capaces de apreciar las vanguardias eran justamente los encargados de luchar contra aquellas tendencias”, explica la comisaria, según la cual ”los que prohibían eran los primeros que coleccionaban”. Entre las obras expuestas ahora hay dos lienzos de Malévich, que han regresado temporalmente del extranjero. En el primer caso se trata de Supremus número 38, pintado en 1916, hoy perteneciente al museo Ludwig de Colonia. Este lienzo fue entregado por el Ministerio de Cultura de la URSS al multimillonario norteamericano Armand Hammer, a cambio de una obra atribuida a Francisco de Goya (Retrato de la actriz Antonina Sarate, pintada en 1810-1811) que está en el museo Ermitage de San Petersburgo. Explica Pchélkina que el Malévich fue regalado a Hammer como compensación por una frustrada cita en la que el magnate debía entregar personalmente el Goya al líder soviético Leonid Brezhnev.
Otro cuadro de Malévich, que ha vuelto a Rusia para la exposición, es propiedad de la galería Tate de Londres y fue regalado en 1975 a algún sujeto no revelado en el Reino Unido, aparentemente en un intercambio por información confidencial, que se realizó por medio del KGB, según explica Pchélkina.
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