El Ayala más mordaz contra Franco y los nacionalismos
La Fundación Francisco Ayala digitaliza 350 nuevas cartas, dispersas entre España y América, en las que se despacha contra la dictadura, la ceguera nacionalista y los intelectuales aldeanos
Acababa de pisar su país por vez primera tras 20 años de exilio. "De España habría tanto que hablar, que más bien renuncio", se desfoga Francisco Ayala (Granada, 1906-Madrid, 2009) en una carta que envía en 1960 al escritor Ricardo Gullón. No sabemos en realidad a qué renunció, porque en esas y otras misivas desmenuza sin límite la "cargada" atmósfera de ese franquismo que había arramblado con una Edad de Plata cultural de la que Ayala era hijo y testigo. Ahora, la fundación que lleva el nombre del autor andaluz ha digitalizado esta carta para su libre consulta en la web junto a otras 349, dispersas entre España y América.
El viaje intelectual de Francisco Ayala, que vivió 103 años de un ingenio despierto hasta poco antes de morir, apenas dejó paraderos sin explorar. Sus cartas dan cuenta de esa voracidad analítica. Además de vituperar el nacionalismo, deja asomar un desdén ante el ambiente general en España. “Me he encontrado las cosas distintas de lo que pensaba, y no desde luego mejores que la imagen que me pintaba de ellas”, adelanta a Gullón. “Para resumirte mi impresión en una sola palabra: deprimente”. A ese crudo dictamen lo suceden enseguida, porque en el escritor no escasean, el humor y el sarcasmo: “En cuanto a las perspectivas... no hablemos. La República del Congo ofrece un modelo de lo que está preparando Franco para el día remotísimo en que Dios quiera acordarse de él”.
“Y en cuanto a las perspectivas... no hablemos. La República del Congo ofrece un modelo de lo que está preparando Franco para el día remotísimo en que Dios quiera acordarse de él” (1960)
Se conservan muchas más cartas enviadas por Ayala que las que él recibió; tenía por costumbre no guardarlas. Aparecen como destinatarios Dámaso Alonso, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas o el argentino Eduardo Mallea, pero, más allá de los grandes nombres, el conjunto de misivas, que se suma a las 600 anteriores ya digitalizadas, destaca porque de él se trasluce que el escritor se tomaba muy en serio redactarlas. "Les concedía tanta importancia como a otros soportes", recalca su viuda, la catedrática emérita de literatura de la Universidad de la Ciudad de Nueva York Carolyn Richmond. "Siempre fue muy consciente de que una carta redactada podría ser leída en el futuro; que no era solo una carta personal, sino que iba a pasar la historia".
Críticas a Franco y a la oposición
En sus diatribas contra el régimen advierte Ayala, eso sí, tímidos avances en libertades en las postrimerías del franquismo. Ocurre en 1967, cuando vuelve a visitar España y comparte de nuevo con Gullón sus impresiones: "Funciona la libertad de expresión (libertad condicionada, por supuesto) en medida apreciable, pero inferior a lo que hubiera sido de esperar". Al momento desespera, porque no ve que se articule ningún frente sólido a la dictadura: "La única oposición real parece ser la de los curas. Por otro lado, resulta que, con las nuevas posibilidades de expresión, el grupito monárquico del que es portavoz Abc ha empezado a actuar muy enérgicamente [...] oposición reaccionaria, a la derecha del régimen tal cual hoy es este [...] cavernícolas que ya no pueden volver la mirada a Roma puesto que el Papa [Pablo VI] se les ha hecho cripto-comunista".
Futuro democrático
El tono desesperanzado de algunas cartas contrasta con su predicción de un futuro democrático que el autor había recogido en su libro España, a la fecha, de 1965, que no pudo venderse en el país en hasta después de muerto Franco: "Amigos míos [...] reaccionaron contra el libro en el sentido de acusarme de que yo era demasiado optimista porque veía un camino hacia una apertura de carácter democrático y en aquel entonces muchos [de ellos] pensaron que era un optimismo excesivo", aseguró, ya en 1976.
No exime de responsabilidad a quienes, apunta, tendrían que enarbolar un desenlace democrático –y entiéndase republicano– a la dictadura surgida de la Guerra Civil: "Lo absurdo del caso es que nuestros amigos liberales, antifranquistas, ex-republicanos y hasta ex-exiliados [sic] están haciendo el juego a ese grupo [de monárquicos] en la vana esperanza de que la monarquía les lleve el gato al agua, los muy ilusos. Piensan que la implantación de este régimen es ineluctable (y lo será, si no se crean alternativas, cuando Dios llame al Caudillo a su seno), [...] lo que pasa es que la gente se ha desentrenado por completo, y viven dentro de los planteamientos ofrecidos por el régimen, sin la menor iniciativa propia".
Aquella España autocomplaciente de Franco también se refleja en la salud de la literatura de la época. La ausculta y la diagnostica sin embozo Ayala: "Observo la incapacidad en que se encuentran [escritores españoles] de reflejar todo lo que no tenga relación inmediata con nuestra aldeana península".
Si alguna vez lo tuvo, Ayala, intelectual polímata, se ha sacudido bien el pelo de la dehesa durante sus años en Berlín, en Praga, en Buenos Aires, en Nueva York. También en Puerto Rico, uno de sus destinos en el exilio ("Querido Dámaso: Como el mundo es pequeño hoy, te escribo ahora desde Puerto Rico", afirma cuando retoma el contacto con el escritor madrileño). Allí se revuelve contra el aldeanismo de una isla que se debate entre independencia e integración en Estados Unidos. "La adopción de la actitud nacionalista en una comunidad tan pequeña como esta tiene que derivar enseguida hacia lo grotesco", le comenta en 1955 al gobernador de la isla, Luis Muñoz Marín. El escritor denuesta la exaltación patriótica que vive la universidad y lo que él llama su "arsenal ideológico": "Caracterizarlo es fácil: se trata de los lugares comunes del nacionalismo, tan manoseados y gastados en todas partes; supervaloración de todo lo que, mejor o peor, sea producto de la tierra; idealización intransigente del pasado, de lo típico; xenofobia, etc., etc.".
“Nuestros amigos liberales, antifranquistas, ex-republicanos y hasta ex-exiliados [...] piensan que la implantación de este régimen [la monarquía] es ineluctable. [...] La gente se ha desentrenado por completo, y viven dentro de los planteamientos ofrecidos por el régimen, sin la menor iniciativa propia" (1967)
Desde Puerto Rico se queja de unas soflamas patrioteras que acusaba también en España. "Quizá exagero en esto, pero confieso que la vanagloria nacional me parece una de las pasiones más detestables; y en mi país natal debimos sufrirla tanto que a mucha gente nos daba náuseas ya hasta oír el nombre de los Reyes Católicos".
Quedan muchas cartas por difundir
Entre las que se añaden ahora al epistolario digital está la más antigua conservada: en 1924, un Ayala de solo 18 años muestra su admiración por el autor teatral y de zarzuelas Guillermo Fernández-Shaw. Además del candor de un joven que aspira a publicar algún día (y fue precisamente Fernández-Shaw quien le ayudó a ello un año más tarde en su primera novela, Tragicomedia de un hombre sin espíritu), la carta resulta peculiar porque es una de las escasas escritas de su puño y letra, en lugar de con la habitual máquina de escribir.
La labor de recopilación del epistolario disperso ha sido supervisada por el director de la Fundación Francisco Ayala, Manuel Gómez Ros, quien asegura que el casi millar de cartas digitalizadas constituye solo una parte mínima de la ingente producción; su volumen preciso, nadie lo sabe. "Seguramente lo conservado no es ni la décima parte del total", calcula.
Hasta el momento, la fundación solo ha publicado las correspondencias que comienzan antes de la muerte de Franco, pero ya cuenta con otras que, asegura Gómez Ros, irán siendo difundidas más adelante. Con todo, entre ellas no habrá ninguna de las cartas más personales que Ayala envió a sus familiares, como a su mujer Carolyn, que quiere preservar así un deseo del escritor. De él y de su afán epistolar recuerda dos máximas: "La correspondencia es un género literario, y también decía siempre que la verdadera realidad es la literatura".
Un humor ácido y castizo
El historiador de la literatura y catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza José-Carlos Mainer ve en la correspondencia una prolongación del Ayala ensayista: "Es un gran escritor de cartas, breves y directas porque casi siempre las inspira una puntualización, una opinión o una réplica, más que la confidencia sentimental. Como sus ensayos, tienen el empaque retórico que, en el fondo, le gustaba tanto, y el sentido del humor a veces algo castizo, otras más vitriólico, que era también el suyo en sus ensayos de periódico o en sus relatos de humor".
Babelia
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