Aprenda literatura con Taylor Swift: la cantante conquista las universidades con cursos sobre sus letras
Cada vez más facultades, en Estados Unidos como en Europa, imparten clases que relacionan sus canciones con la obra de grandes autores, de Shakespeare a Sylvia Plath
La conquista mundial de Taylor Swift llega a la universidad. Tras batir todos los récords el año pasado, convertirse en la primera artista que supera los 1.000 millones de dólares de ingresos con una gira y hasta provocar un terremoto en Seattle, la cantante se prepara para infiltrarse en las aulas universitarias en 2024. Cada vez más centros académicos proponen a sus alumnos cursos sobre sus canciones, una tendencia que acabará de explotar en los próximos meses. En Europa, una de las primeras facultades que oferta una clase inspirada en Swift se encuentra en la Universidad de Gante, prestigioso centro fundado en 1817 por Guillermo I de Orange. En un auditorio del campus situado junto a la abadía de San Pedro de la ciudad belga, Elly McCausland imparte cada lunes un seminario ante 60 estudiantes. Durante todo el otoño, esta profesora inglesa de 34 años, formada en Oxford y reconocida como swiftie —como se autodenominan los fans acérrimos de la cantante—, ha explorado la relación entre sus canciones y los clásicos de la literatura inglesa entre los siglos IX y XIX.
Aparcando sus bicis bajo una impenitente llovizna, los estudiantes se adentran en un anfiteatro de los setenta para aprender qué relación puede guardar Swift con la poesía medieval de Chaucer, las elegías románticas de Wordsworth o los escritos feministas de Mary Wollstonecraft. En los pupitres hay mayoría de mujeres —aunque la profesora afirme que “cerca de un 30% son hombres”, porcentaje habitual en cualquier facultad de Letras— y menos de la mitad son admiradores de la cantante. Hay seguidoras veinteañeras que responden al estereotipo —una joven viaja cada semana desde Amberes para acudir a esta clase—, pero también una estudiante de intercambio alemana, una mujer de 48 años que se apuntó al curso para entender por qué sus hijas idolatran a Swift y un estudiante (varón) que asegura que nunca había escuchado su música.
El curso de McCausland, titulado Literature (Taylor’s Version), recorre 10 siglos de literatura relacionando sus canciones con los grandes tropos de la tradición inglesa y estadounidense. Por ejemplo, la mujer enloquecida propia de la literatura decimonónica permite vincular El papel pintado amarillo, la mítica obra de Charlotte Perkins Gilman, con canciones de Swift como Mad Woman o Dear John. El nature writing y la proyección de paisajes interiores en la naturaleza, que tanto gustaba a los románticos, aparece en los textos de John Keats y Christina Rossetti, pero también en temas como The Lakes o Willow. La presencia de antiheroínas, figuras prefeministas en las obras de William Thackeray o Charlotte Brontë, anticipan a las protagonistas de Look What You Made Me Do o, por supuesto, Anti-hero. La noción de intertexto en la relectura de La tempestad de Shakespeare por parte de Margaret Atwood y otros autores puede recordar, de lejos, al triángulo amoroso relatado por Swift desde perspectivas distintas en sus canciones August, Betty y Dorothea. Y luego está el hilo que une The Great War, donde la cantante compara el final de una relación con el funesto destino de los soldados caídos en la Primera Guerra Mundial, y el poema Daddy, en el que Sylvia Plath comparaba el dolor provocado por los hombres de su vida con la hecatombe de los nazis.
Pese al éxito de convocatoria, no todo el mundo aprobó la idea de McCausland desde el comienzo. “Hubo alguna mirada escéptica en el claustro de profesores”, sonríe en su despacho esta especialista en literatura infantil del siglo XIX mientras sorbe un té de una taza con la efigie de Swift. El diario flamenco De Morgen llegó a publicar una tribuna contra su iniciativa, que denunciaba que la universidad no podía convertirse en “una guardería”. “Existe una resistencia a adoptar formas de cultura popular en la educación superior, sobre todo cuando se trata de productos consumidos por mujeres, que tienden a ser demonizados. Sigue habiendo mucha misoginia”, opina. “Aun así, habrá cada vez más cursos sobre Taylor Swift. Es una manera de que los estudiantes se interesen por aspectos que, a menudo, creen que están desconectados de la vida real. Si logro que mis alumnos se acerquen a los libros de caballería gracias a las canciones de Swift, ¿por qué debería prescindir de ellas?”.
No le falta razón: en las últimas semanas no ha habido universidad estadounidense que se prive de crear un nuevo curso sobre Swift. El fenómeno no es estrictamente nuevo. En 2022, la New York University y la Universidad de Texas, en Austin, ofrecieron las primeras clases sobre la cantante, a las que se sumaron, poco después, otros centros como Stanford, la Universidad de Misuri o la de Arizona, que propuso un curso titulado Swift y la psicología social. La tendencia acabará de explotar en 2024. En febrero, la Universidad de Melbourne (Australia) celebrará el primer simposio académico dedicado a Swift, al que se han postulado 400 expertos de 78 instituciones de todo el mundo, pertenecientes a 60 disciplinas distintas. Además, nuevas universidades, del elitista Berklee College of Music de Boston a la Rice University de Houston, ultiman cursos sobre Swift de cara a su semestre primaveral.
En marzo, Harvard se convertirá en la primera universidad de la Ivy League en ofrecer un curso sobre Swift. “Todo lo que importa hoy en la literatura inglesa fue considerado arte popular y sin prestigio, de los sonetos de Shakespeare al auge de la novela”, dice la profesora que la impartirá
En marzo, Harvard se convertirá en la primera universidad de la Ivy League en ofrecer una clase sobre Swift. La poeta y crítica literaria Stephanie Burt impartirá un curso que recorrerá los subtextos escondidos en su música, de la cultura sureña a lo queer, y explorará su impacto en la sociedad actual. La profesora Burt, que también ha recibido críticas, tiene un mensaje para sus detractores. “Deberían recordar que todo lo que importa hoy en un departamento de Literatura Inglesa fue, en su momento, considerado una forma de arte popular y sin prestigio que nadie se molestó en estudiar, de los sonetos de Shakespeare al auge de la novela”, dijo a The New York Times.
Lejos de la imagen frívola que tienen quienes creen que solo hace pop para colegialas, la obra de Swift demuestra una sensibilidad literaria con escasos equivalentes en el pop comercial. Lo dicen los expertos: en un artículo en The Times, sir Jonathan Bate, especialista en Shakespeare, calificó a Swift como “una poeta de verdad” y detectó referencias explícitas a los grandes autores. Por ejemplo, Robert Frost (aquel poema sobre “el camino no escogido” aparece citado en Illicit Affairs o ‘Tis The Damn Season), Pablo Neruda (cuyo “corto amor y largo olvido” guía su canción All Too Well), Nathaniel Hawthorne (su “letra escarlata” figura en New Romantics) o el leitmotiv cromático en tonos dorados, con regusto a F. Scott Fitzgerald, que aparece en muchas de sus canciones, de Gold Rush a Dancing With Our Hands Tied.
En Londres, la Queen Mary University ofreció el verano pasado un curso que vinculaba la obra de Swift con nombres como Roland Barthes, cuya famosa teoría sobre “la muerte del autor” serviría para explicar las infinitas interpretaciones que los fans hacen de sus canciones —en las que siempre importa más la opinión del receptor que la supuesta intención de quien escribe las letras, como enunció el semiólogo francés—, o los artículos de Zadie Smith sobre cultura pop.
“Cuando empecé a proponer cursos sobre Swift, allá por 2020, me respondieron que era una idea interesante, pero que no habría suficiente interés entre los estudiantes”, afirma en un correo electrónico la profesora Clio Doyle, también responsable de un podcast titulado Studies in Taylor Swift. “La multiplicación de clases sobre su trabajo demuestra que sí existe un apetito por pensar en el trabajo de Swift y en su recepción”, añade Doyle, que volverá a impartir el curso este verano. La paradoja es que la cantante sea autodidacta. “Fui a un instituto público hasta los 15 años y terminé mi educación haciendo los deberes sentada en el suelo de terminales de aeropuerto”, expresó Swift al recibir un doctorado honoris causa en Bellas Artes en 2022 por la New York University, convirtiéndose en una de las pocas personas que reciben ese título sin haber pisado nunca la universidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.