Las cartas de Ayala: un combate contra el “nacionalismo grotesco” en Latinoamérica
Publicadas en web 350 nuevas cartas, dispersas entre España y América, en las que el autor se despacha contra la fiebre patriotera y añora Argentina
No a todos los hombres les basta con un siglo: Francisco Ayala es un ejemplo, porque vivió 103 años con un genio despierto que, hasta poco antes de morir, en 2009, apenas dejó paraderos sin explorar. Conoció la Edad de Plata de la cultura española, defendió la República, recorrió de sur a norte América como exiliado, volvió finalmente a España. En el trayecto dejó un reguero disperso de cartas fascinantes –muchas más enviadas por él que recibía, porque tenía por costumbre no guardarlas– que dan cuenta de esa voracidad analítica. La fundación que lleva el nombre del autor andaluz ha digitalizado 900 para su libre consulta en la web, 350 de ellas en una última hornada.
Aparecen como destinatarios los escritores españoles Dámaso Alonso, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, el argentino Eduardo Mallea o el gobernador puertorriqueño Luis Muñoz Marín. Pero, más allá de los grandes nombres, el conjunto de misivas, que se suma a las 600 anteriores ya digitalizadas, destaca porque de él se trasluce que el escritor se tomaba muy en serio redactarlas. "Les concedía tanta importancia como a otros soportes", recalca su viuda, la catedrática emérita de literatura de la Universidad de la Ciudad de Nueva York Carolyn Richmond. "Siempre fue muy consciente de que una carta redactada podría ser leída en el futuro; que no era solo una carta personal, sino que iba a pasar la historia".
Si alguna vez lo tuvo, Ayala, intelectual polímata, se ha sacudido bien el pelo de la dehesa durante sus años en Madrid, en Berlín, en Praga, en Buenos Aires, en Río de Janeiro, en Nueva York. También en la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico. Las cartas son un dechado de cosmopolitismo ("Querido Dámaso: Como el mundo es pequeño hoy, te escribo ahora desde Puerto Rico", afirma cuando retoma el contacto con el escritor madrileño), que rechaza los compartimentos estrechos. Así ocurre el país caribeño, donde se revuelve contra el aldeanismo de una isla que se debate entre independencia e integración en Estados Unidos.
“Los hombres de Puerto Rico pueden participar con los norteamericanos en la ciudadanía,como participan con los hispanoamericanos y españoles del idioma” (1952)
"La adopción de la actitud nacionalista en una comunidad tan pequeña como esta tiene que derivar enseguida hacia lo grotesco", le comenta en 1955 al gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, la primera autoridad, al que muestra, según el director de la Fundación Francisco Ayala, Manuel Gómez Ros, “una complicidad y confianza digna de un consejero”. El rector de la universidad, Jaime Benítez, quería crear, explica Gómez Ros, “un proyecto orteguiano para armar intelectualmente su isla, y en esa búsqueda de discípulos de Ortega y Gasset, se interesa y conoce a Ayala”.
No se arredra al tomar postura. “Los hombres de Puerto Rico pueden participar con los norteamericanos en la ciudadanía, como participan con los hispanoamericanos y españoles del idioma”, sentencia.
El catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza, José-Carlos Mainer, analista de la obra ayaliana, cree que la posición del autor con respecto al problema de Puerto Rico fue “como siempre, pragmática y realista”. “Con la fórmula del Estado Libre Asociado su actitud fue muy parecida a la que, en el periodo argentino, sostuvo sobre el exilio como condición política: había que aceptar los hechos, no ceder a las nostalgias sentimentales (por muy legítimas que fueran) y operar desde los datos irrefutables de la realidad”.
Desde Puerto Rico se queja también de unas soflamas patrioteras que acusaba en la España de Franco, a partir de sus visitas a su país natal ya en la década de los sesenta. "Quizá exagero en esto, pero confieso que la vanagloria nacional me parece una de las pasiones más detestables; y en mi país natal debimos sufrirla tanto que a mucha gente nos daba náuseas ya hasta oír el nombre de los Reyes Católicos". El escritor denuesta la exaltación patriótica que agita la universidad del país y lo que él llama su "arsenal ideológico": "Caracterizarlo es fácil: se trata de los lugares comunes del nacionalismo, tan manoseados y gastados en todas partes; supervaloración de todo lo que, mejor o peor, sea producto de la tierra; idealización intransigente del pasado, de lo típico; xenofobia, etc., etc.".
Argentina en momentos “muy delicados”
Su desembarco en Argentina, donde vive casi de continuo desde el final de la Guerra Civil española, 1939, hasta 1949, se detalla en su rica correspondencia con Eduardo Mallea. El diario La Nación acababa de emprender una nueva etapa después de que su denostado Perón fuera derrocado en septiembre del 1955, y Mallea invitaba a Ayala a colaborar desde Puerto Rico. El autor le responde el último día de aquel año. “Esta colaboración, voy a emprenderla con cariño y entusiasmo, pues vale la pena luchar por que se restablezca el tono intelectual de Buenos Aires que, tras la pasada experiencia, no puede seguir alimentándose de preciosismos y jugueteos. Si uno puede ayudar en algo, debe de hacerlo”.
Eduardo Mallea cuenta con Ayala para que escriba en el diario La Nación tras la caída del primer peronismo: “vale la pena luchar por que se restablezca el tono intelectual de Buenos Aires” (1955)
Poco más tarde le reconoce a Mallea: “El país está en momentos muy delicados, y yo sigo siendo enormemente optimista a juzgar por lo que veo, oigo y me escriben, no obstante, reflejar todas las cartas desconcierto y preocupación grandes”. Así se refiere al ambiente posperonista: “Las ilusiones fáciles del comienzo no podían durar mucho, y es bueno que se hayan desvanecido y que la gente tenga que roer la desagradable realidad, única manera de que llegue a ser un poco menos desagradable, y como quiera sirva de alimento, ya que las ilusiones alimentan menos que los mendrugos duros”.
En Recuerdos y olvidos (1982), sus memorias, no duda en comparar los totalitarismos nazi, fascista y peronista. "Para quien, como yo, había tenido la desagradable oportunidad de presenciar la eclosión y despliegue del nazismo en Alemania, el espectáculo del peronismo presentaba otro aspecto distinto del mismo fenómeno de masas [...]. Si el totalitarismo italiano era grotesco, y ahora el totalitarismo alemán era siniestro, el totalitarismo argentino sería abyecto". Y precisamente fueron las políticas del general Juan Domingo Perón las que lo sacaron definitivamente de su querido Buenos Aires. "Deseoso de respirar otros aires distintos de aquellos, que ya no eran precisamente buenos, pues con el peronismo se habían hecho deletéreos, procuré organizarme una gira de conferencias por distintos países del continente americano". La primera etapa de aquella ruta fue Puerto Rico.
Pero, años después, en mayo del 59, le escribe de nuevo con una nota sentimental, rara en él, que se ve rápidamente interrumpida por un matiz, que la rebaja: “Siempre pienso en Buenos Aires como my place, en la medida en que yo tenga alguna; pero…”.
Quedan muchas cartas por difundir
La labor de recopilación del epistolario disperso ha sido supervisada por el director de fundación, quien asegura que el casi millar de cartas digitalizadas constituye solo una parte mínima de la ingente producción; su volumen preciso, nadie lo sabe. "Seguramente lo conservado no es ni la décima parte del total", calcula.
Hasta el momento, la fundación solo ha publicado las correspondencias que comienzan antes de la muerte de Franco, pero ya cuenta con otras que, asegura Gómez Ros, irán siendo difundidas más adelante. Con todo, entre ellas no habrá ninguna de las cartas más personales que Ayala envió a sus familiares, como a su mujer Carolyn, que quiere preservar así un deseo del escritor. De él y de su afán epistolar recuerda dos máximas: "La correspondencia es un género literario, y también decía siempre que la verdadera realidad es la literatura".
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