‘Bird Box Barcelona’: Mario Casas, un oscuro mártir en la continuación de la distopía de Sandra Bullock en Netflix

Mario Casas se siente cómodo con esos personajes al límite, atormentados, sometidos a retos y dilemas solitarios, que cuelgan la corbata para pisar el barro del infierno de turno. Es un estereotipo que se presta bien a las resultonas simplificaciones de los thrillers de acción de la era del algoritmo. A sus 37 años, Casas ha ido explorando variantes de ese registro hasta llegar a su último antihéroe, el oscuro mártir de Bird Box Barcelona, spin-off de la estadounidense A ciegas (2018), un éxito de Netflix protagonizado por Sandra Bullock cuyo resultado era bastante superior al conquistado por su pariente español.

Bird Box Barcelona es, como su antecesora, un thriller de terror distópico basado en la novela de Josh Malerman con una buena dosis de muertos y de sangre. Por momentos, las vísceras son lo más digerible de una película que peca de batiburrillo apocalíptico con sectas religiosas y criaturas inexplicables, aderezadas con diálogos muy planos en su mayor parte (pese a las citas de clásicos como Chinatown: “¿Le duele?”. “Solo cuando respiro”). El drama y los personajes quedan así mal definidos fuera de las secuencias de acción, las mejor resueltas e impactantes.

El giro argumental principal con respecto a la primera película se despeja pronto, pero toda la trama alrededor del cura mesiánico que interpreta Leonardo Sbaraglia roza la caricatura. El toque local tiene una doble vertiente. Por un lado, está la Barcelona distópica, y por el otro una iconografía de misa católica que alcanza su clímax cuando una aureola de santidad corona la cabeza del mártir-profeta-ángel caído que da vida Casas.

La película de los hermanos Pastor, que ya dirigieron al actor gallego en la interesante Hogar (2020), se despega de A ciegas, filme que ahondaba más en el drama íntimo y el suspense de una historia de pura supervivencia. Encabezada por la madre que encarnaba Bullock, los ojos de los personajes se vendaban para no entrar en contacto con los seres o entes que a la luz del día atacaban a los humanos provocando su suicidio fulminante. Si aquella, dirigida por Susanne Bier, tenía como puntos fuertes los interiores, sus personajes y la crecida de un río como catarsis final, el spin-off barcelonés aprovecha para su partida la geometría del Ensanche o el teleférico de Montjuïc, aportando a la espectacularidad de la acción la postal turística.

Todo lo que gana la ciudad y el thriller de acción se pierde en la definición de unos secundarios muy desaprovechados por la brocha gorda de un guion que, en el fondo, lo fía todo a la carta ganadora de su actor protagonista.