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Amor Towles, escritor: “En EE UU se han vendido más libros en los últimos años que nunca, la ficción mantiene su lugar”

El novelista, autor del superventas ‘Un caballero en Moscú', publica el libro de relatos ‘Mesa para dos’

María Antonia Sánchez-Vallejo
Amor Towles
El escritor Amor Towles, en su casa de Manhattan el pasado 13 de agosto.Corrie Aune

A Amor Towles (Boston, 1964) le sorprende la pregunta de qué le diría a los críticos que cada cierto tiempo proclaman la muerte de la novela. No parece, o tal vez sí, la más pertinente para un escritor superventas como él, con millones de libros vendidos en todo el mundo y una legión de lectores a los que ahora se incorporan en masa los que se enamoraron de Un caballero en Moscú —su segunda novela y el título que le catapultó a la famagracias a su reciente adaptación para una serie de televisión. “Solo me impliqué marginalmente en la producción, no escribí el guion, no dirigí, solo tenía el crédito de productor ejecutivo”, explica Towles en su domicilio de Manhattan. “Así que es de otra persona, no es mi obra ni tengo información sobre cómo ha ido, aunque creo que Ewan McGregor [el conde Rostov, protagonista del libro] ha hecho un gran trabajo. Eso es todo lo que sé, y también sé de los nuevos lectores que se acercan ahora al libro gracias a la serie de televisión”. Los considera el principal rédito de la adaptación.

Tras tres novelas largas —Un caballero… fue la segunda, entre Normas de cortesía y La autopista Lincoln—, Towles publicó este año un volumen de relatos, Mesa para dos, editado en España por Salamandra. Y qué casualidad que el protagonista del primer relato sea, como el conde Rostov y otros personajes de sus libros, también ruso, de nombre Pushkin para más señas. ¿Un homenaje a la gran literatura rusa? “Es más una coincidencia. No tengo familia rusa. No hablo ruso. No estudié historia rusa en la universidad. Solo he estado en Rusia tres veces durante 20 días, o algo así. Así que es casualidad. Cuando escribía Normas de cortesía, quería que el padre de la protagonista hubiera vivido una vida dura y le transmitiera las virtudes de tener pocas expectativas, trabajar duro y ser cauto, así que tenía sentido que fuera de origen ruso. Nada más”.

A Towles, lector impenitente, no le cuesta confesar que Guerra y paz es una de sus tres novelas favoritas, “junto con Moby Dick y Cien años de soledad, libros de algún modo similares porque son tan enormes y ambiciosos que contienen el mundo”. “Me enamoré de la literatura rusa cuando era adolescente, y leí a todos los grandes novelistas del XIX y a los cuentistas. Luego me interesé por la vanguardia de principios del siglo XX. Y más tarde, por la era soviética, así que durante 30 años había leído mucho sobre la cultura rusa, y por eso me pareció natural que la historia [de Un caballero…] se ambientara en Rusia”.

Amor Towles, en otro momento de la entrevista.
Amor Towles, en otro momento de la entrevista.Corrie Aune

A diferencia de sus novelas, ambientadas en épocas históricas —el Moscú soviético del conde Rostov; la Nueva York de 1938 de Normas de cortesía y un recorrido por la América de los cincuenta en La autopista Lincoln—, la mayor parte de los relatos de Mesa para dos se desarrollan en este milenio, aunque haya algo en sus páginas que logra sustraerse al tiempo, flotando como si siempre hubiera estado ahí: tal vez su estilo literario. Para un autor acostumbrado a las luces largas de la novela, escribir relatos, “un género que no tiene mucho predicamento en EE UU”, era un ejercicio creativo radicalmente distinto. “En una novela el escritor debe muy consciente de la orientación: si durante las primeras 50 páginas no sabes qué está ocurriendo, la dejas. Pero lo más importante, a la hora de construir significado para los lectores, son las dinámicas evolutivas, cómo cambian los personajes, las experiencias por las que pasan, qué aprenden… Luego hay capas de significado y metáforas que se construyen con el tiempo, en el transcurso de la historia”, explica.

“Nada de esto existe en el relato corto, te dejas caer en él, las cosas suceden en el momento en que entras. Justo cuando empiezas a vislumbrar cómo es la vida de los personajes, por qué les han sucedido esas cosas, se acaba”, prosigue, asegurando que el vehículo del relato permite ciertas cosas que en la novela no funcionarían (“por ejemplo, el narrador un poco sarcástico, cínico y arrogante de uno de los relatos, que ahí resulta muy entretenido y en una novela te hartaría”). También sus finales nada predecibles, inopinados, que pueden invitar a repensar lo leído.

Towles trabajó en el sector financiero antes de dedicarse por completo a la escritura, aunque resultaría incorrecto decir que cambió una cosa por otra, porque, subraya, empezó a escribir de niño y solo dejó el banco de inversión cuando el éxito le había sonreído (“no puse mi vida en riesgo”, sonríe). Sus respuestas no son categóricas ni concluyentes. De sus gustos literarios, universales, a su elección de la gran novela americana, esa especie de género en sí mismo, el escritor abraza numerosas opciones. “El término tiene más de medio siglo. Y la novela americana digamos que tiene realmente 175 años, aproximadamente, porque se remonta a 1850 o algo así. La idea de una novela nacional es menos prevalente en otros países, como España o Francia, donde el foco está más en obras individuales que en una novela definitoria. Creo que en EE UU se trata menos de un libro que de una idea, la conquista del territorio y la expansión geográfica del país, el optimismo, la inmigración… Novelas como El gran Gatsby, Las uvas de la ira o Moby Dick… Pero necesitas 50 años de distancia para tener perspectiva. Mi novela La autopista Lincoln es también en este sentido una novela americana”, explica de una historia de iniciación movida por sueños y ambiciones, tan definitorios de la forja del país.

Que Towles es un lector cum laude no hace falta intuirlo: por las frecuentes menciones a grandes títulos en sus ficciones, también por su estudio, alicatado de libros hasta el techo. “Evidentemente, he leído mucha literatura latinoamericana. También literatura francesa. Y europea. Así que no es que Rusia tenga una posición única en mis lecturas, pero sí importante”. Cita a Jean Genet o Céline, a Toni Morrison, el realismo mágico o los beats y las novelas de detectives. O incluso a Paul Auster, que es el personaje involuntario —es decir, ficticio— de un delicioso relato sobre un joven aprendiz de escritor y lo rentable que puede resultar la gloria literaria.

Una imagen de la serie 'Un caballero en Moscú'.
Una imagen de la serie 'Un caballero en Moscú'.PARAMOUNT

La pregunta sobre la presunta muerte de la novela queda flotando en el ambiente, anatema en un lugar consagrado a la creación como su estudio. Rebatirla ilustra más aún sobre el éxito planetario de sus libros: su segunda novela estuvo en la lista de libros más vendidos de The New York Times durante dos años. “¿Los españoles ya no leen novelas?”, pregunta perplejo. “En Estados Unidos se han vendido más libros en los últimos años que nunca, así que la ficción mantiene su lugar. Ciertamente, el paisaje cultural ha cambiado en todas partes, y todo el tiempo: cada 50 años lo hace de manera significativa. Ahora es el auge de las redes sociales, de los servicios de streaming… y eso ha creado más distracciones y formas en las que el ciudadano puede acceder a historias o información o arte o lo que sea. Así que la novela se convierte en un campo cada vez más concurrido, pero no se podría sugerir que eso ha llevado a la muerte de la novela”, dice, dando un peor pronóstico de la lucha por la supervivencia del largometraje “porque las salas de cine están relativamente vacías”.

Incluso aunque ganara Trump, soy optimista sobre la resiliencia del país

Towles ve en todo la mitad llena de la botella, incluida la coyuntura política de su país, y se muestra aliviado al ver que el péndulo de las encuestas parece oscilar hacia la demócrata Kamala Harris. “La polarización solo existe cuando se mira a América desde un ángulo. En los grandes temas, la mayoría de los estadounidenses están de acuerdo: dos tercios apoyan el derecho a elegir de las mujeres, niveles más estrictos de control de armas, hacer algo contra el calentamiento global o que EE UU se implique en los asuntos internacionales de un modo productivo. Pero todo esto no lo sabrías por lo que dicen los republicanos, interesados en agitar el debate para crear fricciones aunque haya un acuerdo sobre estos temas principales”, considera, reduciendo la crispación a Twitter o Fox News, “el debate político es mucho más tóxico que la realidad del país”

“Trump va por ahí diciendo cosas como que tenemos una terrible ola de crímenes y estadísticamente no es cierto. No sé cómo se informa de eso en Europa, pero es el nivel más bajo en 25 años. O que la economía es un caos, pero en realidad va tan bien que la mayoría de los países europeos matarían por tener una economía como la nuestra, con un 4% de paro… Así que no tengo muchos motivos para ser pesimista. El único temor es que el discurso enojado de Trump, que toda su desinformación, mueva a la gente a votarle. Y ese sería un mal resultado. Pero incluso aunque ganara Trump, soy positivo sobre la resiliencia de EE UU”.

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