‘Operación Valdecañas’: el embalse que ocultaba un gigantesco tesoro arqueológico en peligro
Administraciones nacionales y autonómicas se unen para evitar el expolio patrimonial de un pantano seco que destapó decenas de yacimientos históricos
En 2019, una fortísima sequía redujo el nivel de los embalses extremeños a niveles pocas veces conocidos. El volumen de agua acumulada en el Valdecañas (El Gordo, Cáceres) no superaba el 20%. Así, enormes extensiones de tierra agrietada quedaron al descubierto en este pantano cuya construcción en 1957 anegó yacimientos arqueológicos únicos, incluida la ciudad romana de Augustobriga. Las administraciones nacionales y autonómicas, ante el espectacular descenso de las aguas, emprendieron entre 2019 y 2023 una frenética carrera para rescatar y estudiar todo el material histórico que iba quedando al descubierto antes de que los expoliadores lo saqueasen o se incrementasen los niveles embalsados. Lo lograron: piezas únicas de la arqueología fueron rescatadas a tiempo. Valdecañas se halla actualmente al 93% de su capacidad.
El Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) desempeñó un papel fundamental en la Operación Valdecañas para detener los continuos saqueos arqueológicos que se estaban produciendo. Ahora, el Ministerio de Cultura y Deporte ha reconstruido lo que ocurrió durante esos cuatro años de trabajos a destajo en el informe La gestión del patrimonio arqueológico en aguas continentales ante el cambio climático: el embalse de Valdecañas (Cáceres, 2019-2023). Un dolmen megalítico, la cartografía completa de Augustobriga, la recuperación de tres verracos vetones, enterramientos calcolíticos, aras romanas o monedas y juegos de mesas medievales han sido salvados así de la depredación.
Los expertos de las principales instituciones arqueológicas españolas (Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes, la Subdirección General de Gestión y Coordinación de los Bienes Culturales, la Subdirección General del Instituto del Patrimonio Cultural de España, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Nacional de Arte Romano, el Museo de Altamira y el Museo Nacional de Arqueología Subacuática) fueron alertados en 2019 “para rescatar todo lo que el embalse iba a revelar”, señala el informe. Los arqueólogos sabían que el entorno del pantano “fue testigo de múltiples culturas desde el Paleolítico hasta época medieval, lo que dio lugar a un registro arqueológico de enorme riqueza”. Como consecuencia de la sequía, rememoran, “se inició una estrategia de gestión del patrimonio arqueológico emergido con el objetivo de documentarlo, preservarlo y ponerlo en valor”.
En septiembre de 2019, el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) recibió las primeras informaciones sobre la emersión del dolmen de Guadalperal, un importante conjunto megalítico datado entre el V y el III milenio a. C. Los técnicos desplazados se encontraron ante una estructura compuesta por más de 140 lajas de granito que forman un dolmen de tipo corredor con una cámara funeraria de cinco metros de diámetro, un pasillo de casi 10 metros de largo y 1,50 de ancho. La estructura estaba flanqueada por un anillo circular formado por bolos de cuarcita. Fue estudiada y analizada con las nuevas tecnologías, además de consolidada en el mismo lugar para evitarle daños cuando las aguas volvieran a subir.
“Como consecuencia del expolio que se estaba advirtiendo en diversas áreas de la cuenca del embalse”, señalan los especialistas, “se decidió, además, llevar a cabo una serie de intervenciones arqueológicas [en torno al dolmen] con el objetivo de documentar y geolocalizar otros yacimientos próximos. Fue el caso del conocido como Valle Santo. En agosto de 2021, allí se identificaron 18 unidades estratigráficas y se recogieron más de cien objetos arqueológicos, que permitieron datar un posible asentamiento rural romano especializado en la producción de aceite”.
En los muros del convento bajomedieval de Alarza, que también emergió como consecuencia del descenso del agua, se halló una moneda acuñada durante el reinado de Alfonso X y “restos de muros de cronología anterior a la construcción del monasterio”. En otra área próxima, El Roncadero, se localizaron también dos estelas romanas decoradas y un alquerque, un juego de mesa muy popular en Europa entre los siglos XII y XV. Fueron depositados en el Museo de Cáceres, donde forman parte de su colección permanente. En la misma zona, “se georreferenciaron [también] varios megalitos”, cuyo estudio aún no ha acabado.
En 2021, los arqueólogos se dedicaron al análisis en detalle del urbanismo de la ciudad de Augustobriga (Talavera la Vieja, Cáceres), mediante una prospección arqueológica intensiva y la realización de una fotogrametría 3D con drones. “Estas acciones permitieron la creación de un plano detallado de la trama urbana de la antigua ciudad romana, y el registro de elementos patrimoniales inéditos hasta el momento, como un sillar con un fascinum [falo divino] tallado sobre un sillar localizado en las termas”, recuerdan.
Las intervenciones arqueológicas en Augustobriga, entre 2021 y 2022, confirmaron que la ciudad se extendía unas 22 hectáreas, estaba amurallada y contaba en su parte septentrional con un foro y termas públicas. La trama urbana se organizaba en torno a una gran vía noreste-sureste (decumano) y otra noroeste-sureste (cardines). El municipium disfrutaba también de un acueducto, cloacas y amplias áreas con estructuras habitacionales”. Extramuros se situaban las áreas de enterramientos y otras estructuras constructivas vinculadas a la vida cotidiana.
La investigación también permitió rescatar un epígrafe funerario latino en uno de los muros de la iglesia de los Santos Mártires, igualmente emergida por la sequía. La inscripción, aunque muy erosionada, ha podido ser traducida: “Marco Villius, hijo de Marco, de la tribu Papiria, emeritense, aquí yace”.
Por su parte, en el castillo de Alija, a orillas del pantano, se hallaron dos verracos vetones. A unos dos kilómetros de distancia de él, en el término municipal de El Gordo, se localizó otra escultura prerromana, en esta ocasión una pareja de verracos, uno de ellos una hembra, con una longitud de 122 centímetros, una anchura de 65 y 670 kilogramos de peso. “Se trata de la primera escultura de verracos documentada en la que aparece un ejemplar de sexo femenino”, afirman los arqueólogos.
Los especialistas, igualmente, hallaron próxima una sepultura de lajas “que estaba parcialmente revuelta como producto del expolio. En ella se podían apreciar a simple vista numerosos restos óseos humanos, correspondientes a un individuo de edad adulta. Una de las improntas circulares parecía encontrarse igualmente alterada como producto de una actividad arqueológica ilícita, con el estrato de su interior claramente revuelto, quizá a consecuencia de la tentativa de buscar en el mismo una sepultura de incineración y su presunto depósito”.
Isaac Sastre de Diego, director general de Patrimonio, Cultura y Bellas Artes, resume la operación de rescate con estas palabras: “Fue un proceso doblemente enriquecedor. Por un lado, el valor intrínseco de una estrategia conjunta de salvaguarda de un patrimonio que había quedado custodiado bajo las aguas. Por otro, la lectura que dejan cuatro años de colaboración entre esta dirección y todo el conjunto de agentes, instituciones y actores de diversas administraciones, unidos bajo el objetivo de preservar en las mejores condiciones posibles un patrimonio arqueológico que es de todos”. Casi todo el material, fue trasladado al Museo de Cáceres, donde actualmente sus gestores lo exponen orgullosos, no en una sala de subastas de cualquier país del mundo.
Babelia
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