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Muere la hispanista Carolyn Richmond, valedora del legado de Francisco Ayala

Académica correspondiente de la RAE y profesora de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, dedicó sus últimos años a preservar y difundir la memoria del escritor granadino

La hispanista Carolyn Richmond, en su casa de Madrid en 2010.
La hispanista Carolyn Richmond, en su casa de Madrid en 2010.Gorka Lejarcegi
José Manuel Abad Liñán

La hispanista Carolyn Richmond de Ayala ha muerto este miércoles en su casa de Madrid, a los 86 años, víctima de un cáncer de ovario, informan a EL PAÍS fuentes de su entorno. Natural del Estado de Virginia y con doble nacionalidad española y estadounidense, dedicó su trayectoria académica al estudio de la literatura hispana y se centró en las obras de Leopoldo Alas Clarín, Ramón Gómez de la Serna y de su marido, el escritor granadino Francisco Ayala, del que enviudó en 2009.

Richmond nació en el seno de una familia próspera pero marcada por desavenencias. Refería como uno de sus primeros recuerdos la marcha de su padre, oficial del Ejército, al frente de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Desde pronto mostró su determinación por dedicarse a los estudios académicos, en una época en la que, según ella misma solía recordar, las opciones para las mujeres, incluso las de su nivel social, se limitaban a ser maestras, enfermeras o amas de casa. Así, se decantó por la historia del arte primero, con un grado en 1960, y tres años después, tras visitar España con una beca, por la literatura española y portuguesa, un ámbito en el que obtuvo una maestría en el Smith College de Massachusetts.

En 1969 entró a trabajar como profesora del Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas en el Brooklyn College —que terminó dirigiendo—, perteneciente a la Universidad de la Ciudad de Nueva York. En el centro también impartía clases, pero ya como catedrático veterano, el prolífico intelectual Francisco Ayala. Y con él coincidió en una fiesta en 1973. A Richmond le gustaba contar, en tono divertido, que cuando Ayala se le acercó para presentarse, ella, intimidada por el aura que lo rodeaba, reculó, topó de espaldas con unas velas decorativas y se le prendió fuego en el pelo.

Aquel encuentro accidentado marcó su vida personal —tres años más tarde ambos iniciaron una relación sentimental que culminaría con su boda en 1999— y también la profesional. Después de firmar las ediciones de algunas de las obras más representativas del autor, como las de Los usurpadores (1992) e Historia de macacos (1995), a partir del 2007 y ya en su cargo de directora académica de la Fundación Francisco Ayala, acometió la edición de las obras completas, en siete volúmenes, del intelectual de la Generación del 27.

Además de estos estudios sobre Ayala, Richmond se mostraba especialmente satisfecha con su edición de Su único hijo, de Clarín, un relato de paternidades falsas en un opresivo ambiente de provincias, obra a la que había dedicado su tesis doctoral en 1975. Entre otros trabajos críticos, destacaba también dos rarezas vanguardistas de Gómez de la Serna, las novelas El secreto del acueducto y La quinta de Palmyra.

De un carácter firme, solía decir de sí misma que era una persona terca que siempre terminaba pidiendo disculpas. Su determinación la llevó aún en vida del longevo Ayala —murió a los 103 años—, a impulsar junto a él la creación de la fundación que, desde 1998 y con más ahínco desde 2006, el año del centenario del autor andaluz, ha reunido y difunde el legado intelectual y literario del también sociólogo, traductor y editor.

Luis García Montero, director del Instituto Cervantes y biógrafo de Ayala, valora de ella su calidad como crítica literaria y un habla irónica que compartía con su marido. “Tenía un sentido del humor que le servía para distanciarse o mirar desde otro punto de vista los problemas”, precisa. También le demostró durante años de amistad su confianza: ella y su marido le encomendaron que trasladara de Nueva York a Madrid algunas de las valiosas primeras ediciones de autores del 27 que la pareja de intelectuales atesoraba en su apartamento en la Gran Manzana.

Tras conocerse la muerte de la presidenta de honor de la Fundación Francisco Ayala, el director del centro, Manuel Gómez Ros, señala a EL PAÍS que ella lo convirtió en el gran proyecto de la última etapa de su vida. Pero todavía entonces, cuando ya acreditaba una trayectoria intelectual sólida, lamentaba que, como durante toda su vida, tenía que seguir haciéndose valer como académica por méritos propios, en un mundo que en el que a veces se sintió reducida a la condición de mujer de. Manuel Ángel Vázquez Medel, catedrático de Literatura y Comunicación de la Universidad de Sevilla, que alentó la candidatura de Ayala al Premio Nobel, destaca de Richmond que fue “una hispanista con peso propio” y una estudiosa “enamorada de hacer literatura a partir de los textos”. Su obra Días felices. Aproximaciones a ‘El jardín de las delicias’ de Francisco Ayala es un ejemplo de ese doble abordaje entre lo crítico y lo biográfico.

Su entorno también subraya la generosidad de la académica, que deja a su muerte un rico legado documental y material. Ahora, siguiendo su deseo, será custodiado por la fundación. Su voluntad es que no haya funeral, y que sus cenizas se entierren junto a un limonero en el jardín del palacete hispanomusulmán sede de ese centro, en Granada, donde reposan las de su marido y objeto permanente de estudio.

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Sobre la firma

José Manuel Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).
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